La industria láctea argentina atraviesa en el cierre de 2025 uno de sus períodos más complejos de la última década. El sector se encuentra condicionado por una combinación de factores que incluyen el incremento sostenido en los costos de producción, el atraso en los precios percibidos por los tamberos y una sensible retracción del consumo en el mercado interno. Esta crisis estructural ha golpeado con particular dureza a las cuencas lecheras de Santa Fe y Córdoba, donde diversas empresas han debido reducir su capacidad operativa o paralizar sus actividades.
Lácteos Verónica: colapso productivo y financiero
En este escenario, la situación de Lácteos Verónica ha encendido las alarmas en el sector productivo santafesino. Tras semanas de conflicto por retrasos salariales y una marcada inestabilidad financiera, se confirmó que la compañía ha ingresado en un “compás de espera” hasta los primeros días de enero, con el fin de buscar alternativas que permitan la continuidad de sus tres unidades productivas ubicadas en Clason, Lehmann y Suardi.
Aunque en las últimas horas se registró un leve alivio con el depósito de deudas semanales pendientes, el malestar gremial persiste. “El pasado (miércoles) completaron el resto de la deuda semanal y se volvió al cronograma normal”, informaron fuentes gremiales. No obstante, los trabajadores denunciaron que aún resta cancelar aproximadamente el 50% de los haberes de noviembre y la totalidad del aguinaldo. Un operario describió el panorama actual de manera contundente: “La planta está prácticamente vacía, con muchísima incertidumbre”. Los delegados han establecido el 8 de enero como fecha límite para obtener definiciones concretas sobre el plan de negocios de la firma.
Un pasivo millonario que asfixia la operación
La magnitud de la crisis financiera de Lácteos Verónica se ve reflejada en sus indicadores operativos y bancarios. La empresa, que anteriormente procesaba un volumen cercano a los 800.000 litros diarios, ha visto reducida su actividad a apenas 180.000 litros, lo que representa una caída superior al 77% en su nivel de producción. Esta situación derivó en la presentación de un Procedimiento Preventivo de Crisis (PPC) ante las autoridades laborales.
En el frente financiero, los datos de la Central de Deudores del Banco Central de la República Argentina (BCRA) son reveladores de una insolvencia profunda. La compañía acumula un total de 3.698 cheques rechazados por falta de fondos. El monto consolidado de esta deuda asciende a $13.231 millones, cifra que compromete no solo el futuro inmediato de la usina, sino que arrastra en su caída a una vasta red de proveedores, tambos y familias que integran una de las cadenas de valor más tradicionales de la región.
<p>La industria láctea argentina finaliza 2025 en una situación crítica, caracterizada por altos costos y una drástica caída del consumo. Lácteos Verónica, firma emblemática de Santa Fe, se encuentra al borde del colapso financiero con una deuda superior a los 13.000 millones de pesos en cheques rechazados. La producción de la empresa se desplomó un 77%, generando incertidumbre laboral en sus tres plantas industriales.</p>
Resumen generado automáticamente por inteligencia artificial
Parece que en la Argentina de finales de 2025, la leche ya no fluye de las ubres de las vacas, sino de un milagro contable que la administración de Lácteos Verónica dejó de poder realizar hace tiempo. La empresa, que supo ser el estandarte de las mesas santafesinas, ha decidido incursionar en el coleccionismo extremo de documentos bancarios: acumula 3.698 cheques rechazados. Es una cifra tan astronómica que uno se pregunta si el departamento de finanzas estaba usando la chequera para empapelar las oficinas o si simplemente estaban jugando al «dígalo con mímica» con el Banco Central. Con un pasivo de 13.231 millones de pesos, Verónica no solo está al borde del abismo; está haciendo equilibrio en una cuerda floja de queso crema mientras abajo la espera un océano de acreedores con muy poca paciencia y mucho menos sentido del humor.
La caída de la producción de 800.000 a 180.000 litros diarios es, técnicamente hablando, un éxito rotundo si el objetivo era transformar una usina láctea en un set de filmación de una película de terror post-apocalíptica. «La planta está prácticamente vacía», dice un operario, resumiendo en cinco palabras lo que a los economistas les toma tres seminarios explicar: que cuando no hay plata, no hay leche, y cuando no hay leche, el único «yogur con frutas» que queda es el sabor amargo de la incertidumbre. El famoso «compás de espera» hasta el 8 de enero suena más a una tregua de año nuevo para que los directivos puedan comer el pan dulce en paz antes de que la realidad los pase por encima con la fuerza de un camión cisterna sin frenos.
Lo más fascinante de esta tragedia es cómo una de las economías regionales más potentes del país terminó convirtiéndose en una crónica de suspenso digna de una novela de la tarde. Mientras los trabajadores aguardan el pago del aguinaldo y la mitad de los sueldos de noviembre, la empresa parece estar operando bajo la lógica del «mañana vemos». Es el sueño de la sustentabilidad transformado en la pesadilla del Procedimiento Preventivo de Crisis, donde lo único que se previene es que alguien pueda dormir tranquilo. Si el 2026 no arranca con una inyección de capital o un milagro de dimensiones bíblicas, lo único que quedará de Verónica será el recuerdo de un dulce de leche que, hoy más que nunca, se nos quedó pegado en el paladar de la decepción industrial.
Contenido humorístico generado por inteligencia artificial
La industria láctea argentina atraviesa en el cierre de 2025 uno de sus períodos más complejos de la última década. El sector se encuentra condicionado por una combinación de factores que incluyen el incremento sostenido en los costos de producción, el atraso en los precios percibidos por los tamberos y una sensible retracción del consumo en el mercado interno. Esta crisis estructural ha golpeado con particular dureza a las cuencas lecheras de Santa Fe y Córdoba, donde diversas empresas han debido reducir su capacidad operativa o paralizar sus actividades.
Lácteos Verónica: colapso productivo y financiero
En este escenario, la situación de Lácteos Verónica ha encendido las alarmas en el sector productivo santafesino. Tras semanas de conflicto por retrasos salariales y una marcada inestabilidad financiera, se confirmó que la compañía ha ingresado en un “compás de espera” hasta los primeros días de enero, con el fin de buscar alternativas que permitan la continuidad de sus tres unidades productivas ubicadas en Clason, Lehmann y Suardi.
Aunque en las últimas horas se registró un leve alivio con el depósito de deudas semanales pendientes, el malestar gremial persiste. “El pasado (miércoles) completaron el resto de la deuda semanal y se volvió al cronograma normal”, informaron fuentes gremiales. No obstante, los trabajadores denunciaron que aún resta cancelar aproximadamente el 50% de los haberes de noviembre y la totalidad del aguinaldo. Un operario describió el panorama actual de manera contundente: “La planta está prácticamente vacía, con muchísima incertidumbre”. Los delegados han establecido el 8 de enero como fecha límite para obtener definiciones concretas sobre el plan de negocios de la firma.
Un pasivo millonario que asfixia la operación
La magnitud de la crisis financiera de Lácteos Verónica se ve reflejada en sus indicadores operativos y bancarios. La empresa, que anteriormente procesaba un volumen cercano a los 800.000 litros diarios, ha visto reducida su actividad a apenas 180.000 litros, lo que representa una caída superior al 77% en su nivel de producción. Esta situación derivó en la presentación de un Procedimiento Preventivo de Crisis (PPC) ante las autoridades laborales.
En el frente financiero, los datos de la Central de Deudores del Banco Central de la República Argentina (BCRA) son reveladores de una insolvencia profunda. La compañía acumula un total de 3.698 cheques rechazados por falta de fondos. El monto consolidado de esta deuda asciende a $13.231 millones, cifra que compromete no solo el futuro inmediato de la usina, sino que arrastra en su caída a una vasta red de proveedores, tambos y familias que integran una de las cadenas de valor más tradicionales de la región.
Parece que en la Argentina de finales de 2025, la leche ya no fluye de las ubres de las vacas, sino de un milagro contable que la administración de Lácteos Verónica dejó de poder realizar hace tiempo. La empresa, que supo ser el estandarte de las mesas santafesinas, ha decidido incursionar en el coleccionismo extremo de documentos bancarios: acumula 3.698 cheques rechazados. Es una cifra tan astronómica que uno se pregunta si el departamento de finanzas estaba usando la chequera para empapelar las oficinas o si simplemente estaban jugando al «dígalo con mímica» con el Banco Central. Con un pasivo de 13.231 millones de pesos, Verónica no solo está al borde del abismo; está haciendo equilibrio en una cuerda floja de queso crema mientras abajo la espera un océano de acreedores con muy poca paciencia y mucho menos sentido del humor.
La caída de la producción de 800.000 a 180.000 litros diarios es, técnicamente hablando, un éxito rotundo si el objetivo era transformar una usina láctea en un set de filmación de una película de terror post-apocalíptica. «La planta está prácticamente vacía», dice un operario, resumiendo en cinco palabras lo que a los economistas les toma tres seminarios explicar: que cuando no hay plata, no hay leche, y cuando no hay leche, el único «yogur con frutas» que queda es el sabor amargo de la incertidumbre. El famoso «compás de espera» hasta el 8 de enero suena más a una tregua de año nuevo para que los directivos puedan comer el pan dulce en paz antes de que la realidad los pase por encima con la fuerza de un camión cisterna sin frenos.
Lo más fascinante de esta tragedia es cómo una de las economías regionales más potentes del país terminó convirtiéndose en una crónica de suspenso digna de una novela de la tarde. Mientras los trabajadores aguardan el pago del aguinaldo y la mitad de los sueldos de noviembre, la empresa parece estar operando bajo la lógica del «mañana vemos». Es el sueño de la sustentabilidad transformado en la pesadilla del Procedimiento Preventivo de Crisis, donde lo único que se previene es que alguien pueda dormir tranquilo. Si el 2026 no arranca con una inyección de capital o un milagro de dimensiones bíblicas, lo único que quedará de Verónica será el recuerdo de un dulce de leche que, hoy más que nunca, se nos quedó pegado en el paladar de la decepción industrial.