Anthropic, la desarrolladora de Claude, llegó a un acuerdo extrajudicial por 1.500 millones de dólares para evitar una demanda por infracción de derechos de autor al entrenar su IA con libros pirateados. Este acuerdo histórico podría cambiar la forma en que la industria de la IA aborda los litigios por derechos de autor, abriendo la puerta a un posible modelo de licencias para el uso de contenido protegido.
Anthropic, la desarrolladora detrás de Claude, uno de los chatbots de inteligencia artificial (IA) generativa más renombrados, ha sacudido el avispero con un acuerdo extrajudicial que roza lo cinematográfico. La cifra, unos mareantes 1.500 millones de dólares, es el precio que la compañía pagará a un grupo de autores y editores para evitar un juicio que podría haber sentado un precedente escalofriante para la industria. ¿El motivo? Haber entrenado sus modelos con libros conseguidos, según los demandantes, sin abonar los correspondientes derechos de autor.
Este movimiento, el primero de su calibre en el sector de la IA, levanta más preguntas que respuestas. ¿Acaso Anthropic veía venir un fallo adverso? ¿Estamos ante el principio del fin de la barra libre de contenido para las IA? Lo que sí es seguro es que esta compensación, la más grande en la historia en un caso de derechos de autor, pone el tema sobre la mesa: ¿cómo equilibrar la innovación tecnológica con el respeto a la propiedad intelectual?
Anthropic abonará 3.000 dólares por trabajo a los 500.000 autores incluidos en la demanda colectiva, un número que pone en perspectiva la magnitud del problema.
¿El inicio de un nuevo modelo de licencias?
El acuerdo, que salió a la luz el viernes, podría ser un punto de inflexión en la batalla legal entre creadores de contenido y la voraz industria de la IA. Si otros gigantes tecnológicos siguen los pasos de Anthropic, podríamos estar ante la antesala de un modelo de licencias, donde las tecnológicas paguen a los autores por el uso de sus obras. ¿Suena familiar? Algo parecido ocurrió a principios de siglo con la música y la llegada de servicios como Napster.
"No puedo adivinar de qué manera podrá impactar en nuestro caso. Pero sí creo que, aunque no fue un resultado perfecto, porque me hubiera encantado verles llegar a juicio y que hubieran tenido que dar más dinero todavía por cada trabajo, ¡esta conclusión no está nada mal!", asegura la ilustradora puertorriqueña Karla Ortiz, quien en 2024 encabezó una demanda colectiva contra cuatro desarrolladoras de generadores de imágenes por IA generativa. Ortiz ve este acuerdo como "un buen primer paso que puede ser la base de resultados parecidos para las más de 40 demandas en proceso interpuestas contra empresas de IA por infringir derechos de autor".
La decisión de Anthropic de pactar llegó tras conocer que el juez consideraba que la tecnológica había descargado y almacenado millones de libros con copyright, es decir, los había pirateado. Aquí está el quid de la cuestión: no se cuestiona el uso de obras para entrenar la IA, sino el hecho de no haber pagado por ellas.
"El acuerdo, si se aprueba, resolverá las reclamaciones restantes de los demandantes. Seguimos comprometidos con el desarrollo de sistemas de IA seguros que ayuden a las personas y organizaciones", declaró Aparna Sridhar, subdirectora jurídica de Anthropic. La compañía, sin embargo, prefirió guardar silencio ante las preguntas sobre su estrategia en este caso.
¿Piratería o "fair use"? El debate que sacude a la IA
Las empresas que desarrollan los llamados grandes modelos de lenguaje (LLM), como ChatGPT o Gemini, saben que su negocio podría tambalearse si los tribunales fallan en su contra. Estas herramientas, recordemos, utilizan algoritmos sofisticados que se entrenan con enormes bases de datos de texto (e incluso imágenes, videos o audios) para generar contenido a partir de las instrucciones de los usuarios.
La cantidad de datos necesarios es tan grande que, en los modelos más recientes, se estima que han utilizado prácticamente todo internet… sin pedir permiso. Desde 2022, se han presentado varias demandas colectivas contra los gigantes de la IA por usar obras sin pagar derechos.
Muchos analistas creen que si se obligara a Google, OpenAI o Microsoft a pagar por los contenidos que usan, las indemnizaciones podrían acabar con el negocio de la IA. Sam Altman, CEO de OpenAI, incluso ha recurrido a la geopolítica para defender su postura: si Estados Unidos quiere superar a China en la carrera por la IA, dice, deben relajarse las normas de copyright.
Pero el argumento estrella de la industria es el del "fair use" (uso legítimo). Al igual que una persona puede leer libros en una biblioteca e inspirarse para crear una obra original, las tecnológicas argumentan que sus modelos hacen lo mismo con sus bases de datos. En junio de este año, Anthropic obtuvo una victoria judicial en este sentido, cuando un juez consideró que el uso de millones de libros para entrenar sus modelos entra dentro del "fair use", siempre y cuando el objetivo sea "transformador" y no una mera copia.
Sin embargo, el juez también señaló que había indicios de piratería, ya que Anthropic había descargado más de siete millones de copias pirateadas de libros y las había mantenido en su biblioteca incluso después de decidir no usarlas para entrenar su IA.
Esta es la clave del caso. El juez considera que el hecho de que Anthropic haya descargado parte de sus fondos documentales de bibliotecas fantasma (que recopilan material sin pagar derechos de autor) podría constituir un caso de piratería. El acuerdo extrajudicial, entonces, evitaría sentar un precedente sobre este asunto.
"La demanda no se centra en dirimir si hay o no uso legítimo de documentos elaborados por terceros, sino en el hecho de que recurrir a bibliotecas que piratean obras protegidas evidencia la voluntad de no pagar por ellas", explica Jorge García Herrero, abogado especialista en protección de datos.
En definitiva, la movida de Anthropic plantea interrogantes cruciales sobre el futuro de la IA y su relación con la creación de contenido. ¿Estamos ante un punto de inflexión o solo una escaramuza más en una guerra que recién comienza? El tiempo, y los tribunales, tendrán la última palabra.