Trump propone un día de la Victoria en lugar del de los Veteranos

Redacción Cuyo News
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CNN
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No resulta inesperado que la gestión del expresidente Donald Trump, quien nunca integró las filas de las Fuerzas Armadas de Estados Unidos, manifieste una clara preferencia por la exaltación de las victorias militares en contraposición al reconocimiento y la honra de los veteranos que participaron en los conflictos. Un enfoque, sin dudas, que genera diversas interpretaciones.

A través de múltiples comunicaciones en plataformas digitales, Trump ha propuesto la instauración del 11 de noviembre como el “Día de la Victoria en la Primera Guerra Mundial». Una declaración que, si bien contiene una verdad histórica, omite que esta fecha ya constituye un feriado nacional: el Día de los Veteranos. Una diferencia sutil, pero significativa, sobre qué o a quién se conmemora.

En una línea discursiva similar, se impulsa la organización de un desfile militar, con un costo estimado en decenas de millones de dólares, para conmemorar el 250º aniversario del Ejército de Estados Unidos. Este evento, curiosamente, coincidiría con el día de su propio natalicio, el 14 de junio, fecha que además el calendario marca como el Día de la Bandera.

“Lo veo como el Día de la Bandera, no necesariamente como mi cumpleaños”, declaró Trump a NBC News en una reciente entrevista. “Alguien lo organizó”. Una sincronización de eventos, o una ingeniosa puesta en escena, que no pasa desapercibida.

Esta ‘coincidencia’ podría ser del mismo orden que la del nuevo caza que el Pentágono se encuentra desarrollando. La aeronave, de elevado costo, llevará la designación F-47. Y resulta que Trump fue el presidente número 45… por ahora. Una cifra que podría resonar de manera particular en un futuro hipotético.

Fechas y conmemoraciones: una mirada crítica

Parece que en los círculos cercanos a la Casa Blanca nadie reparó en un detalle histórico relevante: el día que Trump pretende celebrar como el Día de la Victoria en la Segunda Guerra Mundial, el 8 de mayo, fecha de la rendición alemana en Europa, no marcó el final de la contienda global. Las fuerzas estadounidenses continuaron combatiendo y sucumbiendo en el frente del Pacífico hasta agosto, momento en que se produjo el lanzamiento de las bombas atómicas sobre Hiroshima y Nagasaki. Una historia con final extendido, al parecer, para ciertos propósitos conmemorativos.

Trump ha enfatizado la importancia de que Estados Unidos celebre estas fechas, un discurso que, a oídos de algunos analistas, guarda una similitud incómoda con el Día de la Victoria celebrado en Rusia. Una comparación que genera resquemor para quienes buscan evitar paralelos con regímenes autoritarios. No obstante, el expresidente ha manifestado no estar solicitando nuevos feriados federales a gran escala, argumentando que ya existen demasiados, y señalando que, en cualquier caso, la creación de un nuevo feriado requeriría una ley del Congreso.

La retórica subyacente de superponer una celebración de la victoria sobre el recuerdo y el homenaje a los veteranos constituye un aspecto digno de un análisis detenido.

De la tregua al homenaje

Este enfoque representa una evolución notable para un feriado que, en sus orígenes, conmemoraba el armisticio. Cuando fue observado por primera vez por Woodrow Wilson en 1919, un año después de la tregua que puso fin a la Gran Guerra, su espíritu era distinto:

“Para nosotros en Estados Unidos, las reflexiones del Día del Armisticio estarán llenas de solemne orgullo por el heroísmo de aquellos que murieron al servicio de la nación y con gratitud por la victoria, tanto por la cosa de la cual nos ha liberado como por la oportunidad que le ha dado a Estados Unidos de mostrar su simpatía con la paz y la justicia en los consejos de las naciones”.

Años después, en 1923, poco antes de su fallecimiento, un debilitado Wilson censuró a los estadounidenses en un discurso radial por el Día del Armisticio debido a su inclinación hacia el aislamiento y su negativa a unirse a la Sociedad de Naciones. Un sentimiento que, para muchos, mantiene vigencia en el contexto actual, donde Trump ha manifestado una tendencia a desestabilizar el orden económico y diplomático establecido tras la posguerra.

El presidente más estrechamente asociado con ese orden de posguerra, Dwight Eisenhower, fue precisamente quien proclamó que el Día del Armisticio debía transformarse en el Día de los Veteranos.

“Recordemos solemnemente los sacrificios de todos aquellos que lucharon tan valientemente, en los mares, en el aire, y en tierras extranjeras, para preservar nuestro patrimonio de libertad, y dediquémonos nuevamente a la tarea de promover una paz duradera para que sus esfuerzos no hayan sido en vano”, escribió Eisenhower.

Quizás se le recuerde mejor por un discurso de despedida en el que advirtió sobre los peligros de un complejo militar-industrial. Una advertencia que resuena con particular fuerza en la actualidad, cuando un líder político, a diferencia de Eisenhower, busca exhibir públicamente el armamento militar a través de un desfile por la capital del país.

“Tenemos los mejores misiles del mundo”, declaró Trump a NBC News. “Tenemos los mejores submarinos del mundo. Tenemos los mejores tanques del mundo. Tenemos las mejores armas del mundo. Y lo vamos a celebrar”. Una celebración que, a juzgar por el contexto, parece centrarse más en el músculo bélico que en el espíritu de quienes lo han servido.

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