La inteligencia artificial avanza a pasos agigantados en el mercado del audiolibro argentino. Si bien todavía es incipiente comparado con otros mercados, su crecimiento es exponencial y amenaza con reemplazar a los narradores profesionales, abaratando costos y democratizando la producción para pequeñas editoriales. Sin embargo, la falta de transparencia en la identificación de voces sintéticas genera debate ético y legal, mientras nuevas normativas buscan obligar a etiquetar estos contenidos.
El sonido es impecable. Las palabras fluyen, la entonación parece la justa, las pausas en su lugar. Uno cierra los ojos y escucha, y bien podría creer que hay alguien, del otro lado, leyendo. Pero no, es una voz sintética. Un artilugio de la inteligencia artificial que, en silencio, está transformando la industria del audiolibro, generando una mezcla de fascinación tecnológica y, a la vez, una sana inquietud entre quienes se ganan el pan con el arte de narrar. Y sí, como suele pasar, los cambios vienen con polémica.
La expansión del audiolibro en nuestro terruño, aunque incipiente si lo comparamos con los mercados anglosajones, es innegable. Las cifras hablan por sí solas. Y en esta marea creciente, la IA se presenta como el atajo perfecto para esas pequeñas y medianas editoriales que, hasta ahora, veían la producción de audiolibros como un lujo reservado para los grandes jugadores.
### El «sorpasso» sintético y el futuro de la narración
Javier Celaya, un tipo que sabe del paño en el mundo de los podcasts y audiolibros, tira una cifra que genera escalofríos entre los narradores de carne y hueso: «Yo calculo que, para finales de esta década, en menos de cinco años, habrá un sorpasso de voces sintéticas frente a las humanas en los audiolibros. Y creo que es una previsión conservadora”.
Una afirmación que, sin ánimo de ser pájaro de mal agüero, parece ajustarse a la realidad fría y calculadora de los costos. Como bien señala Joaquín Sabaté, de Ediciones Urano, uno de los pesos pesados que le está apostando fuerte a la IA, un audiolibro generado con tecnología puede ser ¡diez veces! más barato que uno grabado en estudio. ¿Cómo competir con eso?
Es la democratización del sector, argumenta Sabaté. Es darle la oportunidad a los más chicos de subirse a esta ola. Y desde la perspectiva del consumidor, más títulos disponibles suena genial. Pero como decía la abuela, no todo lo democratizado es bueno. O, al menos, no para todos. Los narradores, los de oficio, lo están sufriendo. Antonio Abenojar, con 40 años en la cancha, no se anda con chiquitas: “tirando a la baja, un 50%” de sus ingresos se esfumaron en los últimos dos o tres años por culpa de esto. «Todo lo que no exige un componente emocional se lo lleva la IA», remata, con un dejo de resignación que cala hondo.
### La opacidad de la IA: ¿Nos están vendiendo gato por liebre?
Y acá viene una de las aristas más espinosas de esta historia. Porque si bien la IA mejora, y mejora rápido, la calidad de las voces sintéticas es «espectacular», según Idoia Cantolla de VoicepoweredAI, persiste una cuestión fundamental: ¿nos están informando de que estamos escuchando una máquina y no una persona?
La respuesta, para variar, no es clara. Hay quienes se quejan, y con justa razón, de que ciertas editoriales «camuflan» el uso de la IA, dándole nombres humanos a algoritmos. Un comportamiento, permítanme la impertinencia, que tiene un aire a la viveza criolla mal entendida. «Esto, además de ser éticamente una aberración, es negarle al consumidor la información de que está ante una voz artificial”, sentencia Felipe Garrido, locutor y actor de doblaje.
Mientras en Reino Unido ya tienen su guía para etiquetar los audiolibros con IA, acá, al menos por ahora, da la sensación de que muchos prefieren mirar para otro lado. “Nadie se atreve a ser el primero en decir que sus audiolibros son narrados por voces generadas con IA”, confirma un dirigente del sector. El temor a que los consumidores asocien IA con baja calidad parece pesar más que la transparencia.
Pero la cosa se pone seria cuando interviene el derecho. Un anteproyecto de ley de esos que, con sus idas y vueltas burocráticas, buscan poner orden en el despelote de la IA, obligaría a «marcar los resultados de salida… de tal modo que pueda detectarse su naturaleza artificial». Y sí, esto incluye a las voces. “Sí, porque la voz es una interpretación», aclara el jurista Borja Adsuara. Multas millonarias de por medio, parece que el juego de esconder la IA podría volverse bastante caro.
Audible, la plataforma de Amazon, asegura que ellos sí identifician claramente los títulos narrados por IA. Y mientras las editoriales empiezan a vislumbrar los problemas legales, surge otra cuestión clave: los derechos sobre esas voces sintéticas. La «trazabilidad» de quién es el dueño de esa voz clonada se vuelve fundamental, dando lugar a la aparición de agencias que representan, insólitamente, a «voces clonadas». Algo así como un sindicato de algoritmos, si me permiten el sarcasmo.
En definitiva, el audiolibro con IA llegó para quedarse. Es más barato, es rápido y, sí, está abriendo puertas. Pero el riesgo de que en el camino se lleve puesto a un sector que se ha forjado con esfuerzo y talento es real. Y la falta de transparencia, esa que nos impide distinguir entre lo humano y lo sintético, no hace más que alimentar la desconfianza. La polémica está servida, y como bien sabemos, en estos temas, opiniones sobran.