Juan Ignacio Nardoni, la figura de Racing que se apagó en el segundo tiempo tras una desafortunada jugada.
Nardoni, el motor de la Academia que se quedó sin nafta
Arrancó como la manija de la mitad de la cancha, este pibe Nardoni. Un despliegue a lo «Ratón» Ayala, pero con más llegada. Rompiendo líneas como si fuera el pasillo del Monumental en un superclásico, siempre para adelante, buscando el arco rival. Y encima, se mandó un golazo, una diagonal bárbara para definir como los dioses. Un toque sutil, cambiando la dirección de la pelota como si fuera el Diego gambeteando ingleses. 1-0 y a cobrar, parecía.
Pero el fútbol, como la vida misma, es una moneda al aire. En una jugada desafortunada, sin querer queriendo como diría el Chavo, terminó fracturando a Ramis. Una lástima bárbara, un bajón para todos. Y claro, después de eso, el partido cambió. Nardoni ya no fue el mismo, como si la mala onda lo hubiera contagiado.
Segundo tiempo: soledad y sombras para el volante
En el complemento, el pibe quedó más solo que Riquelme en un picado con hinchas de Boca. Corría, sí, pero sin compañía, sin socios. La magia se había esfumado, como el humo de un asado mal prendido. Una pena, porque había arrancado con todo. ¿Será que el peso de la lesión de Ramis lo afectó? ¿O simplemente se quedó sin piernas? Habrá que ver cómo se recupera anímicamente para los próximos partidos. Porque Racing lo necesita a este Nardoni encendido, al que juega como si se le fuera la vida en cada pelota. El que gambetea rivales, el que mete goles. El que, en definitiva, ilusiona a la hinchada académica.
