En una resolución de alto impacto judicial, el fiscal Pablo Jávega ordenó la elevación a juicio de la causa principal por el femicidio de Nora Raquel Dalmasso, el crimen perpetrado el 25 de noviembre de 2006 que conmocionó al país. La decisión se tomó a pesar de que la Sala Penal del Tribunal Superior de Justicia (TSJ) aún no se ha expedido sobre la controversia legal existente respecto a la posible prescripción de la acción penal.
Según detalló el funcionario judicial, la investigación específica que derivó en esta acusación había iniciado el 15 de octubre de 2022, con el objetivo centrado de identificar a los partícipes materiales del hecho. Este proceso llegó a su fin tras receptar la declaración del imputado e incorporar «la totalidad de la prueba que fuera ordenada y requerida por las partes». La solicitud formal de elevación a juicio ya fue notificada tanto a la defensa técnica del acusado como a la familia de la víctima, constituida como querellante particular.
La prueba genética como eje de la acusación
En conferencia de prensa, Jávega explicó los motivos de su decisión frente al planteo de la defensa del acusado, el parquetista Roberto Barzola, quien argumentó la excepción por el paso del tiempo. El fiscal subrayó que el elemento probatorio más contundente es el hallazgo de «compatibilidad genética, vestigios biológicos y huellas genéticas en el cinto de la bata, que fue el arma homicida». Cabe recordar que el mecanismo de muerte, una asfixia mecánica mixta (a mano y a lazo), no está en discusión.
El último fiscal interviniente detalló que se realizó un minucioso cotejo entre la huella genética encontrada en la escena del crimen y el perfil de Barzola. Además, se descartaron científicamente otras explicaciones que pudieran sugerir una contaminación de la prueba, concluyendo que no se trató de «un aporte accidental». A esto se suma la confluencia con otro rastro de ADN mitocondrial hallado en un vello púbico de la víctima, el cual coincide con la marca genética presente en el cinto.
Inconsistencias en la coartada
Más allá de la evidencia científica, Jávega remarcó que existen otros indicios que complican la situación procesal del parquetista. «El indicio más importante es la compatibilidad genética, pero no el único», afirmó el fiscal, señalando que el propio relato de Barzola lo ubica en tiempo y espacio en la escena. El acusado confirmó en declaraciones realizadas pocas horas después del crimen que estuvo en el rango horario en el que ocurrió el hecho.
Asimismo, se detectó lo que la fiscalía denomina un «indicio de mala justificación». Barzola declaró que tenía el día pago y que concurrió a un domicilio en otra casa, pero quedó acreditado que nunca asistió a ese lugar. Finalmente, una contradicción en su relato resultó clave: el imputado afirmó no haber podido trabajar en la casa de Dalmasso porque «se habían abierto las ventanas y se había mojado el piso». Para el fiscal, este detalle era imposible de verificar si no hubiera estado presente en el lugar, ya que describe «literalmente lo que se vio en la escena del delito». Según Jávega, estos indicadores analizados en conjunto excluyen otras hipótesis.
<p>El fiscal Pablo Jávega solicitó la elevación a juicio de la causa por el femicidio de Nora Dalmasso, acusando al parquetista Roberto Barzola, pese a que el Tribunal Superior de Justicia aún debe expedirse sobre la prescripción del caso. La acusación se fundamenta en pruebas de ADN halladas en la bata utilizada en el crimen y en inconsistencias detectadas en la coartada del imputado.</p>
Resumen generado automáticamente por inteligencia artificial
El caso Dalmasso es a la justicia cordobesa lo que la obra de la Sagrada Familia es a la arquitectura catalana: un proyecto eterno, lleno de detalles escabrosos y con una fecha de finalización que parece depender más de la alineación de los planetas que de la voluntad humana. Desde aquel lejano 2006, cuando todavía usábamos el MSN Messenger y creíamos que el Nokia 1100 era la cúspide de la tecnología, la investigación por el crimen de Nora ha pasado por más manos que un billete de dos pesos en una feria americana, desfilando sospechosos con una creatividad digna de un guionista de Hollywood en huelga.
Ahora, casi dos décadas después, cuando la mayoría de los testigos probablemente necesiten anteojos para leer las citaciones y audífonos para escuchar al juez, la fiscalía decide apretar el acelerador a fondo antes de que la causa prescriba y se convierta oficialmente en una leyenda urbana. El nuevo —y tardío— protagonista de este drama judicial es «el parquetista», una figura que parece sacada de un juego de Clue (fue el parquetista, en el dormitorio, con la bata), y que llega para reemplazar al desfile de imputados previos que incluyó desde familiares directos hasta al famoso «perejil», en un casting que dejó en ridículo a los mejores directores de casting del país.
Lo maravilloso del sistema judicial argentino es esa capacidad única para encontrar una huella genética clave en un cinto de bata dieciocho años después del hecho. Uno se imagina a los peritos mirando el cinto con una lupa durante años, turnándose para ir al baño, hasta que alguien gritó «¡Eureka!» justo cuando las papas de la prescripción empezaban a quemar. Mientras la Sala Penal del Tribunal Superior de Justicia se toma su tiempo para decidir si el reloj de arena ya se vació o si le queda un granito de arena, el fiscal Jávega intenta meter un triple sobre la chicharra, demostrando que en Argentina la justicia no solo es lenta, sino que le gusta el suspenso hasta el último segundo del tiempo suplementario.
Contenido humorístico generado por inteligencia artificial
En una resolución de alto impacto judicial, el fiscal Pablo Jávega ordenó la elevación a juicio de la causa principal por el femicidio de Nora Raquel Dalmasso, el crimen perpetrado el 25 de noviembre de 2006 que conmocionó al país. La decisión se tomó a pesar de que la Sala Penal del Tribunal Superior de Justicia (TSJ) aún no se ha expedido sobre la controversia legal existente respecto a la posible prescripción de la acción penal.
Según detalló el funcionario judicial, la investigación específica que derivó en esta acusación había iniciado el 15 de octubre de 2022, con el objetivo centrado de identificar a los partícipes materiales del hecho. Este proceso llegó a su fin tras receptar la declaración del imputado e incorporar «la totalidad de la prueba que fuera ordenada y requerida por las partes». La solicitud formal de elevación a juicio ya fue notificada tanto a la defensa técnica del acusado como a la familia de la víctima, constituida como querellante particular.
La prueba genética como eje de la acusación
En conferencia de prensa, Jávega explicó los motivos de su decisión frente al planteo de la defensa del acusado, el parquetista Roberto Barzola, quien argumentó la excepción por el paso del tiempo. El fiscal subrayó que el elemento probatorio más contundente es el hallazgo de «compatibilidad genética, vestigios biológicos y huellas genéticas en el cinto de la bata, que fue el arma homicida». Cabe recordar que el mecanismo de muerte, una asfixia mecánica mixta (a mano y a lazo), no está en discusión.
El último fiscal interviniente detalló que se realizó un minucioso cotejo entre la huella genética encontrada en la escena del crimen y el perfil de Barzola. Además, se descartaron científicamente otras explicaciones que pudieran sugerir una contaminación de la prueba, concluyendo que no se trató de «un aporte accidental». A esto se suma la confluencia con otro rastro de ADN mitocondrial hallado en un vello púbico de la víctima, el cual coincide con la marca genética presente en el cinto.
Inconsistencias en la coartada
Más allá de la evidencia científica, Jávega remarcó que existen otros indicios que complican la situación procesal del parquetista. «El indicio más importante es la compatibilidad genética, pero no el único», afirmó el fiscal, señalando que el propio relato de Barzola lo ubica en tiempo y espacio en la escena. El acusado confirmó en declaraciones realizadas pocas horas después del crimen que estuvo en el rango horario en el que ocurrió el hecho.
Asimismo, se detectó lo que la fiscalía denomina un «indicio de mala justificación». Barzola declaró que tenía el día pago y que concurrió a un domicilio en otra casa, pero quedó acreditado que nunca asistió a ese lugar. Finalmente, una contradicción en su relato resultó clave: el imputado afirmó no haber podido trabajar en la casa de Dalmasso porque «se habían abierto las ventanas y se había mojado el piso». Para el fiscal, este detalle era imposible de verificar si no hubiera estado presente en el lugar, ya que describe «literalmente lo que se vio en la escena del delito». Según Jávega, estos indicadores analizados en conjunto excluyen otras hipótesis.
El caso Dalmasso es a la justicia cordobesa lo que la obra de la Sagrada Familia es a la arquitectura catalana: un proyecto eterno, lleno de detalles escabrosos y con una fecha de finalización que parece depender más de la alineación de los planetas que de la voluntad humana. Desde aquel lejano 2006, cuando todavía usábamos el MSN Messenger y creíamos que el Nokia 1100 era la cúspide de la tecnología, la investigación por el crimen de Nora ha pasado por más manos que un billete de dos pesos en una feria americana, desfilando sospechosos con una creatividad digna de un guionista de Hollywood en huelga.
Ahora, casi dos décadas después, cuando la mayoría de los testigos probablemente necesiten anteojos para leer las citaciones y audífonos para escuchar al juez, la fiscalía decide apretar el acelerador a fondo antes de que la causa prescriba y se convierta oficialmente en una leyenda urbana. El nuevo —y tardío— protagonista de este drama judicial es «el parquetista», una figura que parece sacada de un juego de Clue (fue el parquetista, en el dormitorio, con la bata), y que llega para reemplazar al desfile de imputados previos que incluyó desde familiares directos hasta al famoso «perejil», en un casting que dejó en ridículo a los mejores directores de casting del país.
Lo maravilloso del sistema judicial argentino es esa capacidad única para encontrar una huella genética clave en un cinto de bata dieciocho años después del hecho. Uno se imagina a los peritos mirando el cinto con una lupa durante años, turnándose para ir al baño, hasta que alguien gritó «¡Eureka!» justo cuando las papas de la prescripción empezaban a quemar. Mientras la Sala Penal del Tribunal Superior de Justicia se toma su tiempo para decidir si el reloj de arena ya se vació o si le queda un granito de arena, el fiscal Jávega intenta meter un triple sobre la chicharra, demostrando que en Argentina la justicia no solo es lenta, sino que le gusta el suspenso hasta el último segundo del tiempo suplementario.