La tensión entre el sector productivo y el Gobierno Nacional se ha profundizado en el cierre del segundo año de mandato del presidente Javier Milei. Mientras los industriales insisten en la imperiosa necesidad de implementar medidas que frenen la caída de la actividad manufacturera, en el Palacio de Hacienda prevalece una visión diferente: la convicción de que la economía recobrará impulso por inercia propia el próximo año y que los sectores «pujantes» absorberán el desempleo generado por aquellos que la administración considera «no competitivos».
En este contexto de visiones contrapuestas, seis miembros de la cúpula industrial visitaron el Ministerio de Economía para presentarle al ministro Luis Caputo un diagnóstico crudo de la realidad fabril. Las cifras puestas sobre la mesa son alarmantes: la política actual ha generado una pérdida acumulada de 51.000 puestos de trabajo en la industria formal en los últimos dos años. Lejos de ser una foto estática, la tendencia muestra un agravamiento de la situación de cara al 2026.
Proyecciones inquietantes para 2026
Según los registros que maneja la propia entidad industrial, entre enero y septiembre se perdieron 21.190 posiciones formales. Sin embargo, la curva descendente se aceleró en el último bimestre, registrando una baja de 4.000 empleos por mes entre octubre y noviembre. El recorte de personal no discrimina geografías ni especialidades; se visualiza diariamente con el cierre de líneas productivas enteras en un intento desesperado de las empresas por reducir costos fijos.
Aunque los empresarios mantuvieron las formas protocolares frente al Ministro y sus secretarios, el mensaje fue contundente: si no hay un viraje en la política económica, el empleo industrial seguirá cayendo el año próximo. La proyección que manejan en los despachos fabriles es que la destrucción de puestos de trabajo podría estabilizarse en una cifra dramática de 5.000 empleos registrados menos cada mes.
“El último dato del Indec de empleo mostró que cayó 4.200 en la industria y eso va a la informalidad. Pero el formal industrial, que es el que importa, se está destruyendo. Le dijimos que si no mejora un poco la actividad y toman algunas medidas, ese número puede subir y mantenerse en 5.000 mensuales», confió una de las fuentes presentes en la reunión.
La apuesta oficial: El Fondo de Asistencia Laboral
Ante este escenario, la respuesta del equipo económico se centra en las expectativas de la reforma laboral, cuyo debate en el Congreso se postergó para febrero. Concretamente, Caputo se mostró «muy optimista» con la implementación del Fondo de Asistencia Laboral (FAL). Este mecanismo busca modificar radicalmente la forma en que los empleadores del sector privado afrontan las obligaciones derivadas de la extinción del contrato de trabajo.
El esquema propuesto establece que las empresas pagarán un 3% menos de cargas patronales. Ese porcentaje, en lugar de ir al fisco, se destinará a un fondo propio que, tras un período de carencia de seis meses, podrá ser utilizado por las compañías para realizar diversas inversiones. Para el Gobierno, esta herramienta será el motor que impulse la contratación y la inversión, contrarrestando la visión pesimista que hoy domina en las fábricas argentinas.
<p>A días de cerrar el segundo año de gestión de Javier Milei, la cúpula industrial se reunió con el ministro Luis Caputo para advertir sobre la pérdida de 51.000 empleos formales en el sector. Pese al pronóstico empresarial de una sangría de 5.000 puestos mensuales para 2026, el Gobierno descarta medidas proteccionistas y apuesta a la reactivación económica y a la implementación del Fondo de Asistencia Laboral (FAL).</p>
Resumen generado automáticamente por inteligencia artificial
La reunión entre los capitanes de la industria y el equipo económico tuvo la misma calidez humana y empatía que un algoritmo de cobranzas llamando un domingo a la siesta. Los empresarios llegaron al Ministerio de Economía con el traje arrugado de tanto atajar penales y una carpeta llena de gráficos en rojo que gritaban «¡auxilio!», esperando encontrar un salvavidas. Sin embargo, se encontraron con un Luis Caputo en modo «Maestro Zen del Excel», convencido de que la realidad es solo una ilusión óptica que se corrige ajustando dos o tres celdas en la planilla de cálculo. Para el Gobierno, lo que los industriales llaman «crisis terminal» es simplemente una «depuración de mercado» necesaria, como quien poda un bonsái con una motosierra para que crezca más fuerte.
Es fascinante la desconexión narrativa: mientras las fábricas bajan la persiana a un ritmo de película de catástrofes, en los despachos oficiales parecen estar viendo una comedia romántica donde el protagonista es el «equilibrio fiscal». Los industriales advierten que se están fumando 5.000 puestos de trabajo por mes, y la respuesta oficial es una palmada en la espalda y la promesa de que el 2026 será el año del despegue, una profecía que venimos escuchando con la misma frecuencia que el anuncio de la lluvia en San Juan. Básicamente, les dijeron que los sectores que cierran es porque «no eran competitivos», una forma elegante de decirles que si no pueden competir con un taller clandestino en el sudeste asiático, mejor se dediquen a vender sahumerios.
La gran apuesta, la «bala de plata» que promete el Gobierno, es el Fondo de Asistencia Laboral (FAL). Suena a nombre de operación militar, y en cierto modo lo es, pero contra los costos laborales. La idea de bajar un 3% las cargas patronales para que los empresarios «inviertan» suena maravillosa en la teoría, casi poética. En la práctica, los industriales sospechan que ese fondo servirá más para pagar indemnizaciones o la factura de luz que para comprar maquinaria de última generación. Pero bueno, la fe es lo último que se pierde, especialmente cuando la otra opción es cerrar la fábrica y poner un parripollo. Mientras tanto, el «Darwinismo Industrial» sigue su curso: sobreviva quien pueda, y el que no, que pase por la ventanilla del FAL.
Contenido humorístico generado por inteligencia artificial
La tensión entre el sector productivo y el Gobierno Nacional se ha profundizado en el cierre del segundo año de mandato del presidente Javier Milei. Mientras los industriales insisten en la imperiosa necesidad de implementar medidas que frenen la caída de la actividad manufacturera, en el Palacio de Hacienda prevalece una visión diferente: la convicción de que la economía recobrará impulso por inercia propia el próximo año y que los sectores «pujantes» absorberán el desempleo generado por aquellos que la administración considera «no competitivos».
En este contexto de visiones contrapuestas, seis miembros de la cúpula industrial visitaron el Ministerio de Economía para presentarle al ministro Luis Caputo un diagnóstico crudo de la realidad fabril. Las cifras puestas sobre la mesa son alarmantes: la política actual ha generado una pérdida acumulada de 51.000 puestos de trabajo en la industria formal en los últimos dos años. Lejos de ser una foto estática, la tendencia muestra un agravamiento de la situación de cara al 2026.
Proyecciones inquietantes para 2026
Según los registros que maneja la propia entidad industrial, entre enero y septiembre se perdieron 21.190 posiciones formales. Sin embargo, la curva descendente se aceleró en el último bimestre, registrando una baja de 4.000 empleos por mes entre octubre y noviembre. El recorte de personal no discrimina geografías ni especialidades; se visualiza diariamente con el cierre de líneas productivas enteras en un intento desesperado de las empresas por reducir costos fijos.
Aunque los empresarios mantuvieron las formas protocolares frente al Ministro y sus secretarios, el mensaje fue contundente: si no hay un viraje en la política económica, el empleo industrial seguirá cayendo el año próximo. La proyección que manejan en los despachos fabriles es que la destrucción de puestos de trabajo podría estabilizarse en una cifra dramática de 5.000 empleos registrados menos cada mes.
“El último dato del Indec de empleo mostró que cayó 4.200 en la industria y eso va a la informalidad. Pero el formal industrial, que es el que importa, se está destruyendo. Le dijimos que si no mejora un poco la actividad y toman algunas medidas, ese número puede subir y mantenerse en 5.000 mensuales», confió una de las fuentes presentes en la reunión.
La apuesta oficial: El Fondo de Asistencia Laboral
Ante este escenario, la respuesta del equipo económico se centra en las expectativas de la reforma laboral, cuyo debate en el Congreso se postergó para febrero. Concretamente, Caputo se mostró «muy optimista» con la implementación del Fondo de Asistencia Laboral (FAL). Este mecanismo busca modificar radicalmente la forma en que los empleadores del sector privado afrontan las obligaciones derivadas de la extinción del contrato de trabajo.
El esquema propuesto establece que las empresas pagarán un 3% menos de cargas patronales. Ese porcentaje, en lugar de ir al fisco, se destinará a un fondo propio que, tras un período de carencia de seis meses, podrá ser utilizado por las compañías para realizar diversas inversiones. Para el Gobierno, esta herramienta será el motor que impulse la contratación y la inversión, contrarrestando la visión pesimista que hoy domina en las fábricas argentinas.
La reunión entre los capitanes de la industria y el equipo económico tuvo la misma calidez humana y empatía que un algoritmo de cobranzas llamando un domingo a la siesta. Los empresarios llegaron al Ministerio de Economía con el traje arrugado de tanto atajar penales y una carpeta llena de gráficos en rojo que gritaban «¡auxilio!», esperando encontrar un salvavidas. Sin embargo, se encontraron con un Luis Caputo en modo «Maestro Zen del Excel», convencido de que la realidad es solo una ilusión óptica que se corrige ajustando dos o tres celdas en la planilla de cálculo. Para el Gobierno, lo que los industriales llaman «crisis terminal» es simplemente una «depuración de mercado» necesaria, como quien poda un bonsái con una motosierra para que crezca más fuerte.
Es fascinante la desconexión narrativa: mientras las fábricas bajan la persiana a un ritmo de película de catástrofes, en los despachos oficiales parecen estar viendo una comedia romántica donde el protagonista es el «equilibrio fiscal». Los industriales advierten que se están fumando 5.000 puestos de trabajo por mes, y la respuesta oficial es una palmada en la espalda y la promesa de que el 2026 será el año del despegue, una profecía que venimos escuchando con la misma frecuencia que el anuncio de la lluvia en San Juan. Básicamente, les dijeron que los sectores que cierran es porque «no eran competitivos», una forma elegante de decirles que si no pueden competir con un taller clandestino en el sudeste asiático, mejor se dediquen a vender sahumerios.
La gran apuesta, la «bala de plata» que promete el Gobierno, es el Fondo de Asistencia Laboral (FAL). Suena a nombre de operación militar, y en cierto modo lo es, pero contra los costos laborales. La idea de bajar un 3% las cargas patronales para que los empresarios «inviertan» suena maravillosa en la teoría, casi poética. En la práctica, los industriales sospechan que ese fondo servirá más para pagar indemnizaciones o la factura de luz que para comprar maquinaria de última generación. Pero bueno, la fe es lo último que se pierde, especialmente cuando la otra opción es cerrar la fábrica y poner un parripollo. Mientras tanto, el «Darwinismo Industrial» sigue su curso: sobreviva quien pueda, y el que no, que pase por la ventanilla del FAL.