El Gobierno nacional fijó el salario mínimo docente en $500.000, primer aumento desde julio de 2024. La medida fue tomada unilateralmente tras el fracaso de las negociaciones paritarias con los gremios docentes en febrero.
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Milei le puso precio a la paciencia de los docentes: $500.000. Si, leyeron bien, quinientos mil pesos. Lo que para algunos es un vuelto, para el maestro de grado con jornada simple y cero antigüedad (o sea, el que recién empieza y todavía cree en la utopía de educar a la patria) es el nuevo piso salarial. Claro, después de meses de negociaciones que parecieron más un partido de truco jugado con naipes marcados, el gobierno decidió aplicar la de «si no te gusta, andate» y fijó el aumento de manera unilateral. ¿Qué dirán los gremios? Seguramente están preparando una respuesta que hará temblar las bases… o al menos hará temblar el mate mientras lo ceban en la asamblea. Porque con $500.000, si les sobra algo después de pagar las cuentas (y el psicólogo para soportar las ocurrencias de los alumnos y del ministro), quizás les alcance para un alfajor triple de oferta. O quizás no. Habrá que esperar al próximo capítulo de este culebrón educativo, donde la inflación es la villana, el gobierno el antihéroe y los docentes… bueno, los docentes son los que siempre pagan el pato. Un pato que, a este paso, va a terminar costando más que un kilo de asado. Y encima, sin chimichurri. Lo único seguro es que en este país, la única manera de ganarle a la inflación es jugando a la quiniela. O siendo economista, claro. Pero eso ya es otra historia.
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