En Argentina, la carne vacuna volvió a comportarse como un bien cultural antes que un producto sujeto a la lógica económica. Tras dos años de caída marcada —con consumos que se habían hundido a 42-44 kg per cápita entre 2023 y 2024—, noviembre de 2025 mostró una señal inesperada: el asado repuntó. Según relevamientos privados y datos del sector cárnico, el consumo interanual subió un 4,4 %, llevando el promedio nuevamente a 49,1 kg por persona.
¿Por qué suben los precios si comemos más carne?
El fenómeno contraria la teoría básica: si el precio sube, la demanda debería bajar. Acá pasó lo contrario.
Las razones principales son dos:
- Menor oferta interna por presión exportadora.
Cortes de calidad siguen teniendo salida asegurada en el mercado externo, lo que achica la disponibilidad local. Menos oferta → más precio. - Precios al alza por encima de la inflación.
La carne vacuna aumentó más de un 60 % interanual en los últimos meses, según informes de octubre y noviembre. La sequía redujo oferta; la recomposición del rodeo es lenta; y la estructura de costos golpea más fuerte que en otras proteínas.
Aun así, el consumo repuntó.
La carne como ritual social: el asado que no se negocia
Aunque el pollo y el cerdo ganaron espacio en las mesas por precio, la carne vacuna se consolidó otra vez como la proteína del fin de semana.
El ritual del asado —la reunión, la charla, la parrilla— funcionó como motor cultural más fuerte que el impacto del bolsillo.
Incluso con salarios reales en retroceso, muchos hogares redujeron salidas, compras y gastos cotidianos, pero defendieron la parrilla del domingo.
La gran duda para 2026 es si este rebote fue un efecto puntual de reuniones, fiestas, clima y estacionalidad, o si marca una base nueva en el hábito de consumo.
Lo cierto es que, aunque la economía imponga ajustes, el asado argentino conserva una resiliencia casi simbólica.
El precio sube, la lógica económica se quiebra, pero la parrilla sigue encendida.
Los argentinos volvieron a llenar la parrilla a pesar de que la carne vacuna registra sus precios más altos de la década. En noviembre de 2025, mientras el consumo había caído durante los años previos por la crisis económica, se detectó un rebote en el asado, apoyado por la cultura del fin de semana, aunque el contexto productivo y exportador empuja los precios al alza.
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Contenido humorístico generado por inteligencia artificial
En Argentina, la carne vacuna volvió a comportarse como un bien cultural antes que un producto sujeto a la lógica económica. Tras dos años de caída marcada —con consumos que se habían hundido a 42-44 kg per cápita entre 2023 y 2024—, noviembre de 2025 mostró una señal inesperada: el asado repuntó. Según relevamientos privados y datos del sector cárnico, el consumo interanual subió un 4,4 %, llevando el promedio nuevamente a 49,1 kg por persona.
¿Por qué suben los precios si comemos más carne?
El fenómeno contraria la teoría básica: si el precio sube, la demanda debería bajar. Acá pasó lo contrario.
Las razones principales son dos:
- Menor oferta interna por presión exportadora.
Cortes de calidad siguen teniendo salida asegurada en el mercado externo, lo que achica la disponibilidad local. Menos oferta → más precio. - Precios al alza por encima de la inflación.
La carne vacuna aumentó más de un 60 % interanual en los últimos meses, según informes de octubre y noviembre. La sequía redujo oferta; la recomposición del rodeo es lenta; y la estructura de costos golpea más fuerte que en otras proteínas.
Aun así, el consumo repuntó.
La carne como ritual social: el asado que no se negocia
Aunque el pollo y el cerdo ganaron espacio en las mesas por precio, la carne vacuna se consolidó otra vez como la proteína del fin de semana.
El ritual del asado —la reunión, la charla, la parrilla— funcionó como motor cultural más fuerte que el impacto del bolsillo.
Incluso con salarios reales en retroceso, muchos hogares redujeron salidas, compras y gastos cotidianos, pero defendieron la parrilla del domingo.
La gran duda para 2026 es si este rebote fue un efecto puntual de reuniones, fiestas, clima y estacionalidad, o si marca una base nueva en el hábito de consumo.
Lo cierto es que, aunque la economía imponga ajustes, el asado argentino conserva una resiliencia casi simbólica.
El precio sube, la lógica económica se quiebra, pero la parrilla sigue encendida.