En enero de 2020, una escalada sin precedentes entre Irán y Estados Unidos sacudió el equilibrio del Medio Oriente. El detonante fue el asesinato del general Qasem Soleimani, comandante de la Fuerza Quds de la Guardia Revolucionaria iraní, en un ataque con drones ejecutado por orden de la administración del entonces presidente Donald Trump.
Respuesta inmediata: Operación Mártir Soleimani
En respuesta directa, Irán lanzó la denominada “Operación Mártir Soleimani”, un ataque con misiles balísticos sobre dos bases militares en Irak donde había tropas estadounidenses. Aunque en un primer momento Washington negó víctimas, luego se reconoció que más de 100 soldados estadounidenses sufrieron lesiones cerebrales traumáticas.
Una declaración de guerra encubierta
El asesinato fue interpretado por Teherán como una violación de soberanía y un acto de guerra. Altos mandos del gobierno iraní, incluido el líder supremo Ali Khamenei y el presidente Hassan Rouhani, reiteraron la promesa de una “dura venganza”.
Proyección regional de la amenaza
La respuesta iraní no se limitó al plano militar directo. Autoridades como el general Hossein Salami, comandante de la Guardia Revolucionaria Islámica, advirtieron sobre una venganza estratégica a largo plazo, cuyo objetivo era forzar la retirada total de Estados Unidos del Medio Oriente.
La estrategia se sustentó en una red de aliados regionales como Hezbolá en Líbano, milicias chiítas en Irak y Siria, y los hutíes en Yemen. Este enfoque, de carácter asimétrico, planteó la posibilidad de un conflicto prolongado y multifocal que pudiera socavar la influencia militar estadounidense.
Impacto global y advertencias
La amenaza de una extensión regional del conflicto puso en alerta a la comunidad internacional. Analistas coincidieron en que cualquier error de cálculo podría derivar en una guerra abierta con consecuencias globales. La estrategia iraní apeló a la disuasión, subrayando su capacidad de sostener una confrontación en sus propios términos, pese a sanciones y aislamiento diplomático.
La situación evidenció que la región podía inflamarse rápidamente ante un nuevo episodio. El conflicto Soleimani-Trump quedó marcado como uno de los momentos más críticos de la geopolítica reciente, con ecos que aún resuenan en las relaciones bilaterales y la política de defensa de ambos países.