El Día del Profesor se conmemora cada 17 de septiembre en recuerdo del fallecimiento de José Manuel Estrada en 1894. Estrada fue una figura destacada de la Argentina del siglo XIX: además de profesor, fue escritor, político, orador y un firme defensor de los valores humanistas y católicos en la educación.
Su labor académica y política estuvo marcada por la búsqueda de una formación integral, capaz de formar ciudadanos críticos y comprometidos con la sociedad. Fue rector del Colegio Nacional de Buenos Aires y profesor en la Universidad de Buenos Aires, donde impulsó una enseñanza con fuerte impronta ética y cultural.
Oficialización y memoria
La fecha se oficializó en 1953, a partir de una resolución que reconoció la relevancia de Estrada y de todos los docentes que ejercen en los niveles medio y superior.
San Juan: homenaje y reflexión
En la provincia de San Juan, la jornada es una oportunidad para valorar el trabajo de quienes forman a los jóvenes y profesionales. Instituciones como la Facultad de Ingeniería de la UNSJ recuerdan año a año esta conmemoración con mensajes y homenajes a los docentes, mientras que algunos colegios privados también adhieren con asuetos en coincidencia con el Día de la Educación Privada.
Más allá de actos o actividades, el Día del Profesor invita a reflexionar sobre el rol de los docentes en la construcción de la sociedad, destacando la vocación y el esfuerzo de quienes día a día transmiten conocimiento y valores.
Cada 17 de septiembre Argentina conmemora el Día del Profesor en homenaje a José Manuel Estrada, pensador, docente y político cuyo legado en la educación humanista y la formación cívica se mantiene vigente. La fecha recuerda su fallecimiento en 1894 y fue oficializada en 1953; en San Juan la jornada se utiliza para reconocer la vocación y el aporte de quienes enseñan en niveles medio y superior.
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José Manuel Estrada no era un profesor de esos que pasan desapercibidos: fue un hombre de múltiples oficios —escritor, orador, periodista y dirigente— que puso la educación en el centro de su proyecto público. Si la enseñanza fuera una mesa, Estrada aportó la pata firme: defendió una educación con contenido ético, humanista y de raigambre católica, y lo hizo con la convicción de quien cree que la cultura no es mero adorno sino cimiento de la vida pública. Hoy, cada 17 de septiembre, la fecha que marca su fallecimiento en 1894 funciona como recordatorio y ritual civil: no se trata solo de homenajear a un nombre en un calendario, sino de repensar qué significa formar ciudadanos críticos y comprometidos. En provincias como San Juan esa mañana suele leerse como una invitación a agradecer a quienes, con paciencia y vocación, construyen día a día la trama educativa; también es la oportunidad para que las instituciones recuerden que la educación exige tanto principios firmes como pedagogías que atiendan a la complejidad del presente. El semitono aquí es claro: celebrar a Estrada es celebrar la idea de una enseñanza que no se conforma con transmitir datos, sino que busca formar juicio y responsabilidad. Si la escuela tuviera himno propio, quizá uno de sus versos diría: “enseñar no es repetir, es convocar a pensar”.
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