El ocaso de García-Mansilla en la Corte: ¿Renuncia inminente?
La situación de Manuel García-Mansilla en la Corte Suprema de la Nación se torna cada vez más compleja. Tras su nombramiento por decreto por el presidente Javier Milei y su polémica jura, el juez enfrenta un panorama desolador. La falta de apoyo político en el Senado, que rechazó su pliego con una contundente votación en contra, sumado a una cautelar que le impide ejercer sus funciones durante tres meses, lo han dejado en una posición extremadamente vulnerable.
Un nombramiento polémico desde el inicio
El nombramiento de García-Mansilla fue controversial desde su anuncio. Milei lo propuso como candidato hace más de un año, pero sin lograr el respaldo del Senado. Finalmente, el presidente optó por designarlo por decreto a fines de febrero, una decisión que generó fuertes críticas desde la oposición. Si bien logró jurar como cuarto miembro de la Corte, la falta de legitimidad que arrastraba desde su nombramiento lo dejó en una posición débil.
El Senado le baja el pulgar y la Justicia lo frena
El rechazo del Senado a su pliego, con 51 votos en contra de 72 posibles, fue un golpe duro para García-Mansilla. A esto se sumó una cautelar dictada por el juez Alejo Ramos Padilla, afín al kirchnerismo, que le impide actuar como juez de la Corte durante tres meses. Con este escenario adverso, las versiones sobre su inminente renuncia comenzaron a circular con fuerza en Tribunales.
Un «per saltum» para ganar tiempo: ¿maniobra desesperada?
Ante la posibilidad de una renuncia, trascendió que García-Mansilla consultaría a sus pares de la Corte sobre su futuro. Sin embargo, esta consulta no se concretó. Ahora, se espera que el Gobierno presente un per saltum contra la cautelar de Ramos Padilla, en un intento por ganar tiempo y revertir la situación. Sin embargo, en ámbitos políticos y judiciales, esta medida es vista como una estrategia desesperada que solo prolongaría la agonía del juez y le daría argumentos a la oposición para criticar al oficialismo. La situación de García-Mansilla se asemeja a un callejón sin salida, donde la renuncia parece ser el único desenlace posible.
