Muerte en streaming: el escalofriante final de Jean Pormanove

Redacción Cuyo News
4 min

Raphaël Graven, más conocido como Jean Pormanove, falleció durante una transmisión en vivo luego de pasar 10 días encerrado en una casa junto a otros streamers. El maratón incluía juegos, peleas, insultos y abusos físicos. La Justicia francesa investiga el caso, que generó conmoción internacional y abrió un fuerte debate sobre los límites del streaming y la responsabilidad de las plataformas.

Un final anticipado en sus propias palabras

Horas antes de morir, Graven envió un mensaje a su madre que fue leído en directo: “Hola, mamá, qué tal, estoy jodido hasta la muerte con el juego, esto va demasiado lejos”. También confesó sentirse “secuestrado con su concepto de mierda” y pidió salir. Poco después, durante la transmisión, los espectadores notaron que había dejado de respirar. Un compañero, en un acto brutal, le arrojó una botella de agua para comprobar su estado. La emisión se cortó minutos más tarde.

¿Quién era Jean Pormanove?

Graven no era un desconocido: su canal era el décimo más visto de Kick, con más de 10.000 espectadores de media y picos de 30.000. En redes sociales acumulaba más de un millón de seguidores. Tras su muerte, Kick borró su canal y los de los otros participantes, pero abundan los clips con escenas de los días previos al desenlace.

Kick y el negocio del morbo

Kick nació en 2022 como alternativa a Twitch, con una política de moderación muy laxa y vínculos con el casino global Stake. Su crecimiento se apoya en contenidos que bordean lo prohibido en otras plataformas: violencia, drogas, insultos y desnudos. Parte del atractivo está en la interacción en directo, donde la audiencia no solo observa: también empuja a que los límites se rompan.

Un espejo oscuro del streaming

El caso de Jean Pormanove muestra la delgada línea entre entretenimiento y explotación. Como ya ocurrió con otros casos polémicos en Twitch y YouTube, la presión por generar contenido “extremo” deja a los creadores expuestos a dinámicas peligrosas, amplificadas por la pasividad —y en muchos casos, la complicidad— de la audiencia.

La Justicia francesa deberá determinar si hubo responsabilidad penal de los organizadores y de sus compañeros. Pero la tragedia ya dejó un interrogante mayor: ¿quién regula el espectáculo de la crueldad cuando la frontera entre víctima y show se desdibuja frente a una cámara?

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