La reconocida cocinera y empresaria Maru Botana se encuentra en el centro de una compleja situación mediática y judicial tras revelarse detalles de una demanda que afecta directamente a su entorno más íntimo. Esta semana se confirmó que su esposo y socio comercial, Bernardo Solá, enfrentó una grave denuncia por acoso y hostigamiento laboral, la cual fue cerrada mediante un acuerdo económico millonario antes de llegar a la instancia de juicio oral.
Detalles de la denuncia y hostigamiento
La demanda fue tramitada ante el Juzgado Nacional de Primera Instancia n° 47, iniciada por una exempleada de uno de los locales de pastelería que la familia posee en el barrio porteño de Belgrano. Según el expediente judicial, la denunciante describió comportamientos inapropiados por parte de Solá, que incluían constantes comentarios y «miradas fijas sobre partes específicas del cuerpo», lo que generaba un clima de extrema incomodidad para el personal.
Uno de los puntos más alarmantes del relato indica que la empleada se vio obligada a modificar drásticamente su imagen personal, dejando de maquillarse y alterando su forma de vestir con el objetivo de «pasar desapercibida» y evitar el acoso del empresario. Además del hostigamiento, el reclamo legal abarcaba deudas salariales y testimonios sobre un trato despectivo sistemático hacia las trabajadoras del establecimiento.
Un acuerdo económico de 50 millones de pesos
Para evitar la exposición de un juicio público, la defensa de la familia Botana-Solá optó por un acuerdo transaccional que involucra una cifra récord para este tipo de conflictos laborales. La indemnización total se fijó en 50 millones de pesos. Según trascendió, el pasado 9 de diciembre se hizo efectivo un primer pago de 22 millones de pesos, mientras que el remanente se cancelará en cuotas mensuales de aproximadamente 11.000 dólares.
Es importante señalar que, según el protocolo de estos pactos legales, los demandados abonaron la suma «al solo efecto conciliatorio», lo que implica que no existe un reconocimiento explícito de culpa. Sin embargo, en la opinión pública y el ámbito judicial, la magnitud del pago ha sido interpretada como una medida drástica para contener el impacto del escándalo.
La reacción de Botana y los testimonios de colegas
Tras la filtración de la noticia, Maru Botana rompió el silencio con declaraciones que generaron aún más controversia por su falta de autocrítica. «Esta chica es mala persona, es una basura. Ya arreglé todo con los abogados. Hoy está de moda hablar mal de los jefes», expresó la empresaria, minimizando la gravedad de la acusación.
No obstante, el caso ha provocado un «efecto dominó» en el ambiente artístico y gastronómico, donde diversas figuras recordaron experiencias negativas con la cocinera:
- Jimena Monteverde: Aseguró que Botana la «dejó sin trabajo» al exigir exclusividad en un canal, calificándola como su «decepción más grande».
- Sergio Lapegüe: Reveló que su experiencia laboral con ella fue «malísima» y que llegó a las lágrimas por el maltrato recibido durante grabaciones.
- Coco Carreño: Exmano derecha de la cocinera, confirmó que la relación finalizó debido a un liderazgo «angustiante».
- Yanina Latorre: Sostiene que Botana practicaba hostigamiento y bullying desde su época universitaria.
A pesar del cierre del frente legal mediante el pago millonario, el impacto en la reputación corporativa de la marca Maru Botana es significativo. Mientras la empresaria continúa con sus compromisos televisivos en Bake Off Famosos, el estigma de un entorno laboral hostil ha quedado ratificado por una resolución judicial que ya forma parte de los registros públicos.
<p>La empresaria gastronómica Maru Botana y su esposo, Bernardo Solá, enfrentan una crisis tras una denuncia por acoso y hostigamiento laboral presentada por una exempleada. El conflicto, que incluía acusaciones por comportamientos inapropiados y deudas salariales, se resolvió mediante un acuerdo conciliatorio de 50 millones de pesos. El caso reavivó críticas de antiguos colegas sobre el clima laboral en sus emprendimientos.</p>
Resumen generado automáticamente por inteligencia artificial
Parece que en el universo de las tortas de dieciocho pisos y las familias superpobladas, el ingrediente secreto no era el dulce de leche repostero, sino un espeso glaseado de expedientes judiciales. La reina de la pastelería televisiva, esa mujer que parece haber nacido con una sonrisa tallada en mármol y una batidora en la mano, se encuentra hoy decorando un escándalo que ni la más densa de sus cremas puede tapar. Su marido, Bernardo Solá, ha demostrado que para sostener el imperio del azúcar no solo hace falta harina, sino también unos 50 millones de pesos para que una exempleada olvide las «miradas fijas» que, según la denuncia, eran más insistentes que un cobrador de impuestos en plena crisis.
Es fascinante observar cómo la dialéctica de Maru Botana pasa de «unir a la familia frente al horno» a «arreglé todo con los abogados porque hoy está de moda hablar mal de los jefes». Una frase que, por cierto, tiene el mismo nivel de empatía que un granizado de hielos secos. Según la lógica de la cocinera, denunciar acoso laboral es el nuevo «challenge» de TikTok, una tendencia pasajera que nada tiene que ver con el hecho de que su socio y cónyuge haya tenido que desembolsar cuotas de 11.000 dólares para evitar que el asunto llegue a oídos de un juez con menos paciencia que un pastelero un domingo al mediodía. Al parecer, la estrategia de defensa consistió en aplicar la misma técnica que con el merengue: batir hasta que la verdad se vuelva una nube blanca, densa y, sobre todo, silenciosa.
Pero el problema de los secretos es que, en la cocina de los medios, siempre hay alguien que deja la hornalla prendida. La fila de colegas que salieron a decir «yo también lloré con Maru» es más larga que la cola para comprar medialunas en Mar del Plata. Desde Sergio Lapegüe hasta Jimena Monteverde, pasando por Coco Carreño y la siempre filosa Yanina Latorre, todos parecen coincidir en que trabajar con la «reina de los mil hijos» es una experiencia que requiere más terapia que talento culinario. Mientras la empresaria sigue juzgando pasteles en televisión, el público descubre que detrás del decorado de felicidad perfecta había un clima de «hostigamiento» que obligaba a las empleadas a dejar de maquillarse para no ser el blanco de la mirada de un jefe que, evidentemente, no estaba buscando precisamente la consistencia del bizcochuelo.
Contenido humorístico generado por inteligencia artificial
La reconocida cocinera y empresaria Maru Botana se encuentra en el centro de una compleja situación mediática y judicial tras revelarse detalles de una demanda que afecta directamente a su entorno más íntimo. Esta semana se confirmó que su esposo y socio comercial, Bernardo Solá, enfrentó una grave denuncia por acoso y hostigamiento laboral, la cual fue cerrada mediante un acuerdo económico millonario antes de llegar a la instancia de juicio oral.
Detalles de la denuncia y hostigamiento
La demanda fue tramitada ante el Juzgado Nacional de Primera Instancia n° 47, iniciada por una exempleada de uno de los locales de pastelería que la familia posee en el barrio porteño de Belgrano. Según el expediente judicial, la denunciante describió comportamientos inapropiados por parte de Solá, que incluían constantes comentarios y «miradas fijas sobre partes específicas del cuerpo», lo que generaba un clima de extrema incomodidad para el personal.
Uno de los puntos más alarmantes del relato indica que la empleada se vio obligada a modificar drásticamente su imagen personal, dejando de maquillarse y alterando su forma de vestir con el objetivo de «pasar desapercibida» y evitar el acoso del empresario. Además del hostigamiento, el reclamo legal abarcaba deudas salariales y testimonios sobre un trato despectivo sistemático hacia las trabajadoras del establecimiento.
Un acuerdo económico de 50 millones de pesos
Para evitar la exposición de un juicio público, la defensa de la familia Botana-Solá optó por un acuerdo transaccional que involucra una cifra récord para este tipo de conflictos laborales. La indemnización total se fijó en 50 millones de pesos. Según trascendió, el pasado 9 de diciembre se hizo efectivo un primer pago de 22 millones de pesos, mientras que el remanente se cancelará en cuotas mensuales de aproximadamente 11.000 dólares.
Es importante señalar que, según el protocolo de estos pactos legales, los demandados abonaron la suma «al solo efecto conciliatorio», lo que implica que no existe un reconocimiento explícito de culpa. Sin embargo, en la opinión pública y el ámbito judicial, la magnitud del pago ha sido interpretada como una medida drástica para contener el impacto del escándalo.
La reacción de Botana y los testimonios de colegas
Tras la filtración de la noticia, Maru Botana rompió el silencio con declaraciones que generaron aún más controversia por su falta de autocrítica. «Esta chica es mala persona, es una basura. Ya arreglé todo con los abogados. Hoy está de moda hablar mal de los jefes», expresó la empresaria, minimizando la gravedad de la acusación.
No obstante, el caso ha provocado un «efecto dominó» en el ambiente artístico y gastronómico, donde diversas figuras recordaron experiencias negativas con la cocinera:
- Jimena Monteverde: Aseguró que Botana la «dejó sin trabajo» al exigir exclusividad en un canal, calificándola como su «decepción más grande».
- Sergio Lapegüe: Reveló que su experiencia laboral con ella fue «malísima» y que llegó a las lágrimas por el maltrato recibido durante grabaciones.
- Coco Carreño: Exmano derecha de la cocinera, confirmó que la relación finalizó debido a un liderazgo «angustiante».
- Yanina Latorre: Sostiene que Botana practicaba hostigamiento y bullying desde su época universitaria.
A pesar del cierre del frente legal mediante el pago millonario, el impacto en la reputación corporativa de la marca Maru Botana es significativo. Mientras la empresaria continúa con sus compromisos televisivos en Bake Off Famosos, el estigma de un entorno laboral hostil ha quedado ratificado por una resolución judicial que ya forma parte de los registros públicos.
Parece que en el universo de las tortas de dieciocho pisos y las familias superpobladas, el ingrediente secreto no era el dulce de leche repostero, sino un espeso glaseado de expedientes judiciales. La reina de la pastelería televisiva, esa mujer que parece haber nacido con una sonrisa tallada en mármol y una batidora en la mano, se encuentra hoy decorando un escándalo que ni la más densa de sus cremas puede tapar. Su marido, Bernardo Solá, ha demostrado que para sostener el imperio del azúcar no solo hace falta harina, sino también unos 50 millones de pesos para que una exempleada olvide las «miradas fijas» que, según la denuncia, eran más insistentes que un cobrador de impuestos en plena crisis.
Es fascinante observar cómo la dialéctica de Maru Botana pasa de «unir a la familia frente al horno» a «arreglé todo con los abogados porque hoy está de moda hablar mal de los jefes». Una frase que, por cierto, tiene el mismo nivel de empatía que un granizado de hielos secos. Según la lógica de la cocinera, denunciar acoso laboral es el nuevo «challenge» de TikTok, una tendencia pasajera que nada tiene que ver con el hecho de que su socio y cónyuge haya tenido que desembolsar cuotas de 11.000 dólares para evitar que el asunto llegue a oídos de un juez con menos paciencia que un pastelero un domingo al mediodía. Al parecer, la estrategia de defensa consistió en aplicar la misma técnica que con el merengue: batir hasta que la verdad se vuelva una nube blanca, densa y, sobre todo, silenciosa.
Pero el problema de los secretos es que, en la cocina de los medios, siempre hay alguien que deja la hornalla prendida. La fila de colegas que salieron a decir «yo también lloré con Maru» es más larga que la cola para comprar medialunas en Mar del Plata. Desde Sergio Lapegüe hasta Jimena Monteverde, pasando por Coco Carreño y la siempre filosa Yanina Latorre, todos parecen coincidir en que trabajar con la «reina de los mil hijos» es una experiencia que requiere más terapia que talento culinario. Mientras la empresaria sigue juzgando pasteles en televisión, el público descubre que detrás del decorado de felicidad perfecta había un clima de «hostigamiento» que obligaba a las empleadas a dejar de maquillarse para no ser el blanco de la mirada de un jefe que, evidentemente, no estaba buscando precisamente la consistencia del bizcochuelo.