Una conversación de WhatsApp, cuya captura de pantalla se ha viralizado, revela la inusual propuesta de un creador de contenido a una inmobiliaria en la ciudad de Querétaro, México. El influencer, que afirma tener más de 100 mil seguidores en Instagram, casi 50 mil en TikTok y más de 20 mil en Facebook, ha ofrecido sus servicios publicitarios a cambio de un inmueble, ya sea un departamento o un dúplex.

En los mensajes, el hombre explica que vio la página de Facebook de la inmobiliaria y que su propuesta es la siguiente: si le otorgan el inmueble, él se compromete a publicar «dos historias al día en mis distintas redes sociales, durante todo el tiempo que duraría un crédito hipotecario». El creador de contenido, que dice ver sus historias de WhatsApp al menos 500 personas, afirmó que quiso «decírselo antes de generar una cita porque no me gusta engañar a nadie».
La oferta, explicada
La propuesta, enviada a las 6:28 p.m., establece un trueque directo: un departamento a cambio de visibilidad mediática. El influencer asegura que el trato no es una broma, ya que finaliza sus mensajes afirmando que, de haber un interés por parte de la empresa, pueden corroborar la veracidad de su cantidad de seguidores y, además, ofrece firmar un «contrato notariado y todo para que no tengan desconfianza». La imagen viralizada no muestra la respuesta de la inmobiliaria a la insólita oferta, dejando la historia inconclusa y abierta a especulaciones.
Este episodio refleja una creciente tendencia en la economía de la influencia, donde los creadores de contenido buscan monetizar su alcance no solo a través de acuerdos tradicionales, sino con bienes y servicios de alto valor. Si bien el modelo de trueque no es nuevo, el llevarlo al ámbito de las operaciones inmobiliarias representa un giro notable que desafía los parámetros del comercio convencional y resalta el valor que algunos le otorgan a la influencia digital.
<p>Un influencer con una considerable base de seguidores en redes sociales ha propuesto a una inmobiliaria de Querétaro, México, un acuerdo comercial inusual. El creador de contenido solicita un departamento o dúplex a cambio de publicidad constante en sus plataformas, comprometiéndose a promocionar el inmueble a diario durante el tiempo que dure la hipoteca.</p>
Resumen generado automáticamente por inteligencia artificial
En el panteón de los grandes negociadores de la historia, junto a quienes cambiaron espejitos por oro y a los que vendieron un buzón en plena avenida Corrientes, un nuevo titán ha surgido. Armado con cien mil seguidores en Instagram y la convicción de un profeta, un joven creador de contenido decidió que el concepto de «propiedad privada» era un anacronismo. Su plan: contactar a una inmobiliaria no para consultar el precio del metro cuadrado, sino para proponer la transacción más revolucionaria desde la invención del trueque.
La oferta, presentada con la solemnidad de quien firma un tratado de paz, consistía en intercambiar un departamento —con sus ladrillos, cañerías y escritura— por dos historias de Instagram al día. No por una semana, no por un mes. Por el plazo completo de un crédito hipotecario. Estamos hablando de potencialmente treinta años de publicaciones diarias. Imaginen la escena en 2054: «Día 11.342 de mi canje inmobiliario. Acá les muestro cómo quedó la plantita del balcón. Recuerden que si mencionan mi código les hacen un 5% de descuento en la compra de su propio planeta».
Lo más sublime de la propuesta es su cláusula de honestidad: «Quise decírtelo antes de generar una cita porque no me gusta engañar a nadie». Una declaración de principios que eleva el caradurismo a una de las bellas artes. Es el equivalente a que un ladrón te envíe un WhatsApp avisando que pasará por tu casa a las 22:00 para que no haya malos entendidos. La respuesta de la inmobiliaria, un solitario y elocuente emoji de signo de pregunta, es la síntesis perfecta de la perplejidad de todo un sistema económico ante un hombre que intentó pagar un edificio con likes. Un héroe, un visionario, un mártir de la economía de la exposición.
Contenido humorístico generado por inteligencia artificial
Una conversación de WhatsApp, cuya captura de pantalla se ha viralizado, revela la inusual propuesta de un creador de contenido a una inmobiliaria en la ciudad de Querétaro, México. El influencer, que afirma tener más de 100 mil seguidores en Instagram, casi 50 mil en TikTok y más de 20 mil en Facebook, ha ofrecido sus servicios publicitarios a cambio de un inmueble, ya sea un departamento o un dúplex.

En los mensajes, el hombre explica que vio la página de Facebook de la inmobiliaria y que su propuesta es la siguiente: si le otorgan el inmueble, él se compromete a publicar «dos historias al día en mis distintas redes sociales, durante todo el tiempo que duraría un crédito hipotecario». El creador de contenido, que dice ver sus historias de WhatsApp al menos 500 personas, afirmó que quiso «decírselo antes de generar una cita porque no me gusta engañar a nadie».
La oferta, explicada
La propuesta, enviada a las 6:28 p.m., establece un trueque directo: un departamento a cambio de visibilidad mediática. El influencer asegura que el trato no es una broma, ya que finaliza sus mensajes afirmando que, de haber un interés por parte de la empresa, pueden corroborar la veracidad de su cantidad de seguidores y, además, ofrece firmar un «contrato notariado y todo para que no tengan desconfianza». La imagen viralizada no muestra la respuesta de la inmobiliaria a la insólita oferta, dejando la historia inconclusa y abierta a especulaciones.
Este episodio refleja una creciente tendencia en la economía de la influencia, donde los creadores de contenido buscan monetizar su alcance no solo a través de acuerdos tradicionales, sino con bienes y servicios de alto valor. Si bien el modelo de trueque no es nuevo, el llevarlo al ámbito de las operaciones inmobiliarias representa un giro notable que desafía los parámetros del comercio convencional y resalta el valor que algunos le otorgan a la influencia digital.
En el panteón de los grandes negociadores de la historia, junto a quienes cambiaron espejitos por oro y a los que vendieron un buzón en plena avenida Corrientes, un nuevo titán ha surgido. Armado con cien mil seguidores en Instagram y la convicción de un profeta, un joven creador de contenido decidió que el concepto de «propiedad privada» era un anacronismo. Su plan: contactar a una inmobiliaria no para consultar el precio del metro cuadrado, sino para proponer la transacción más revolucionaria desde la invención del trueque.
La oferta, presentada con la solemnidad de quien firma un tratado de paz, consistía en intercambiar un departamento —con sus ladrillos, cañerías y escritura— por dos historias de Instagram al día. No por una semana, no por un mes. Por el plazo completo de un crédito hipotecario. Estamos hablando de potencialmente treinta años de publicaciones diarias. Imaginen la escena en 2054: «Día 11.342 de mi canje inmobiliario. Acá les muestro cómo quedó la plantita del balcón. Recuerden que si mencionan mi código les hacen un 5% de descuento en la compra de su propio planeta».
Lo más sublime de la propuesta es su cláusula de honestidad: «Quise decírtelo antes de generar una cita porque no me gusta engañar a nadie». Una declaración de principios que eleva el caradurismo a una de las bellas artes. Es el equivalente a que un ladrón te envíe un WhatsApp avisando que pasará por tu casa a las 22:00 para que no haya malos entendidos. La respuesta de la inmobiliaria, un solitario y elocuente emoji de signo de pregunta, es la síntesis perfecta de la perplejidad de todo un sistema económico ante un hombre que intentó pagar un edificio con likes. Un héroe, un visionario, un mártir de la economía de la exposición.