En un contexto económico desafiante, Argentina logró salir del podio mundial de la inflación tras casi tres años consecutivos en los primeros puestos. Con una tasa interanual del 39,4% registrada en junio, el país se posiciona actualmente en el sexto lugar a nivel global, según un informe elaborado con datos de consultoras y medios internacionales.
Un ranking donde bajar es ganar
Encabezan el ranking países con profundas crisis políticas, sociales y monetarias. En primer lugar se ubica Venezuela, con una inflación del 229%, seguida por Sudán (113%), Zimbabwe (92,5%), Palestina (51,4%) y Burundi (45,5%). Argentina aparece sexta, pero ya fuera del grupo más crítico.
Este descenso se explica por una desaceleración sostenida de los precios, atribuida a medidas del actual Gobierno como el ajuste fiscal, el freno a la emisión monetaria y la contención del gasto público. En enero de 2024, la inflación interanual había superado el 200%.
El contexto regional y global
Por debajo de Argentina, figuran países con desafíos económicos de diversa índole, como Irán (38,7%), Turquía (35%), Haití (27,2%) y Malawi (27,1%). El reordenamiento del ranking pone en evidencia la variedad de factores que inciden en la inflación global: desde desequilibrios macroeconómicos, como en el caso argentino, hasta conflictos bélicos o crisis institucionales en otras regiones.
El desafío: sostener la baja sin dañar la actividad
Desde organismos internacionales como el Fondo Monetario Internacional (FMI) se anticipa que la inflación argentina podría continuar en descenso en los próximos meses. Sin embargo, advierten sobre la necesidad de sostener las políticas de contención sin caer en un freno prolongado de la actividad económica.
Especialistas locales coinciden en que la noticia es alentadora, pero la inflación sigue siendo alta en términos internacionales. Además, remarcan que el poder adquisitivo de la población aún se encuentra muy deteriorado, por lo que el esfuerzo ahora deberá centrarse en consolidar la tendencia sin sacrificar empleo ni consumo.
El país enfrenta así una nueva etapa de su batalla inflacionaria: con menos urgencia, pero con igual complejidad.