En el siempre efervescente panorama del entramado empresarial argentino, emerge una figura que, lejos de pasar desapercibida, acumula capítulos dignos de un guion cinematográfico: Leonardo Scatturice. Este enigmático empresario, que recientemente ha formalizado la adquisición de la aerolínea low-cost Flybondi, es también el cerebro detrás de OCP Tech SA, una compañía que ostenta contratos estatales por sumas que rondan los 7 millones de dólares, sin contar acuerdos adicionales con diversas entidades gubernamentales.
Desde la Administración Nacional de la Seguridad Social (ANSES) hasta el Gobierno de la Ciudad de Buenos Aires, el Ministerio de Educación y la Fiscalía General porteña, la huella de OCP Tech SA se extiende por múltiples organismos. Si bien estos acuerdos predatan la asunción del presidente Javier Milei, una parte significativa de ellos aguarda renovaciones, lo que sin duda posiciona a Scatturice en un lugar estratégico dentro de la agenda pública.
De la inteligencia al empresariado: un camino con matices
El pasado de Scatturice, según revelaciones que se remontan a principios de siglo, se entrelaza de manera ineludible con los intrincados pasillos del mundo de la inteligencia. Aunque voceros cercanos al empresario, consultados por Clarín, han negado enfáticamente cualquier rol como espía de la Secretaría de Inteligencia del Estado (SIDE), su nombre resurgió en 2015 con “C3”, una empresa de “investigaciones privadas” que, curiosamente, entró en disputa con el entonces todopoderoso director de Contrainteligencia de la SIDE, Antonio Stiuso. Los defensores de Scatturice insisten: “C3 hacía análisis de riesgo empresario, no espionaje”. Claro, ‘análisis de riesgo’ suena mucho más amigable que ‘investigación’, como si te analizaran el riesgo de quedarte sin medialunas en la oficina.
La tensión escaló cuando Stiuso denunció un presunto “espionaje británico” en la causa conocida como “Dark Stark”. La investigación judicial derivó en la interceptación telefónica de Scatturice y otros implicados, revelando conversaciones con figuras como el ex jefe del Ejército, general César Milani, el ex director de Interior de la SIDE, Fernando Pocino (reconocido por su férrea rivalidad con Stiuso), empresarios y periodistas. Esta causa, cabe destacar, aún permanece abierta, sumando un velo de intriga a la ya compleja figura de Scatturice. No hay nada más discreto que una causa con nombre de película de acción, ¿verdad?
Operaciones y conexiones: el ecosistema Pocino-Scatturice
Tal como lo detalla con precisión el libro “Espiados” de Claudio Savoia, las escuchas judiciales desvelaron una trama de negocios donde Scatturice —por entonces un joven empresario supuestamente vinculado con el servicio de Inteligencia de la Policía Bonaerense y con una sorprendente cercanía al ala más identificada con el kirchnerismo de la ex SIDE— parece operar junto a Pocino y sus subordinados. El objetivo era, nada menos, que “copar el organismo en 2013”, desplazar a Stiuso y coordinar labores de espionaje con el general Milani, a quien una escucha sugiere como posible líder de “un ente nuevo para ponerlo de vuelta por debajo del sistema regulatorio de inteligencia”. La audacia es elocuente: no solo querían la torta, sino también la cuchara con la que se sirve.
El entramado de operaciones también abarcaba la búsqueda de influencia en el ámbito judicial, especialmente en el fuero federal. Según las transcripciones, el encargado de esta delicada tarea era un juez de apellido Nardiello, curiosamente apodado “Ginóbili”. Las escuchas judiciales lo posicionan como un hombre de consulta en los pasillos de Comodoro Py y como un supuesto nexo con otros magistrados y fiscales. Parece que la cancha judicial también tenía sus propios triples desde lejos.
Tras aquellos turbulentos episodios, Scatturice se trasladó a Miami, donde se sumergió en el mundo de los negocios vinculados a la seguridad informática. Simultáneamente, comenzó a vincularse con grupos conservadores que apoyaron la campaña de reelección del republicano Donald Trump. Un salto geográfico que también marcó un giro en su perfil público. Mientras tanto, en marzo, su nombre volvió a los titulares por un incidente: su empleada, Laura Arrieta, arribó con 10 valijas en un avión Bombardier que permaneció estacionado durante siete días en los hangares del Aeroparque Metropolitano, para luego partir hacia las Islas Canarias. Aunque fuentes allegadas a Scatturice y al gobierno negaron cualquier irregularidad, el episodio alimentó el misterio en torno a sus movimientos.
Lo cierto es que Scatturice continúa expandiendo su imperio empresarial, con lazos sólidos tanto en Estados Unidos como en Argentina. OCP Tech SA, propietaria del Bombardier en cuestión, es parte de OCP Tech LLC, la empresa con sede en Miami que también dirige el ex “operador”. Fue en Miami, y enfrentando problemas migratorios, donde Scatturice fue contactado por el estratega presidencial Santiago Caputo. De este vínculo surge la afirmación de una fuente cercana: “Scatturice asesoró en la transformación de la AFI de Cristina Kirchner en la actual SIDE”. Una metamorfosis que se cocinó «en las Grandes Ligas».
Adicionalmente, Scatturice es socio en la empresa argentina AJS Jet SA junto a Diego Colunga, a quien Santiago Caputo intentó ubicar en Aerolíneas Argentinas. Y, para completar el cuadro, el avión en el que arribó Arrieta se encuentra a nombre de TVPX Aircraft Solutions Inc., una compañía con sede en Miami que, según las mismas fuentes, también estaría vinculada al siempre enigmático Leonardo Scatturice.