River, con la precisión de un arquero con hipo, desperdicia centros como si fueran figuritas repetidas. Gallardo, entre la «enjundia» y la «fiereza ofensiva», busca la fórmula para que el equipo concrete las jugadas que genera.
River, el centro del problema: ¿Muñeco, qué pasa con los centros?
La falta de gol en River es un tema que tiene a más de uno rascándose la cabeza, y no solo por la caspa. Gallardo, con su habitual elocuencia de potrero ilustrado, la definió como «falta de enjundia», sumándola a una colección de frases épicas que ya incluye la «fiereza ofensiva» y la necesidad de «aceitar». Pero más allá de las metáforas futboleras, los números cantan la justa: el Millonario genera juego como Messi en sus mejores épocas, pero define con la puntería de Eber Ludueña después de un asado.
El Talón de Aquiles del Millonario: Más centros que un shopping en Navidad, pero con menos efectividad que un penal pateado por Palermo atajado por Chilavert
Si bien River promedia casi 5 tiros al arco por partido, la conversión es más baja que la altura de Bilardo en un picado. Y el problema no está solo en los delanteros, sino en la elaboración. El 32% de los ataques del equipo de Núñez llegan por la vía aérea, con una lluvia de centros que parecen más un homenaje a Beckham que una estrategia ofensiva efectiva. De las 819 veces que el equipo pisó el último tercio de la cancha con pelota dominada, 257 fueron centros. Una verdadera catarata de pelotazos que terminan mayormente en la tribuna, en las manos del arquero rival, o en un saque de arco. En definitiva: en la nada misma.
De esos 257 centros, solo 68 llegaron a destino con precisión quirúrgica. O sea, el 73,56% de los centros son un pase a la nada, un festival de imprecisiones que haría llorar al mismísimo Mostaza Merlo. Se desperdician más centros que oportunidades en un partido de la Selección Argentina contra San Marino (con todo respeto a la gloriosa celeste). Es como tener a Francescoli tirando centros y a Latorre cabeceando: una combinación letal… para el rival, de la risa que le da.
El déficit es claro: River tiene la pelota, llega al área, pero falla en el toque final. Y si el centro es el arma elegida para la ofensiva, hay que calibrar la mira, muchachos. Si no, la Libertadores y el Mundial de Clubes pueden ser un camino más empinado que los abdominales de Cristiano Ronaldo. Gallardo, con su sabiduría futbolística de potrero y pizarrón, deberá encontrar la solución para que River no solo juegue lindo, sino que también gane con contundencia. Porque en el fútbol, como en la vida, la eficacia es la que manda. Y los centros errados, aunque sean muchos, no suman puntos.