Una reciente encuesta revela que en España persiste una considerable desconfianza hacia la ciencia y las farmacéuticas, con un alarmante aumento en la creencia de que las vacunas están vinculadas al autismo. A pesar del interés general en la ciencia, la ciudadanía exige mayor transparencia y que los avances científicos se orienten al bien común, no solo a intereses particulares. La inteligencia artificial también genera inquietud, con temor a la pérdida de empleos y preocupación por la seguridad de los datos personales.
## ¿Conspiración o realidad? La desconfianza en la ciencia sacude España
Una nueva encuesta ha puesto el dedo en la llaga: la desconfianza en la ciencia y las instituciones está más arraigada de lo que muchos quieren admitir. El estudio, publicado por la Fundación Española para la Ciencia y la Tecnología (FECYT), revela datos que invitan a la reflexión, o quizás a la preocupación.
El 41,6% de los españoles cree que se han creado virus en laboratorios gubernamentales para controlar la libertad individual. ¿Paranoia colectiva o suspicacia justificada? El debate está abierto. Además, un 33,3% sospecha que la cura para el cáncer existe, pero se mantiene oculta por motivos comerciales. Una acusación grave que pone en tela de juicio la integridad de la industria farmacéutica.
Pero la bomba de tiempo llega con el dato que relaciona vacunas y autismo: un 24,5% de los encuestados cree que el Gobierno intenta ocultar esta conexión. Un porcentaje que, aunque no mayoritario, es suficiente para encender las alarmas, especialmente si consideramos el impacto que estas creencias pueden tener en la salud pública.
«La ciudadanía valora la ciencia, la necesita y confía en ella, pero exige mayor coherencia institucional, mejor comunicación y una integración más efectiva de la dimensión social, ética y política del conocimiento científico”, señala el documento. ¿Será que la ciencia no está sabiendo comunicar sus avances de manera efectiva?
## El poder de las farmacéuticas bajo la lupa
Las dos afirmaciones que cosecharon mayor adhesión están directamente ligadas a la desconfianza hacia las empresas y sus intereses económicos. Un 56,6% considera que ya existen soluciones técnicas para problemas como la contaminación y el cambio climático, pero que no se implementan por «fuertes intereses económicos». Y aquí viene lo más picante: el 50,1% cree que las compañías farmacéuticas ocultan los peligros de las vacunas.
Este último dato es especialmente llamativo, ya que se ha duplicado desde 2020, coincidiendo con el inicio de la pandemia. ¿Será que la gestión de la crisis sanitaria generó un caldo de cultivo para la desconfianza?
A mayor nivel educativo y socioeconómico, menor adhesión a las teorías conspirativas… ¿o no? Esta tendencia se cumple en general, pero hay una excepción: la creencia de que las farmacéuticas esconden información sobre las vacunas es transversal, afectando a personas de todos los niveles.
## ¿Inteligencia Artificial: aliada o enemiga?
Otro tema candente es la inteligencia artificial (IA). La encuesta revela una ambivalencia generalizada: entusiasmo por un lado, pero también temor a sus posibles riesgos. Si bien más del 80% de los encuestados utiliza la IA y reconoce sus beneficios, también existe preocupación por la seguridad de los datos personales, el exceso de confianza en estas tecnologías y el aumento del control por parte de gobiernos y empresas.
El fantasma de la pérdida de empleos también sobrevuela el debate. Siete de cada diez personas creen que la IA reemplazará parcial o totalmente tareas laborales en los próximos diez años. ¿Estamos ante una revolución tecnológica que traerá progreso o una distopía laboral?
La encuesta también deja en evidencia una sensación de «vacío regulador». Nadie parece tener la respuesta sobre quién debería gobernar la IA: ¿organismos internacionales, la comunidad científica, los gobiernos o las propias empresas tecnológicas?
En definitiva, esta encuesta es un espejo que refleja una sociedad compleja, con un creciente interés por la ciencia pero también con fuertes dosis de desconfianza. ¿Estamos ante una crisis de credibilidad o una oportunidad para repensar la forma en que comunicamos y gestionamos el conocimiento científico? El debate recién comienza.