Un documento oficial, al que este medio tuvo acceso exclusivo, ha puesto de manifiesto una serie de fallas críticas y graves en el proceso de producción de fentanilo por parte de los laboratorios pertenecientes a Ariel García Furfaro. El informe, elaborado por la Administración Nacional de Medicamentos, Alimentos y Tecnología Médica (ANMAT), fue presentado ante el juzgado federal de La Plata, a cargo del Dr. Ernesto Kreplak, y detalla incumplimientos que comprometen directamente la seguridad de los pacientes.
Este es el primer estudio técnico que se incorpora a la causa que investiga la muerte de 96 personas internadas en hospitales y clínicas de Santa Fe, Buenos Aires, CABA, Córdoba y Formosa, presuntamente vinculadas a la administración de lotes de fentanilo producidos a partir del 18 de diciembre de 2024. El análisis fue realizado por la Dirección de Fiscalización y Gestión de Riesgo del Instituto Nacional de Medicamentos (INAME).
Incumplimientos sistemáticos en las prácticas de manufactura
El informe de la ANMAT es contundente al señalar las irregularidades. “En todos los lotes examinados se constató la falta de cumplimiento con las buenas prácticas de manufactura, particularmente en lo concerniente al control y registro de parámetros críticos”, indica el documento. Esta aseveración subraya una falla sistemática en los procesos que debían garantizar la calidad y seguridad del potente analgésico opioide.
Uno de los hallazgos más alarmantes es la falta de documentación que respalde la esterilidad del producto. “Se observó ausencia de certificados originales de esterilidad correspondientes a los lotes analizados, situación que imposibilita garantizar la seguridad del producto final”, detalla el texto presentado por el apoderado legal de la ANMAT, Adrián Galli Basualdo. La esterilidad es una condición no negociable en cualquier producto inyectable, ya que su ausencia puede derivar en infecciones graves y potencialmente mortales.
Un riesgo elevado para la salud pública
La propia ANMAT, en sus conclusiones elevadas a la justicia, advierte sobre las consecuencias directas de estas omisiones. “La omisión de controles microbiológicos y la falta de certificados fehacientes de esterilidad imposibilita descartar la presencia de agentes patógenos en el producto final, elevando el riesgo de infecciones severas o efectos adversos de gravedad”, concluye el organismo. Esta afirmación técnica confirma la base de la sospecha que pesa sobre los laboratorios investigados.
Mientras tanto, la causa judicial avanza con la preocupación de los familiares de las víctimas, quienes han expresado su apoyo a la continuidad del juez Kreplak al frente de la investigación. Soledad Francese, madre de Renato, uno de los jóvenes fallecidos tras recibir el tratamiento con el fentanilo bajo sospecha, afirmó: “Las familias no queremos que saquen al juez”. La comunidad afectada espera que este informe sea una pieza clave para determinar las responsabilidades penales en una de las crisis sanitarias más graves de los últimos tiempos en el país.
<p>Un informe oficial de la ANMAT, presentado ante la justicia, reveló graves irregularidades en la producción de fentanilo por parte de laboratorios vinculados a Ariel García Furfaro. El documento detalla la falta de controles de esterilidad y buenas prácticas de manufactura en lotes asociados a 96 muertes en varias provincias, imposibilitando garantizar la seguridad del analgésico y elevando el riesgo de infecciones severas para los pacientes.</p>
Resumen generado automáticamente por inteligencia artificial
En un giro argumental que ni al guionista más afectado por el consumo de su propio producto se le hubiera ocurrido, un informe de la ANMAT confirmó lo que el sentido común y 96 familias ya sospechaban: que los laboratorios encargados de producir fentanilo, esa sustancia que te manda a un plano existencial superior, operaban con la misma rigurosidad científica que un puesto de panchos en la costanera. Al parecer, conceptos como «esterilidad» y «buenas prácticas» eran considerados meras sugerencias, adornos opcionales en el noble arte de fabricar analgésicos de altísima potencia.
Según el documento, que tiene menos puntos grises que una película de villanos de Disney, en la planta de Ariel García Furfaro la sección de «control de calidad» era, presumiblemente, una oficina vacía con un cartelito que decía «ya volvemos». Los investigadores descubrieron que los certificados de esterilidad de los lotes brillaban por su ausencia, lo que en el lenguaje farmacéutico equivale a jugar a la ruleta rusa con una jeringa. “Se constató la falta de cumplimiento con las buenas prácticas de manufactura, particularmente en lo concerniente al control y registro de parámetros críticos”, reza el informe, en una frase que, traducida del burocrático, significa: «Hicieron todo tan mal que es un milagro que no estemos hablando de 960 muertos».
Mientras la justicia intenta dilucidar si esto fue negligencia criminal o un audaz experimento sociológico para testear la resistencia del sistema inmunológico argentino, las familias de las víctimas se preguntan cómo es posible que en pleno siglo XXI se fabriquen opioides con los mismos protocolos de higiene que un baño de estación de tren. El informe preliminar, más que arrojar luz, proyecta una sombra del tamaño de un elefante sobre los entes de control, sugiriendo que la única fiscalización efectiva fue la que, lamentablemente, hicieron los propios pacientes con sus vidas. Un verdadero caso de éxito en la gestión de riesgos, pero para los agentes patógenos.
Contenido humorístico generado por inteligencia artificial
Un documento oficial, al que este medio tuvo acceso exclusivo, ha puesto de manifiesto una serie de fallas críticas y graves en el proceso de producción de fentanilo por parte de los laboratorios pertenecientes a Ariel García Furfaro. El informe, elaborado por la Administración Nacional de Medicamentos, Alimentos y Tecnología Médica (ANMAT), fue presentado ante el juzgado federal de La Plata, a cargo del Dr. Ernesto Kreplak, y detalla incumplimientos que comprometen directamente la seguridad de los pacientes.
Este es el primer estudio técnico que se incorpora a la causa que investiga la muerte de 96 personas internadas en hospitales y clínicas de Santa Fe, Buenos Aires, CABA, Córdoba y Formosa, presuntamente vinculadas a la administración de lotes de fentanilo producidos a partir del 18 de diciembre de 2024. El análisis fue realizado por la Dirección de Fiscalización y Gestión de Riesgo del Instituto Nacional de Medicamentos (INAME).
Incumplimientos sistemáticos en las prácticas de manufactura
El informe de la ANMAT es contundente al señalar las irregularidades. “En todos los lotes examinados se constató la falta de cumplimiento con las buenas prácticas de manufactura, particularmente en lo concerniente al control y registro de parámetros críticos”, indica el documento. Esta aseveración subraya una falla sistemática en los procesos que debían garantizar la calidad y seguridad del potente analgésico opioide.
Uno de los hallazgos más alarmantes es la falta de documentación que respalde la esterilidad del producto. “Se observó ausencia de certificados originales de esterilidad correspondientes a los lotes analizados, situación que imposibilita garantizar la seguridad del producto final”, detalla el texto presentado por el apoderado legal de la ANMAT, Adrián Galli Basualdo. La esterilidad es una condición no negociable en cualquier producto inyectable, ya que su ausencia puede derivar en infecciones graves y potencialmente mortales.
Un riesgo elevado para la salud pública
La propia ANMAT, en sus conclusiones elevadas a la justicia, advierte sobre las consecuencias directas de estas omisiones. “La omisión de controles microbiológicos y la falta de certificados fehacientes de esterilidad imposibilita descartar la presencia de agentes patógenos en el producto final, elevando el riesgo de infecciones severas o efectos adversos de gravedad”, concluye el organismo. Esta afirmación técnica confirma la base de la sospecha que pesa sobre los laboratorios investigados.
Mientras tanto, la causa judicial avanza con la preocupación de los familiares de las víctimas, quienes han expresado su apoyo a la continuidad del juez Kreplak al frente de la investigación. Soledad Francese, madre de Renato, uno de los jóvenes fallecidos tras recibir el tratamiento con el fentanilo bajo sospecha, afirmó: “Las familias no queremos que saquen al juez”. La comunidad afectada espera que este informe sea una pieza clave para determinar las responsabilidades penales en una de las crisis sanitarias más graves de los últimos tiempos en el país.
En un giro argumental que ni al guionista más afectado por el consumo de su propio producto se le hubiera ocurrido, un informe de la ANMAT confirmó lo que el sentido común y 96 familias ya sospechaban: que los laboratorios encargados de producir fentanilo, esa sustancia que te manda a un plano existencial superior, operaban con la misma rigurosidad científica que un puesto de panchos en la costanera. Al parecer, conceptos como «esterilidad» y «buenas prácticas» eran considerados meras sugerencias, adornos opcionales en el noble arte de fabricar analgésicos de altísima potencia.
Según el documento, que tiene menos puntos grises que una película de villanos de Disney, en la planta de Ariel García Furfaro la sección de «control de calidad» era, presumiblemente, una oficina vacía con un cartelito que decía «ya volvemos». Los investigadores descubrieron que los certificados de esterilidad de los lotes brillaban por su ausencia, lo que en el lenguaje farmacéutico equivale a jugar a la ruleta rusa con una jeringa. “Se constató la falta de cumplimiento con las buenas prácticas de manufactura, particularmente en lo concerniente al control y registro de parámetros críticos”, reza el informe, en una frase que, traducida del burocrático, significa: «Hicieron todo tan mal que es un milagro que no estemos hablando de 960 muertos».
Mientras la justicia intenta dilucidar si esto fue negligencia criminal o un audaz experimento sociológico para testear la resistencia del sistema inmunológico argentino, las familias de las víctimas se preguntan cómo es posible que en pleno siglo XXI se fabriquen opioides con los mismos protocolos de higiene que un baño de estación de tren. El informe preliminar, más que arrojar luz, proyecta una sombra del tamaño de un elefante sobre los entes de control, sugiriendo que la única fiscalización efectiva fue la que, lamentablemente, hicieron los propios pacientes con sus vidas. Un verdadero caso de éxito en la gestión de riesgos, pero para los agentes patógenos.