El reconocido farmacéutico por la Universidad Complutense de Madrid y nutricionista por la Universidad Carlemany de Andorra, Phil Hugo, ha lanzado su reciente obra titulada ‘Magnesio’. El autor, un destacado divulgador francés especializado en salud integrativa y nutrición, profundiza en las propiedades esenciales de un mineral que considera crítico para enfrentar las demandas biológicas de la vida moderna.
Propiedades y funciones en el organismo
Según explica Hugo, el magnesio es un mineral indispensable que actúa como cofactor en cientos de reacciones enzimáticas, incluyendo la fabricación y el uso del ATP, la síntesis y reparación del ADN, la contracción muscular y el control de la glucosa. «Si tuviera que definirlo en una frase, diría que el magnesio es el mineral de la calma y de la energía a la vez», sostiene el autor.
Un dato fundamental que resalta el especialista es que solo el 1 % del magnesio circula en la sangre, mientras que más del 60 % se encuentra en el tejido óseo y una parte importante en el músculo. Por esta razón, una analítica de suero convencional puede arrojar valores normales aun cuando las reservas intracelulares se encuentren en niveles críticos. Hugo define al magnesio como un «mineral silencioso» cuyos síntomas de carencia se perciben primero en la calidad del sueño y la función cognitiva antes que en los resultados de laboratorio.
El mercado de suplementos: la metáfora del transporte
Para diferenciar la amplia oferta de suplementos, el experto propone una analogía basada en el tráfico de la M30 de Madrid un viernes por la tarde. Clasifica los productos en tres categorías según su biodisponibilidad:
- Sales inorgánicas («El coche»): Incluye el óxido, carbonato e hidróxido de magnesio. Aunque suelen tener mayor cantidad de mineral elemental, su absorción es muy baja y suelen actuar principalmente como laxantes.
- Sales orgánicas («La moto»): Como el citrato, malato o lactato. Poseen una mejor absorción y generan menos inconvenientes digestivos.
- Quelados con aminoácidos («El jet privado»): Como el bisglicinato o taurinato. Representan las formas más biodisponibles, especialmente efectivas para el sistema nervioso y el rendimiento físico.
Detección de déficit y fuentes alimenticias
El autor advierte que el estrés crónico, el consumo de ultraprocesados, el exceso de café y alcohol, junto con ciertos fármacos como el omeprazol, actúan vaciando las reservas de magnesio. Entre las señales típicas de alerta, menciona los calambres, temblores en los párpados, tensión muscular, insomnio, ansiedad y migrañas, que calificó como fallas en el «freno» neuromuscular.
Para revertir este déficit oculto, Phil Hugo recomienda priorizar una dieta mediterránea omnívora rica en:
- Mariscos y pescados azules: Mejillones, sardinas y caballa, que ofrecen magnesio altamente biodisponible.
- Verduras de hoja verde:** Especialmente espinacas y kale (la clorofila contiene magnesio en su centro).
- Frutos secos y cacao:** Almendras, semillas de chía y chocolate con alto porcentaje de cacao.
- Aguas minerales:** Aquellas con concentraciones superiores a 50 mg/L.
Impacto en la salud metabólica y neurológica
La relación entre el magnesio y la resistencia a la insulina es otro punto clave del libro. El mineral actúa como el «cerrajero» de los receptores de insulina; su carencia se asocia con un aumento del 23% en el riesgo de padecer diabetes tipo 2. En el sistema nervioso, el magnesio equilibra el eje GABA-glutamato, potenciando el efecto calmante y evitando la excitotoxicidad neuronal producida por el exceso de calcio.
Finalmente, para elegir un suplemento adecuado, Hugo sugiere verificar la forma química según el objetivo (ansiolítico, muscular o laxante), la presencia de patentes reconocidas que aseguren pureza y la inclusión de vitamina B6 (P5P) para facilitar la absorción celular. Además del magnesio, el autor señaló al hierro como otro mineral esencial en riesgo debido a una «epidemia silenciosa» de anemias ferropénicas que afectan la integridad intestinal y la salud tiroidea.
<p>El farmacéutico y nutricionista francés Phil Hugo presentó su nuevo libro ‘Magnesio’, donde profundiza en la relevancia de este mineral para el metabolismo y el sistema nervioso. El autor advierte sobre el déficit crónico en la población actual debido al estrés y la dieta procesada, detallando la importancia de elegir suplementos de alta biodisponibilidad para optimizar el rendimiento físico y cognitivo en el contexto de 2025.</p>
Resumen generado automáticamente por inteligencia artificial
Bienvenidos al 2025, esa era dorada donde estamos todos tan sobreestimulados que nuestras neuronas parecen estar en un pogo eterno de una banda de punk sin instrumentos. Vivimos vibrando por las radiaciones 5G, el estrés crónico de existir y ese café número cinco que nos tomamos para no colapsar frente al monitor. En este escenario de caos biológico, aparece el divulgador francés Phil Hugo para recordarnos que nos falta magnesio, ese «mineral de la calma y de la energía» que nosotros, en nuestra infinita sabiduría ciudadana, solemos reemplazar por ansiedad pura y una suscripción al gimnasio a la que nunca vamos. Hugo nos advierte que estamos vaciando la «bañera» de nuestros depósitos minerales mientras intentamos compensar el cansancio con más cafeína, una estrategia tan brillante como intentar apagar un incendio forestal con un atomizador de perfume.
Lo más fascinante de la cátedra de Hugo es su metáfora del tránsito madrileño aplicada a lo que ingerimos. Resulta que si vas a la farmacia y comprás el magnesio más barato —ese que suele decir «marino» para sonar natural y poético—, te estás subiendo a un auto estancado en un embotellamiento un viernes a la tarde. El resultado no es la paz mental ni el rendimiento deportivo, sino un viaje directo y sin escalas al baño, actuando más como un desalojo forzoso de tus intestinos que como un nutriente celular. Mientras vos esperás que se te pase el tic en el párpado, el magnesio inorgánico se queda en la puerta del intestino saludando a los que pasan. Hugo propone, en cambio, subirnos al «jet privado» de los quelados, esas formas de alta alcurnia que sí saben dónde queda la mitocondria y entran sin pedir permiso, permitiéndote ser ese ser humano funcional que alguna vez soñaste ser antes de que el cortisol se convirtiera en tu grupo sanguíneo predominante.
Pero el magnesio no es solo para dejar de temblar como una hoja de otoño; es el «cerrajero» que permite que la insulina haga su trabajo. Sin él, tus células se vuelven sordas a la insulina y terminás siendo una esponja saturada que no absorbe ni un gramo de energía. Hugo nos explica que el magnesio es el técnico de la sala de control de nuestro sistema nervioso, ese que evita que el «modo alarma» se quede trabado para siempre. Básicamente, si sentís que tu cuerpo es una sinfonía de calambres, insomnio y migrañas, es porque el técnico se tomó franco y vos seguís consumiendo ultraprocesados como si no hubiera un mañana. Al final, la propuesta es simple: volver a la dieta mediterránea, comer más sardinas y mejillones, y dejar de confiar en que una analítica de sangre «normal» significa que tus huesos no están pidiendo clemencia a gritos. Porque en el 2025, estar sano es casi un acto de rebeldía galénica.
Contenido humorístico generado por inteligencia artificial
El reconocido farmacéutico por la Universidad Complutense de Madrid y nutricionista por la Universidad Carlemany de Andorra, Phil Hugo, ha lanzado su reciente obra titulada ‘Magnesio’. El autor, un destacado divulgador francés especializado en salud integrativa y nutrición, profundiza en las propiedades esenciales de un mineral que considera crítico para enfrentar las demandas biológicas de la vida moderna.
Propiedades y funciones en el organismo
Según explica Hugo, el magnesio es un mineral indispensable que actúa como cofactor en cientos de reacciones enzimáticas, incluyendo la fabricación y el uso del ATP, la síntesis y reparación del ADN, la contracción muscular y el control de la glucosa. «Si tuviera que definirlo en una frase, diría que el magnesio es el mineral de la calma y de la energía a la vez», sostiene el autor.
Un dato fundamental que resalta el especialista es que solo el 1 % del magnesio circula en la sangre, mientras que más del 60 % se encuentra en el tejido óseo y una parte importante en el músculo. Por esta razón, una analítica de suero convencional puede arrojar valores normales aun cuando las reservas intracelulares se encuentren en niveles críticos. Hugo define al magnesio como un «mineral silencioso» cuyos síntomas de carencia se perciben primero en la calidad del sueño y la función cognitiva antes que en los resultados de laboratorio.
El mercado de suplementos: la metáfora del transporte
Para diferenciar la amplia oferta de suplementos, el experto propone una analogía basada en el tráfico de la M30 de Madrid un viernes por la tarde. Clasifica los productos en tres categorías según su biodisponibilidad:
- Sales inorgánicas («El coche»): Incluye el óxido, carbonato e hidróxido de magnesio. Aunque suelen tener mayor cantidad de mineral elemental, su absorción es muy baja y suelen actuar principalmente como laxantes.
- Sales orgánicas («La moto»): Como el citrato, malato o lactato. Poseen una mejor absorción y generan menos inconvenientes digestivos.
- Quelados con aminoácidos («El jet privado»): Como el bisglicinato o taurinato. Representan las formas más biodisponibles, especialmente efectivas para el sistema nervioso y el rendimiento físico.
Detección de déficit y fuentes alimenticias
El autor advierte que el estrés crónico, el consumo de ultraprocesados, el exceso de café y alcohol, junto con ciertos fármacos como el omeprazol, actúan vaciando las reservas de magnesio. Entre las señales típicas de alerta, menciona los calambres, temblores en los párpados, tensión muscular, insomnio, ansiedad y migrañas, que calificó como fallas en el «freno» neuromuscular.
Para revertir este déficit oculto, Phil Hugo recomienda priorizar una dieta mediterránea omnívora rica en:
- Mariscos y pescados azules: Mejillones, sardinas y caballa, que ofrecen magnesio altamente biodisponible.
- Verduras de hoja verde:** Especialmente espinacas y kale (la clorofila contiene magnesio en su centro).
- Frutos secos y cacao:** Almendras, semillas de chía y chocolate con alto porcentaje de cacao.
- Aguas minerales:** Aquellas con concentraciones superiores a 50 mg/L.
Impacto en la salud metabólica y neurológica
La relación entre el magnesio y la resistencia a la insulina es otro punto clave del libro. El mineral actúa como el «cerrajero» de los receptores de insulina; su carencia se asocia con un aumento del 23% en el riesgo de padecer diabetes tipo 2. En el sistema nervioso, el magnesio equilibra el eje GABA-glutamato, potenciando el efecto calmante y evitando la excitotoxicidad neuronal producida por el exceso de calcio.
Finalmente, para elegir un suplemento adecuado, Hugo sugiere verificar la forma química según el objetivo (ansiolítico, muscular o laxante), la presencia de patentes reconocidas que aseguren pureza y la inclusión de vitamina B6 (P5P) para facilitar la absorción celular. Además del magnesio, el autor señaló al hierro como otro mineral esencial en riesgo debido a una «epidemia silenciosa» de anemias ferropénicas que afectan la integridad intestinal y la salud tiroidea.
Bienvenidos al 2025, esa era dorada donde estamos todos tan sobreestimulados que nuestras neuronas parecen estar en un pogo eterno de una banda de punk sin instrumentos. Vivimos vibrando por las radiaciones 5G, el estrés crónico de existir y ese café número cinco que nos tomamos para no colapsar frente al monitor. En este escenario de caos biológico, aparece el divulgador francés Phil Hugo para recordarnos que nos falta magnesio, ese «mineral de la calma y de la energía» que nosotros, en nuestra infinita sabiduría ciudadana, solemos reemplazar por ansiedad pura y una suscripción al gimnasio a la que nunca vamos. Hugo nos advierte que estamos vaciando la «bañera» de nuestros depósitos minerales mientras intentamos compensar el cansancio con más cafeína, una estrategia tan brillante como intentar apagar un incendio forestal con un atomizador de perfume.
Lo más fascinante de la cátedra de Hugo es su metáfora del tránsito madrileño aplicada a lo que ingerimos. Resulta que si vas a la farmacia y comprás el magnesio más barato —ese que suele decir «marino» para sonar natural y poético—, te estás subiendo a un auto estancado en un embotellamiento un viernes a la tarde. El resultado no es la paz mental ni el rendimiento deportivo, sino un viaje directo y sin escalas al baño, actuando más como un desalojo forzoso de tus intestinos que como un nutriente celular. Mientras vos esperás que se te pase el tic en el párpado, el magnesio inorgánico se queda en la puerta del intestino saludando a los que pasan. Hugo propone, en cambio, subirnos al «jet privado» de los quelados, esas formas de alta alcurnia que sí saben dónde queda la mitocondria y entran sin pedir permiso, permitiéndote ser ese ser humano funcional que alguna vez soñaste ser antes de que el cortisol se convirtiera en tu grupo sanguíneo predominante.
Pero el magnesio no es solo para dejar de temblar como una hoja de otoño; es el «cerrajero» que permite que la insulina haga su trabajo. Sin él, tus células se vuelven sordas a la insulina y terminás siendo una esponja saturada que no absorbe ni un gramo de energía. Hugo nos explica que el magnesio es el técnico de la sala de control de nuestro sistema nervioso, ese que evita que el «modo alarma» se quede trabado para siempre. Básicamente, si sentís que tu cuerpo es una sinfonía de calambres, insomnio y migrañas, es porque el técnico se tomó franco y vos seguís consumiendo ultraprocesados como si no hubiera un mañana. Al final, la propuesta es simple: volver a la dieta mediterránea, comer más sardinas y mejillones, y dejar de confiar en que una analítica de sangre «normal» significa que tus huesos no están pidiendo clemencia a gritos. Porque en el 2025, estar sano es casi un acto de rebeldía galénica.