El Consejo de Hidráulica realizó la bendición de las aguas en el Dique Ignacio de la Roza, una ceremonia tradicional postergada por el clima. El acto, con presencia de autoridades y regantes, resaltó la importancia del agua y su cuidado. El presbítero Daniel Sebastián bendijo el recurso, instando a la reflexión y uso sostenible en un contexto de escasez. Un evento que mezcla tradición, simbolismo y la necesidad de administrar bien nuestros recursos.
En un gesto que mezcla tradición y necesidad, el Consejo de Hidráulica llevó a cabo la bendición de las aguas en el emblemático Dique Ignacio de la Roza. La ceremonia, originalmente planeada para octubre durante la Semana del Agua, tuvo que ser postergada debido a las inclemencias climáticas que azotaron a San Juan. Un contratiempo que, afortunadamente, no impidió que esta costumbre arraigada se llevara a cabo antes de que el año expire.
Bendición tardía, pero no menos importante
A veces las cosas no salen como uno las planea, y el calendario nos pone a prueba. Pero aquí estamos, con una bendición que aunque tardía no deja de ser importante. Los miembros del Consejo de Hidráulica, conscientes de la tradición, insistieron en la realización del acto argumentando que esta actividad ha sido parte del calendario de Hidráulica «desde hace muchos años». No se podía dejar pasar un año sin este ritual, tan arraigado como los debates sobre el peronismo.
El acto contó con la participación de directivos del Departamento de Hidráulica, consejeros y presidentes de Juntas de Riego. Una muestra de que cuando el agua es la protagonista, todos se unen en una misma dirección. La bendición estuvo a cargo del presbítero Daniel Sebastian, quien supo darle el énfasis debido al asunto. El cura destacó «la importancia del trabajo que realiza el Departamento de Hidráulica en la administración, operación y distribución del agua». Que no se le escape a nadie la importancia del laburo de estos muchachos, que no es poca cosa.
Reflexión y escasez
Sebastian también hizo hincapié en lo «valioso y esencial que es el agua para la vida de todos los seres vivos, subrayando la responsabilidad compartida de cuidarla y preservarla». Y tiene razón, porque si no cuidamos el agua, ¿qué nos queda? ¿El terraplanismo? Reflexionemos: el agua es la base de todo, desde la agricultura hasta el consumo humano, pasando por la salud del ecosistema, tal como lo mencionaba el cura.
El Dique Ignacio de la Roza, renovado y listo para la acción, fue el escenario perfecto para esta actividad, cargada de simbolismo y la necesidad apremiante que exige un uso sostenible del agua. En un contexto de escasez, no podemos darnos el lujo de derrochar ni una sola gota. ¿Es tan difícil entenderlo? Parece que sí, pero ahí estamos, insistiendo y repitiendo.
Marcelo Orrego, seguramente atento a estas movidas, habrá tomado nota de la necesidad de estos actos que recuerdan, no solo la tradición, sino también la responsabilidad de gestionar los recursos con inteligencia y visión de futuro. El agua, como la economía, no admite errores. Una gestión eficiente es clave, y en eso, no podemos fallar.