Donald Trump está sopesando una decisión crucial en la guerra que desde hace 4 días enfrenta a Israel e Irán: si intervenir en el conflicto ayudando a Israel a destruir la instalación de enriquecimiento nuclear profundamente enterrada en Fordo, a la que solo puede llegar el mayor “rompe-búnker” estadounidense, lanzado por bombarderos B-2.
Si decide seguir adelante, Estados Unidos se convertirá en participante directo en un nuevo conflicto en Oriente Medio, enfrentándose a Irán precisamente en el tipo de guerra que Trump ha prometido evitar en 2 campañas electorales. Las autoridades iraníes ya advirtieron que la participación estadounidense en un ataque contra sus instalaciones comprometería cualquier posibilidad de reactivar el acuerdo de desarme nuclear.
Trump llegó incluso a alentar una reunión entre enviados estadounidenses e iraníes, aunque el lunes 16 de junio publicó en redes sociales un mensaje inquietante: “todo el mundo debería evacuar Teherán inmediatamente”. Esa frase, más que diplomática, parecía una señal de alarma. La Casa Blanca anunció además que Trump dejaría antes de tiempo la cumbre del G7 debido a la crisis en Medio Oriente.
Sin avances concretos en la vía diplomática, el presidente estadounidense sigue teniendo sobre la mesa la opción militar. El objetivo principal sería la instalación de Fordo, pero los expertos señalan que solo una bomba es capaz de penetrar semejante estructura subterránea: la Massive Ordnance Penetrator, o GBU-57, de 30.000 libras, que únicamente puede ser lanzada por un bombardero B-2. Israel no dispone de ninguno de estos elementos.
Dentro del Pentágono existen opiniones divididas. Elbridge A. Colby, subsecretario de Defensa para Política, ha señalado en reiteradas ocasiones que toda acción en Medio Oriente desvía recursos estratégicos que deberían estar enfocados en la contención de China.
Por ahora, Trump juega a mantener el equilibrio: intenta mostrar una amenaza creíble para los iraníes mientras transmite a su base electoral que aún apuesta por una salida pacífica. Pero si fracasa la combinación de presión y diplomacia, deberá decidir si esta es una guerra que Estados Unidos está dispuesto a hacer suya.
Estados Unidos es el único país que posee el armamento necesario para destruir las instalaciones nucleares subterráneas de Irán, como el centro de enriquecimiento de Fordo. En medio del conflicto armado entre Israel y Teherán, Donald Trump evalúa si involucrarse militarmente o insistir con la vía diplomática. La decisión podría convertir a EE.UU. en protagonista directo de una guerra que el expresidente ha prometido evitar.
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Contenido humorístico generado por inteligencia artificial
Donald Trump está sopesando una decisión crucial en la guerra que desde hace 4 días enfrenta a Israel e Irán: si intervenir en el conflicto ayudando a Israel a destruir la instalación de enriquecimiento nuclear profundamente enterrada en Fordo, a la que solo puede llegar el mayor “rompe-búnker” estadounidense, lanzado por bombarderos B-2.
Si decide seguir adelante, Estados Unidos se convertirá en participante directo en un nuevo conflicto en Oriente Medio, enfrentándose a Irán precisamente en el tipo de guerra que Trump ha prometido evitar en 2 campañas electorales. Las autoridades iraníes ya advirtieron que la participación estadounidense en un ataque contra sus instalaciones comprometería cualquier posibilidad de reactivar el acuerdo de desarme nuclear.
Trump llegó incluso a alentar una reunión entre enviados estadounidenses e iraníes, aunque el lunes 16 de junio publicó en redes sociales un mensaje inquietante: “todo el mundo debería evacuar Teherán inmediatamente”. Esa frase, más que diplomática, parecía una señal de alarma. La Casa Blanca anunció además que Trump dejaría antes de tiempo la cumbre del G7 debido a la crisis en Medio Oriente.
Sin avances concretos en la vía diplomática, el presidente estadounidense sigue teniendo sobre la mesa la opción militar. El objetivo principal sería la instalación de Fordo, pero los expertos señalan que solo una bomba es capaz de penetrar semejante estructura subterránea: la Massive Ordnance Penetrator, o GBU-57, de 30.000 libras, que únicamente puede ser lanzada por un bombardero B-2. Israel no dispone de ninguno de estos elementos.
Dentro del Pentágono existen opiniones divididas. Elbridge A. Colby, subsecretario de Defensa para Política, ha señalado en reiteradas ocasiones que toda acción en Medio Oriente desvía recursos estratégicos que deberían estar enfocados en la contención de China.
Por ahora, Trump juega a mantener el equilibrio: intenta mostrar una amenaza creíble para los iraníes mientras transmite a su base electoral que aún apuesta por una salida pacífica. Pero si fracasa la combinación de presión y diplomacia, deberá decidir si esta es una guerra que Estados Unidos está dispuesto a hacer suya.