El físico y biólogo Ricard Solé, director del Laboratorio de Sistemas Complejos de la Universidad Pompeu Fabra, se muestra escéptico ante las promesas de las interfaces cerebro-computadora para expandir las capacidades humanas. Si bien reconoce su potencial en el tratamiento de enfermedades, advierte sobre la distancia que aún existe para crear cerebros artificiales y la necesidad de proteger los neuroderechos en medio de esta revolución tecnológica. Solé destaca la capacidad humana de imaginar futuros posibles como un factor clave de nuestro éxito evolutivo, pero también señala nuestras contradicciones y la tendencia a la autodestrucción.
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Ricard Solé, un barcelonés de 62 años que le dedica su vida a investigar sistemas complejos, tiró un balde de agua fría sobre las fantasías de la conexión cerebro-computadora. Físico, biólogo, profesor investigador del ICREA y director del Laboratorio de Sistemas Complejos de la Universidad Pompeu Fabra, Solé no se anda con chiquitas. Actualmente, Solé se encuentra promocionando «Cerebro(s)», una muestra itinerante que explora ese órgano tan particular que nos hace humanos.
### ¿Realmente vamos a enchufar un microprocesador a nuestra cabeza?
La pregunta del millón es si vamos a terminar con un chip insertado en el cerebro, como en las películas de ciencia ficción. Solé es tajante: «Estamos extraordinariamente lejos de eso». Y explica, con la claridad de un científico que sabe de lo que habla, que «las arquitecturas de los chips no tienen casi nada que ver con la arquitectura del cerebro y cómo procesa la información». Aunque, aclara, en ciencia nunca se puede decir nunca.
Pero ojo, que no todo es pesimismo. Solé reconoce que ya se han hecho avances importantes en el tratamiento de enfermedades como el Parkinson, la recuperación de movilidad y el habla, gracias a implantes y exoesqueletos. «Las posibilidades en ese ámbito serán enormes y puede cambiar la vida de muchas personas», asegura. La mente humana, al parecer, tiene una plasticidad que juega a nuestro favor.
«A veces, olvidamos que el cerebro tiene esas capacidades enormes que la educación permite desarrollar sin ningún problema», reflexiona Solé, dejando entrever que quizás estamos buscando soluciones sofisticadas para problemas que podrían resolverse con un poco más de inversión en lo que ya sabemos que funciona.
## Neuroderechos: ¿Hay que ponerle un freno a la tecnología?
En medio de esta revolución tecnológica, surge la pregunta sobre la necesidad de proteger los «neuroderechos». Solé no duda: «Creo que es razonable. Hay que protegerse porque el campo avanza con mucha rapidez». ¿Será que la posibilidad de «leer» o incluso manipular nuestros pensamientos ya no es solo cosa de novelas distópicas?
### Primates tecnológicos: ¿Qué nos hace humanos?
Solé define a los humanos como «primates tecnológicos», una especie capaz de crear tecnología y de imaginar futuros posibles. «Hemos podido cambiar nuestro entorno sin esperar a que este sea favorable y lo hemos hecho con una tecnología que da lugar a la ‘mente extendida’: nuestra interacción con el mundo ya no se basa solo en nuestro cuerpo», explica. Una visión interesante que nos invita a reflexionar sobre nuestra relación con la tecnología y cómo esta moldea nuestra propia humanidad.
¿Seremos capaces de crear cerebros artificiales? Solé es cauteloso. «Estamos lejos», afirma, señalando que los sistemas de IA actuales aún no pueden replicar la capacidad humana de aprender de la experiencia y extraer conceptos generales a partir de un solo ejemplo. Pero, al mismo tiempo, reconoce que la IA nos ha sorprendido antes, y que quizás nos aguardan nuevas sorpresas.
«Estos sistemas artificiales hacen cosas extraordinarias, pero hay otras, como la de ser viajeros mentales del tiempo. Eso nos convirtió en narradores y cambió nuestra forma de interaccionar con el mundo. No hay ninguna máquina que sea viajera del tiempo: no entiende de pasado y futuro», señala.
## El siglo del cerebro: ¿Entendemos el órgano más complejo del universo?
Solé se muestra optimista sobre el futuro de la investigación del cerebro. «Este será el siglo del cerebro, sin duda», afirma. Se han logrado avances importantes en la comprensión de su funcionamiento, pero reconoce que «la gran mayoría de las cosas que nos gustaría entender no están resueltas».
Sin embargo, también lanza una pregunta inquietante: «¿Cómo, con ese extraordinario órgano, tenemos esa tendencia tan enorme a la autodestrucción?». Una pregunta que nos recuerda que, a pesar de nuestros avances tecnológicos, seguimos siendo una especie llena de contradicciones.
«Nuestra especie triunfó porque somos cooperadores. Hemos sido capaces de cambiar el planeta, de crear la escritura, de hacer ciudades… Pero también caemos fácilmente en la desinformación y la polarización», concluye Solé. Una reflexión que nos deja pensando sobre el futuro de la humanidad y el papel que jugará nuestro cerebro, ese órgano tan extraordinario como enigmático.