Rodrigo Villagra, con más cara de estatua del Diego que de jugador de fútbol, le dio un ultimátum al grupo inversor de Foster Gillett: o ponen la guita para su pase o se queda colgado del pincel como el Pity en Madrid.
El Villagra-gate: ¿se va o se queda?
Rodrigo Villagra, el mediocampista de River que parece estar más afuera que adentro, le habría dado un ultimátum al grupo inversor liderado por Foster Gillett, ese mecenas que prometió millones y hasta ahora solo dejó olor a billete. Según trascendió, el jugador, que entrena solo y con menos contacto con la pelota que Eber Ludueña en un partido de la Champions, está que trina. ««El jugador está hinchado los huevos»«, dicen desde su entorno, con una sutileza digna de Mostaza Merlo.
La situación es un verdadero quilombo: Gillett, el mismo que le prometió a Estudiantes una lluvia de dólares que todavía no llegó ni a llovizna, había acordado la compra de Villagra por 10 millones de verdes contantes y sonantes. Pero parece que la plata está más perdida que el penal de Higuaín en la final del Mundial.
Tic-tac, tic-tac: el ultimátum de Villagra
El ultimátum de Villagra tiene fecha de vencimiento: este fin de semana. Justo cuando cierra el libro de pases en Europa para jugadores libres, una situación que lo dejaría en pampa y la vía si Gillett no aparece con la tarasca. El tema es que, según el reconocido empresario Guillermo Tofoni (un capo en esto de las transferencias), el caso Villagra no sería prioridad para el inversor. Primero Vélez, después Estudiantes y, si sobra algún vuelto, recién ahí se destrabaría la salida del volante. Un escenario que recuerda a la Selección Argentina en los 90: llena de estrellas, pero sin un mango.
¿Plan B a la vista?
Mientras tanto, River mira desde la tribuna, con la tranquilidad de quien ya se sacó de encima un problema. Santos y el CSKA de Moscú mostraron interés en Villagra, pero solo a préstamo. Y en Núñez, con el cupo de cedidos al exterior completo, solo aceptarían una venta. Algo así como pretender cambiar figuritas del Mundial 98 por un Lamborghini.
En el Monumental saben que la novela recién empieza. Y que si Gillett no afloja la billetera, Villagra podría terminar como el Chapulín Colorado: «sin querer queriendo» en el equipo de Gallardo. Una situación que, a esta altura, parece más un castigo divino que una bendición.