La final del Mundial ’30 tuvo una premiación devaluada: la Jules Rimet brilló por su ausencia y Uruguay festejó con una copa donada por el Teatro Colón que apareció rota en las fotos. Recién meses después, los jugadores recibieron medallas, y solo los titulares.
El misterio de la copa rota: la insólita premiación del Mundial ’30
La primera final de un Mundial, jugada en el Centenario entre Uruguay y Argentina, no solo fue un partidazo que terminó 4-2 a favor de la Celeste, sino que también dejó un enigma digno de Sherlock Holmes: ¿con qué copa festejaron los charrúas? La famosa Jules Rimet, que por entonces debía ser entregada al campeón, estaba en Montevideo, pero parece que alguien se olvidó de llevarla a la cancha. En cambio, apareció en escena un trofeo misterioso, que en fotos y videos se ve… ¡roto! en manos de Pablo Dorado, autor del primer gol uruguayo. Para colmo, ni era dorada ni tenía la facha de la diosa Niké. Un papelón que recién se aclaró más de 90 años después.
Un trabajo de detectives: la AUF y el hallazgo de la copa perdida
La Asociación Uruguaya de Fútbol (AUF), cual equipo de CSI, se puso a investigar. Revisando archivos fotográficos con lupa, encontraron la pista clave: la copa tenía una base de madera y un círculo blanco sospechoso. Ese círculo resultó ser el sello de la joyería inglesa Mappin & Webb, con sucursal en la mismísima calle Florida de Buenos Aires. ¡Bingo! «Concuerda con el tamaño, diseño, brillo y características materiales», anunció la AUF en julio del año pasado, confirmando que la copa estaba en el Museo del Fútbol del Centenario, en Montevideo. Casi como encontrar la Copa Libertadores en un puesto de choripanes, pero con final feliz.
El Colón, Pedro Mirassou y una premiación para el olvido
Resulta que la copa había sido un obsequio del Teatro Colón de Buenos Aires antes del Mundial, en homenaje al tenor Pedro Mirassou, «el primer gran cantante nacional en su cuerda», según la descripción de la época. En la copa se podía leer: «A los campeones del mundo, Premio Pedro Mirassou 1930, Teatro Colón». Imaginen la escena: Obdulio Varela levantando esa copa aporreada, digna de un torneo barrial, mientras la Jules Rimet juntaba polvo en algún depósito. Y como si fuera poco, los jugadores tuvieron que esperar hasta noviembre para recibir sus medallas de la FIFA… ¡y solo los once titulares! Hoy, una premiación así ni siquiera la aceptaría un equipo de la D después de ganar un amistoso de verano, te la regalo, mirá. Un bochorno histórico que, visto en perspectiva, genera más risa que indignación. ¿Qué dirían hoy Messi o Suárez si les dan una copa así?


