Un hombre fue imputado por asesinar de un disparo a un perro que era soporte emocional de una niña con epilepsia, en Villa General Belgrano, Córdoba. El agresor alegó que lo hizo porque el animal orinó su auto. Además, enfrenta cargos por amenazas con arma de fuego contra la familia de la menor. La Justicia de Río Tercero interviene en el caso.
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En tiempos donde los vínculos emocionales no pasan por el Wi-Fi, sino por cuatro patas y una mirada que no juzga, el asesinato de Harry —un Jack Russell de 9 años— no sólo encendió la indignación, sino también un nudo en la garganta colectiva. Su crimen no ocurrió en la trama de una novela negra, sino en el silencioso y cerrado entorno del barrio Los Molles, en Villa General Belgrano. Y todo, según confesó el acusado, porque el perro «hizo pis» en su auto. Como si un poco de orina justificara una ejecución.
El caso tiene todos los elementos de un drama social: una niña con epilepsia que encontraba en su perro no sólo compañía, sino contención emocional; una familia devastada; y un vecino que decidió que la mejor respuesta era la violencia letal, coronada con amenazas armadas. Casi una película de Clint Eastwood, pero escrita por Kafka en una noche mala.
Lo encontraron al día siguiente, muerto bajo un arbusto, como si el asesino hubiese querido ocultar no sólo un cuerpo, sino una de las escenas más crueles que puede atravesar una familia. La Justicia imputó al hombre por el asesinato del animal y por amenazas con arma de fuego. Pero ningún tribunal podrá devolverle a la niña esa mirada, ese ladrido, ese alivio silencioso que sólo quienes aman a sus mascotas entienden.
En un país donde los perros suelen tener más empatía que muchos humanos, el caso de Harry no solo es un crimen, sino una muestra más de que el verdadero peligro no está en los animales sueltos, sino en los corazones vacíos.
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El hecho ocurrió el jueves 3 de julio por la tarde en el barrio cerrado Los Molles, en Villa General Belgrano, Córdoba. Un hombre mató de un disparo a Harry, un Jack Russell de 9 años que cumplía el rol de perro de soporte emocional para una niña con epilepsia. El agresor confesó que cometió el crimen porque el animal había orinado su automóvil.
La familia del animal había iniciado una búsqueda desesperada cuando notaron su ausencia. Finalmente, lo encontraron a la mañana siguiente, muerto debajo de un arbusto frente a su vivienda, con una herida de bala. La noticia generó una profunda conmoción en la comunidad local y repercusión a nivel provincial.
Confesión y amenazas
Germán, el padre de la niña, relató que el agresor reconoció el crimen y argumentó que lo hizo porque el perro había orinado su vehículo. «No tuvimos ningún tipo de diálogo ni advertencia previa, más allá de un saludo ocasional», dijo en declaraciones al medio local ElDoce.tv.
Además, la familia denunció que el hombre también amenazó con un arma de fuego a la madre de la niña, Marta, y a otros miembros del hogar. El caso está siendo investigado por la Justicia de Río Tercero, bajo la intervención del juez Carvallo. El acusado ya fue imputado por el asesinato del animal y por amenazas.
Un vínculo emocional irremplazable
«El perro fue comprado para mi hija, lo buscamos porque es una de las características de la raza Jack Russell: son muy activos y conectan emocionalmente. Harry era su compañero», explicó Germán.
La familia atraviesa un momento de gran dolor. La menor recibe contención emocional por parte de familiares y amistades cercanas, y evalúan iniciar un tratamiento psicológico. «Mi hija está muy triste, no entiende nada de lo que pasó. Era su amigo, su compañero. Estamos todos destrozados», concluyó el padre.