El último ataque de Israel contra líderes de Hamas en Doha, capital de Qatar, generó un nuevo revés para la política exterior del presidente estadounidense Donald Trump. La operación —en la que murieron cinco miembros del grupo pero no su equipo negociador principal— fue realizada sin informar previamente a la Casa Blanca, a pesar de que Qatar actuaba como intermediario en el plan de cese del fuego impulsado por Estados Unidos.
Trump, quien se encontraba cenando en Washington al momento del ataque, se despegó rápidamente de la decisión israelí: “No me entusiasma la situación… no nos entusiasma cómo se desarrolló”, dijo. No obstante, el episodio representa una afrenta directa a sus esfuerzos diplomáticos, que incluían negociaciones con Hamas a través de Qatar para alcanzar un alto el fuego, liberar rehenes y poner fin a la guerra en Gaza.
Una operación sin aviso y con impacto internacional
El ataque se realizó a plena luz del día en un país aliado de Estados Unidos, sede de la mayor base militar estadounidense en Medio Oriente. La omisión del gobierno qatarí en la planificación despertó indignación en la Casa Blanca. Según CNN, funcionarios estadounidenses estaban furiosos porque el enviado de Trump, Steve Witkoff, se reunió con asesores de Netanyahu sin recibir advertencia alguna sobre la inminente operación.
El exembajador de EE.UU. en Israel, Edward Djerejian, fue contundente: “Israel no está prestando mucha atención a los intereses de seguridad nacional de Estados Unidos”. Desde Qatar, el primer ministro calificó el ataque como “terrorismo de Estado” y amenazó con retirarse del proceso de negociación.
Credibilidad bajo fuego
El incidente golpea la imagen internacional de Trump, quien había prometido en enero que pondría fin a las guerras de Gaza y Ucrania. Ocho meses después, ambos conflictos no solo persisten, sino que se intensificaron. Además, líderes como Putin, Xi Jinping y Narendra Modi han mostrado abiertamente su indiferencia ante su autoridad como líder global.
Desde el entorno diplomático alertan que esta operación podría dinamitar las negociaciones de paz, aumentar la presión sobre los rehenes israelíes aún cautivos, y alejar aún más a los aliados árabes de Israel. También complica la ampliación de los Acuerdos de Abraham —pilar central de la agenda internacional de Trump— y podría tener efectos colaterales en sus vínculos personales y políticos con el mundo árabe.
Un aliado sin frenos
El almirante retirado James Stavridis advirtió que Netanyahu “se ha acostumbrado a hacer exactamente lo que quiere”, incluso cuando eso implica pasar por encima de Washington. La decisión de atacar en Qatar parece confirmar que Israel prioriza la destrucción total de Hamas por sobre cualquier intento de solución diplomática, incluso si eso debilita su relación con su principal aliado estratégico.
La operación, en suma, deja a Trump expuesto: sin el control de sus aliados, con su imagen de líder fuerte comprometida, y con la posibilidad de que Qatar —pieza clave en su plan de pacificación— le cierre la puerta. El resultado es un escenario internacional cada vez más tenso, en el que el presidente estadounidense parece mirar desde afuera cómo se juega el partido que prometió dirigir.
El reciente ataque de Israel contra líderes de Hamas en Doha, Qatar, dejó al descubierto una grave fractura entre la Casa Blanca de Donald Trump y su tradicional aliado en Medio Oriente. Mientras cinco miembros del grupo fueron asesinados, el golpe ignoró por completo las negociaciones impulsadas por EE.UU. para un alto el fuego. La operación —realizada sin previo aviso a Washington— puso en jaque la imagen internacional de Trump como mediador y tensó la relación con Qatar, socio estratégico y sede de la mayor base militar estadounidense en la región.
Resumen generado automáticamente por inteligencia artificial
Contenido humorístico generado por inteligencia artificial
El último ataque de Israel contra líderes de Hamas en Doha, capital de Qatar, generó un nuevo revés para la política exterior del presidente estadounidense Donald Trump. La operación —en la que murieron cinco miembros del grupo pero no su equipo negociador principal— fue realizada sin informar previamente a la Casa Blanca, a pesar de que Qatar actuaba como intermediario en el plan de cese del fuego impulsado por Estados Unidos.
Trump, quien se encontraba cenando en Washington al momento del ataque, se despegó rápidamente de la decisión israelí: “No me entusiasma la situación… no nos entusiasma cómo se desarrolló”, dijo. No obstante, el episodio representa una afrenta directa a sus esfuerzos diplomáticos, que incluían negociaciones con Hamas a través de Qatar para alcanzar un alto el fuego, liberar rehenes y poner fin a la guerra en Gaza.
Una operación sin aviso y con impacto internacional
El ataque se realizó a plena luz del día en un país aliado de Estados Unidos, sede de la mayor base militar estadounidense en Medio Oriente. La omisión del gobierno qatarí en la planificación despertó indignación en la Casa Blanca. Según CNN, funcionarios estadounidenses estaban furiosos porque el enviado de Trump, Steve Witkoff, se reunió con asesores de Netanyahu sin recibir advertencia alguna sobre la inminente operación.
El exembajador de EE.UU. en Israel, Edward Djerejian, fue contundente: “Israel no está prestando mucha atención a los intereses de seguridad nacional de Estados Unidos”. Desde Qatar, el primer ministro calificó el ataque como “terrorismo de Estado” y amenazó con retirarse del proceso de negociación.
Credibilidad bajo fuego
El incidente golpea la imagen internacional de Trump, quien había prometido en enero que pondría fin a las guerras de Gaza y Ucrania. Ocho meses después, ambos conflictos no solo persisten, sino que se intensificaron. Además, líderes como Putin, Xi Jinping y Narendra Modi han mostrado abiertamente su indiferencia ante su autoridad como líder global.
Desde el entorno diplomático alertan que esta operación podría dinamitar las negociaciones de paz, aumentar la presión sobre los rehenes israelíes aún cautivos, y alejar aún más a los aliados árabes de Israel. También complica la ampliación de los Acuerdos de Abraham —pilar central de la agenda internacional de Trump— y podría tener efectos colaterales en sus vínculos personales y políticos con el mundo árabe.
Un aliado sin frenos
El almirante retirado James Stavridis advirtió que Netanyahu “se ha acostumbrado a hacer exactamente lo que quiere”, incluso cuando eso implica pasar por encima de Washington. La decisión de atacar en Qatar parece confirmar que Israel prioriza la destrucción total de Hamas por sobre cualquier intento de solución diplomática, incluso si eso debilita su relación con su principal aliado estratégico.
La operación, en suma, deja a Trump expuesto: sin el control de sus aliados, con su imagen de líder fuerte comprometida, y con la posibilidad de que Qatar —pieza clave en su plan de pacificación— le cierre la puerta. El resultado es un escenario internacional cada vez más tenso, en el que el presidente estadounidense parece mirar desde afuera cómo se juega el partido que prometió dirigir.