La historia de Pilar y Ámbar ha capturado la atención del país entero, tanto por la rareza del caso como por la complejidad del procedimiento al que fueron sometidas. Nacidas como siamesas unidas por el abdomen y parte del hígado, las niñas fueron separadas el pasado 7 de agosto en una cirugía de alto riesgo realizada en el hospital Garrahan de la Ciudad de Buenos Aires.
Un nacimiento atípico
Los padres de las gemelas, oriundos de Rosario, fueron derivados a la Capital por recomendación médica. El parto se realizó por cesárea a las 33 semanas de gestación en el hospital Argerich de La Boca. De inmediato, las niñas fueron trasladadas al hospital Garrahan, donde continúan internadas hasta recibir el alta médica.
El desarrollo de siameses ocurre cuando un embrión se separa parcialmente, dando lugar a dos bebés unidos físicamente. Dependiendo del punto de unión y los órganos compartidos, el pronóstico varía significativamente. La incidencia es de un caso cada 200.000 nacimientos.
Una operación sin precedentes
La cirugía duró ocho horas y requirió de un equipo interdisciplinario compuesto por 25 profesionales, entre instrumentadoras, anestesistas, técnicos en anestesia, cirujanos generales, cirujanos plásticos, neonatólogos y especialistas en cirugía cardiovascular. Previamente, se realizó una simulación para planificar cada detalle del procedimiento.
“La cirugía fue larga, pero se sostuvo sobre una planificación exhaustiva”, explicó Víctor Ayarzábal, jefe del servicio de Cirugía General del Garrahan. “Entramos con dos pacientes unidas y salimos con dos pacientes separadas. Eso implicó duplicar todo: anestesia, mesas, monitoreo”, detalló.
Órganos compartidos y evolución postoperatoria
Uno de los factores determinantes en el éxito de la operación fue que las nenas compartían el hígado, pero cada una tenía su órgano independiente. “Este tipo de unión es menos compleja que otras en las que se comparten corazón, cráneo o pelvis”, explicó el médico.
Las niñas evolucionan favorablemente: ambas están extubadas y una ya comenzó a tolerar la leche, mientras que la otra está en proceso. Además, habían alcanzado un peso adecuado, lo que disminuyó los riesgos durante la intervención.
Una historia marcada por la esperanza
Según contó Yamila, la mamá de las nenas, a medios rosarinos, ella y su pareja tenían dificultades para concebir. Finalmente, quedó embarazada de trillizos, pero uno de los fetos no sobrevivió.
Con el diagnóstico de siamesas, la pareja decidió continuar con el embarazo. La confirmación de que cada niña tenía órganos independientes y la posibilidad real de separarlas con éxito fue lo que definió la decisión.
“Cuando los médicos nos dijeron que había chances de que vivieran una vida normal, supimos que esto era un milagro”, declaró Yamila.
El caso de Pilar y Ámbar no solo representa un hito para la medicina argentina, sino también un ejemplo de coraje familiar, capacidad médica y una red pública de salud capaz de enfrentar desafíos complejos con excelencia.
Pilar y Ámbar, las siamesas que conmovieron al país, fueron exitosamente separadas en una compleja cirugía realizada en el hospital Garrahan. Nacidas en abril en el hospital Argerich, compartían parte del hígado. El procedimiento duró ocho horas y requirió un equipo interdisciplinario de 25 profesionales. Ambas continúan internadas y evolucionan favorablemente.
Resumen generado automáticamente por inteligencia artificial
Contenido humorístico generado por inteligencia artificial
La historia de Pilar y Ámbar ha capturado la atención del país entero, tanto por la rareza del caso como por la complejidad del procedimiento al que fueron sometidas. Nacidas como siamesas unidas por el abdomen y parte del hígado, las niñas fueron separadas el pasado 7 de agosto en una cirugía de alto riesgo realizada en el hospital Garrahan de la Ciudad de Buenos Aires.
Un nacimiento atípico
Los padres de las gemelas, oriundos de Rosario, fueron derivados a la Capital por recomendación médica. El parto se realizó por cesárea a las 33 semanas de gestación en el hospital Argerich de La Boca. De inmediato, las niñas fueron trasladadas al hospital Garrahan, donde continúan internadas hasta recibir el alta médica.
El desarrollo de siameses ocurre cuando un embrión se separa parcialmente, dando lugar a dos bebés unidos físicamente. Dependiendo del punto de unión y los órganos compartidos, el pronóstico varía significativamente. La incidencia es de un caso cada 200.000 nacimientos.
Una operación sin precedentes
La cirugía duró ocho horas y requirió de un equipo interdisciplinario compuesto por 25 profesionales, entre instrumentadoras, anestesistas, técnicos en anestesia, cirujanos generales, cirujanos plásticos, neonatólogos y especialistas en cirugía cardiovascular. Previamente, se realizó una simulación para planificar cada detalle del procedimiento.
“La cirugía fue larga, pero se sostuvo sobre una planificación exhaustiva”, explicó Víctor Ayarzábal, jefe del servicio de Cirugía General del Garrahan. “Entramos con dos pacientes unidas y salimos con dos pacientes separadas. Eso implicó duplicar todo: anestesia, mesas, monitoreo”, detalló.
Órganos compartidos y evolución postoperatoria
Uno de los factores determinantes en el éxito de la operación fue que las nenas compartían el hígado, pero cada una tenía su órgano independiente. “Este tipo de unión es menos compleja que otras en las que se comparten corazón, cráneo o pelvis”, explicó el médico.
Las niñas evolucionan favorablemente: ambas están extubadas y una ya comenzó a tolerar la leche, mientras que la otra está en proceso. Además, habían alcanzado un peso adecuado, lo que disminuyó los riesgos durante la intervención.
Una historia marcada por la esperanza
Según contó Yamila, la mamá de las nenas, a medios rosarinos, ella y su pareja tenían dificultades para concebir. Finalmente, quedó embarazada de trillizos, pero uno de los fetos no sobrevivió.
Con el diagnóstico de siamesas, la pareja decidió continuar con el embarazo. La confirmación de que cada niña tenía órganos independientes y la posibilidad real de separarlas con éxito fue lo que definió la decisión.
“Cuando los médicos nos dijeron que había chances de que vivieran una vida normal, supimos que esto era un milagro”, declaró Yamila.
El caso de Pilar y Ámbar no solo representa un hito para la medicina argentina, sino también un ejemplo de coraje familiar, capacidad médica y una red pública de salud capaz de enfrentar desafíos complejos con excelencia.