Carlos Gómez Centurión expone «Alta Montaña» en el Teatro del Bicentenario, una muestra que rompe con lo tradicional y te hace pensar en el arte… y en si pagaste las expensas este mes.
Che, ¿vieron la que armó Gómez Centurión en el Hall del Bicentenario? El tipo agarró unas telas, las frotó contra las piedras, las dejó que se les pegue el polvo de la montaña, y ahora resulta que es arte. Y ojo, no digo que no lo sea, ¿eh? A Lanata le gusta sacar trapitos al sol y a mí me gusta esta movida de Gómez Centurión, agarrar la naturaleza y tirarla en la cara del establishment cultural.
La muestra se llama «Alta Montaña» y, según el curador Alberto Sánchez Maratta, la cosa va de «romper con la mecánica tradicional de la visión». Parece que ya no alcanza con mirar un cuadrito desde lejos, ahora hay que meterse en la obra, sentirla, olerla…casi que te dan ganas de llevarte un mate y unos bizcochitos para disfrutar del paisaje.
Gómez Centurión, un tipo que claramente no le tiene miedo a ensuciarse las manos – ni las telas -, nos invita a «detenerse, observar con lentitud, habitar el instante en un tiempo donde todo corre». ¿Será una indirecta para los que corren para subirse al bondi o para los políticos que prometen y no cumplen? Quién sabe. Lo cierto es que acá, en San Juan, el arte se vive a flor de piel, o mejor dicho, a flor de tela.
“La pintura en occidente durante siglos, exigió distanciamiento para comprender sus imágenes, comprensibles desde el andamio de la representación, ese andar de la mirada. Desde el distanciamiento entre objeto y el ojo del observador, aparece una serie de operaciones mentales que en general ocultan el soporte. ¿En qué punto el trabajo de Carlos Gómez Centurión se aparta de esa historia? Uno de los desvíos principales que su obra produce en la mecánica tradicional de la visión, es la anulación de esa distancia con el objeto. El lienzo, desprendido del bastidor, se adhiere a lo accidental del paisaje, se ensucia con la materia del territorio, se pliega amorosamente sobre la peculiaridad del lugar. Se trata de una impronta vinculada al lugar en el que fue producida. Las categorías habituales quedan fuera de los bordes de estas imágenes, cuya matriz permanece en la montaña. Es a un tiempo de la instantaneidad el que estas obras nos abren. Frente a la inabordable temporalidad de la montaña, Carlos toma un instante de esa eternidad ajena. Le llamamos pintura, porque la nieve puede quemar el lenguaje”. Palabras de Sánchez Maratta, para que después digan que no le damos espacio a la cultura.
Si andan con ganas de ver algo distinto, la muestra está abierta de martes a sábados de 9:30 a 14 y de 17 a 20, y los domingos de 17 a 20. Y si no les gusta, bueno… siempre pueden ir a tomar un café a la plaza y criticar la gestión de…nah, mejor no, dejémoslo ahí. Por ahora.