Pornografía: ¿Adicción o moral? La ciencia busca respuestas

Redacción Cuyo News
7 min
Cortito y conciso:

El debate sobre los efectos de la pornografía en internet sigue abierto. Si bien no hay consenso sobre si es intrínsecamente dañina, expertos coinciden en la necesidad de investigar a fondo sus consecuencias, especialmente en jóvenes. Se exploran desde posibles adicciones hasta la influencia de factores morales y el tipo de contenido consumido, mientras se buscan formas de proteger a los más vulnerables.

Hasta ahora, la pregunta del millón sigue sin una respuesta definitiva: ¿la pornografía en internet es el nuevo coco o un simple pasatiempo? Lo que sí parece estar claro es que hay una necesidad imperiosa de entender bien sus efectos, sobre todo para evitar que los más jóvenes se vean perjudicados. En una era donde las pantallas dominan nuestras vidas y generan más de un dolor de cabeza, el contenido sexual explícito se lleva todas las miradas y las mayores preocupaciones.

Si bien nadie grita a los cuatro vientos que la adicción a la pornografía es una enfermedad oficial, sí se habla cada vez más de «usos problemáticos». ¿De qué hablamos? De ese consumo que te arruina el día a día, que afecta tus relaciones y que, muchas veces, detectás vos mismo o tu pareja. Un estudio yankee, previo al quilombo del COVID, plantea una idea controversial: tal vez el problema no sea la adicción en sí, sino el choque entre lo que uno cree (especialmente si sos religioso) y lo que consume. En otras palabras, ¿será que el porno es más un tema moral que una adicción propiamente dicha?

### ¿Todo porno es igual? Depende con qué ojos se mire.

Otro punto clave es entender que no todos los contenidos son iguales ni todos los usuarios los viven de la misma manera. Un estudio reciente de investigadoras canadienses demostró que el porno «romántico» se asocia con una mayor satisfacción sexual, mientras que el que tiene imágenes más fuertes o de dominación se relaciona con lo contrario. Como con cualquier contenido que vemos en una pantalla, cada cosa genera un efecto distinto.

Alejandro Villena, psicólogo e investigador de la UNIR, lo pone en blanco sobre negro: «no hay pornografía sin consecuencias». Y no se anda con rodeos: de todos los casos de Trastornos por Comportamiento Sexual Compulsivo (TCSC), un 80% están ligados al porno. «Eso nos indica que la pornografía es un problema mayoritario», sentencia. Por eso, desde 2014 se habla de «Uso Problemático de la Pornografía», basándose en los seis pilares de cualquier adicción: ocupar demasiado tiempo, generar tolerancia (necesitar más estímulo), síndrome de abstinencia, usarlo para regular las emociones y tener consecuencias negativas en la vida personal.

### El cerebro en llamas: ¿adicción o simple calentura?

Villena va más allá y menciona estudios que buscan señales de adicción en el cerebro usando técnicas de imagen como el fMRI. Un estudio publicado en *Neuropsychopharmacology* llegó a la conclusión de que, al igual que con el juego o las drogas, existen mecanismos cerebrales relacionados con el uso problemático del porno. Según los autores, esto abre la puerta a aplicar estrategias que ya se usan para combatir otras adicciones.

Ignacio Obeso, neurocientífico del CINC-CSIC, no se guarda nada: los efectos de la pornografía «son muy nocivos, principalmente en la adolescencia, y pueden determinar cambios psicopatológicos relacionados con el procesamiento de estímulos sexuales e influir negativamente en las fantasías, actitudes y comportamientos sexuales». Obeso también advierte que la pornografía ofrece estímulos artificiales que no se asemejan a los encuentros reales, y que el consumo constante puede generar una «habituación» que deja a la realidad chica.

### El umbral del problema: ¿cuándo preocuparse?

Obeso aclara que el problema se intensifica en personas con depresión, TDH o ansiedad, y que faltan herramientas para medir la gravedad del consumo de forma objetiva. «El indicador máximo es el impacto sobre las funciones diarias del individuo», subraya. Para algunos, usar porno de forma compulsiva no afecta su vida cotidiana, mientras que para otros puede destruir su relación de pareja o su bienestar personal. «El umbral es individual, no hay un criterio absoluto de severidad ni fijo y delimitado para todo el mundo», remata.

En cuanto a los factores ideológicos, Villena cree que algunos pueden sobrediagnosticarse como adictos sin cumplir los criterios clínicos. Pero también advierte que el extremo opuesto, el de aquellos que no se cuestionan su conducta sexual, es un factor de riesgo para desarrollar trastornos compulsivos. En estos casos, suelen ser los cercanos quienes prenden la alarma. En definitiva, cada paciente necesita un tratamiento a medida: a los religiosos no compulsivos se les puede ayudar a integrar su sexualidad y sus creencias, mientras que a los que tienen rasgos adictivos se les trata como tal.

### ¿Pornopase? La lucha por proteger a los más chicos

Mientras tanto, la ciencia sigue buscando respuestas sobre los efectos del porno en el cerebro, las personas más vulnerables y cómo evitar daños a quienes lo usan compulsivamente. Y, mientras tanto, se intentan ponerle límites al acceso, sobre todo para proteger a los menores. Pero la cosa viene lenta. El Ministerio de Juventud e Infancia propuso regular y educar para mitigar los daños del porno online, pero todavía falta mucho camino por recorrer. ¿Llegaremos a un sistema tipo «pornopase» que verifique la edad de los usuarios? El tiempo dirá.

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