Un estudio de The Lancet advierte que la sociedad podría repetir errores del pasado con la IA, como ocurrió con internet y las redes sociales. La falta de estudio científico sobre sus efectos en la salud mental de los menores podría dejar a los jóvenes vulnerables. La IA presenta riesgos como la suplantación de identidad y la exposición a contenidos dañinos. Además, un estudio revela que uno de cada 12 niños sufre abusos o explotación sexual cada año, un problema agravado por la tecnología. La formación, información e investigación son claves para mitigar estos riesgos, especialmente en un contexto donde los menores acceden a la tecnología desde temprana edad sin suficiente preparación.
¿Estamos a punto de tropezar con la misma piedra? Parece que la historia se repite, y no precisamente como comedia. Un nuevo estudio publicado en The Lancet sacude el avispero: la inteligencia artificial (IA) va camino a convertirse en el próximo gran dolor de cabeza para la sociedad, especialmente para nuestros pibes. La advertencia es clara. Si no aprendemos de los errores que cometimos con internet y las redes sociales, nos vamos a encontrar en diez años con otro quilombo mayúsculo, con pánico mediático y sin herramientas para garantizar la seguridad de los más jóvenes.
Un Déjà Vu digital
Karen L. Mansfield, psicóloga investigadora de la Universidad de Oxford, lo pone en negro sobre blanco: “Si no aprendemos de las experiencias pasadas, es posible que nos encontremos en una situación similar dentro de diez años (…), absorbidos por otro ciclo de pánico mediático y sin lograr que la IA sea segura y beneficiosa para los niños y adolescentes”. Y mientras los científicos se ponen a estudiar los efectos de esta nueva tecnología en la salud mental de los menores, ellos ya estarán hasta el cuello metidos en ella.
Jorge B., conocido en la jungla digital como @NoobInTheNet, quien a los 12 años ya exploraba las entrañas de internet, lo confirma con conocimiento de causa: “En internet puedes encontrar todo lo malo que puedas imaginar, el tráfico de cualquier tipo de cosas. Ya existía antes de internet, pero esta ha sido una plataforma de impulso y difusión global”. Un llamado de atención que nos recuerda que los riesgos están a plena vista y al alcance de cualquiera, no escondidos en la deep web como se cree.
Peligros a la vista
Los peligros no se esconden detrás de códigos indescifrables, sino que están a la vista, a merced de los pibes que carecen de experiencia y madurez tecnológica. Al loro con las suplantaciones de identidad a través de contenidos falsos; una jugada sucia que se ceba con las niñas y las jóvenes. Pero la cosa no termina ahí. Los «agentes de IA» y las imágenes tan reales como la vida misma (los famosos deepfakes que no son tan fake) son capaces de influir en las emociones y comportamientos de los niños. Y ni hablar de los sistemas de recomendación de contenido y las herramientas de autodiagnóstico en línea para problemas como la depresión y la ansiedad, que se están utilizando cada vez más.
Mansfield lo resume con una frase que cala hondo: “Con una IA similar a la humana que mejora o modera las interacciones en línea, la gama de beneficios y daños potenciales para los niños y adolescentes es más diversa de lo que nunca han sido las redes sociales y los juegos en línea por sí solos”.
Marc Rivero, Lead Security Researcher de Kaspersky, coincide en el pronóstico sombrío. “Al personalizar los contenidos que ven y sugerir interacciones, la IA puede exponerlos a materiales inadecuados o grupos online que promuevan actividades ilegales. Estas influencias pueden aumentar la ansiedad, el aislamiento o incluso llevarlos a comportamientos de riesgo en el entorno digital”.
Además el informe de Kaspersky Estar en línea: niños y padres en Internet pinta un panorama desolador en nuestro país. Casi la mitad de los menores españoles tocan un dispositivo con conexión a internet antes de los siete años. ¿Lo más preocupante? El 24,5% de los padres nunca hablan con sus hijos sobre los peligros del entorno digital y el 75% reconoce que sus hijos no están preparados para usar la red de forma segura. Un cóctel explosivo, ¿no?
La clave, según todos los especialistas, está en tres patas: formación, información e investigación. Sin esto, cualquier regulación o prohibición de uso será papel mojado. Lo mismo que la confianza ciega en herramientas de control parental que a menudo quedan como meros adornos en un mundo cada vez más complejo.
La cruda realidad del abuso infantil
Por si la cosa no fuera lo suficientemente turbia, otro estudio también publicado en The Lancet, liderado por Deborah Fry, revela el horror que ya está instalado: uno de cada 12 niños en el mundo sufre explotación o abuso sexual al año. Sí, leíste bien. Y la IA, como si fuera una mano amiga siniestra, contribuye al problema.
“Las tecnologías emergentes basadas en avances tanto en *hardware* [equipos] como en *software* [programas] están utilizando décadas de investigación en IA. Las formas en que los jóvenes interactúan con ella cambian constantemente y muchos expertos predicen una IA similar a la humana en esta década”, advierte Fry. Ya no son solo los tiempos de pantalla o las redes sociales los que nos deben preocupar, la cuestión va más allá y urge regular los contenidos dañinos.
Más allá de datos y números que nos dejan con un sabor amargo en la boca, el mensaje es claro: estamos ante un nuevo desafío que nos exige dejar de mirar para otro lado. La IA no es el bicho malo de la película, pero tampoco la panacea. Está en nuestras manos educar, informar e investigar para hacer de esta tecnología una herramienta segura y beneficiosa para las generaciones más jóvenes. Si no reaccionamos ahora, podemos estar seguros de que en diez años, vamos a estar lamentando las decisiones que no tomamos hoy. Y ese ya no sería un déjà vu, sino una pésima jugada de nuestro propio egoísmo.