Una encuesta reciente reveló un rechazo generalizado hacia la dirigencia política en la provincia de Buenos Aires. Ninguno de los once dirigentes evaluados logró un saldo positivo de imagen. Javier Milei lidera el ranking, pero con más imagen negativa que positiva. El sondeo también reflejó que los principales problemas percibidos por los bonaerenses son los bajos sueldos, la inflación y la presión impositiva.
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La política bonaerense atraviesa un invierno más crudo que el de la cordillera: una encuesta de Mercados & Estrategia confirmó lo que muchos ya intuían mientras pagaban la boleta de la luz con una lágrima en la mejilla: ningún dirigente político zafa. Es como un reality de eliminación masiva, pero sin votos positivos.
Javier Milei, que grita “libertad” con más frecuencia que un loro entrenado en la City, fue el mejor posicionado, aunque ni él se salvó del látigo popular: 44,8% de imagen positiva contra un 53,8% negativa. ¿El resto? Un desfile de números en rojo y cejas fruncidas. Axel Kicillof y Espert completan el podio de los «menos peor», mientras que Cristina, Massa, Macri y Moreno confirman que el electorado está más filoso que un tuit enojado.
El caso más dramático es el del senador Maximiliano Abad, que además de tener apenas 11,3% de imagen positiva, tiene un 62% de bonaerenses que no saben quién es. O lo confunden con un programa para administrar claves bancarias. A este paso, va a tener que hacer campaña con una remera que diga “Hola, soy Maxi”.
La encuesta también relevó las principales preocupaciones de la ciudadanía: sueldos de miseria, inflación galopante y presión impositiva asfixiante. En ese contexto, mientras el pueblo cuenta monedas para llegar a fin de mes, los políticos siguen jugando al TEG con la interna partidaria. Todo muy ejemplar.
En resumen: el clima social está tan denso que hasta las velas del gauchito Gil temen prenderse. Y la dirigencia política, en vez de prender las alarmas, parece estar buscando la salida por la puerta equivocada.
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Una encuesta reciente de la consultora Mercados & Estrategia reveló que la dirigencia política de la provincia de Buenos Aires enfrenta un rechazo casi unánime por parte de la ciudadanía. El estudio, realizado entre el 7 y el 15 de junio sobre 943 casos y con un margen de error de +/- 3,9%, evaluó a once figuras públicas nacionales y provinciales: ninguna obtuvo un saldo positivo entre imagen positiva y negativa.
Ranking de imagen: todos en rojo
Javier Milei fue el dirigente con mayor imagen positiva, alcanzando un 44,8%, pero su imagen negativa (53,8%) también lo deja con un balance negativo. Le siguieron Axel Kicillof (43,2% positiva y 48,9% negativa) y José Luis Espert (41,7% y 47,3%, respectivamente).
En los últimos lugares se ubicaron Cristian Ritondo (19,7%), Verónica Magario (18,2%) y Maximiliano Abad, quien obtuvo apenas 11,3% de imagen positiva y un desconocimiento del 62%.
Preocupaciones sociales: sueldos, inflación e impuestos
La encuesta también relevó los temas que más preocupan a los bonaerenses. A nivel personal, el 67,3% indicó como principal problema “los bajos sueldos y no llegar a fin de mes”. A nivel nacional, el 62,4% mencionó “la inflación y pérdida de poder adquisitivo”, mientras que a nivel provincial, el 58,2% señaló “la presión impositiva que ahoga la producción”.
Fragmentación y oportunidad: el panorama electoral
El informe, titulado “Entre la fragmentación y la oportunidad”, destaca que la provincia se encuentra sumida en una crisis económica y de gestión. “La aprobación de los gobiernos actuales no supera el 50%, y el oficialismo provincial, aunque mayoritario, está dividido”, subraya el documento.
Según el estudio, la unidad del peronismo podría darle ventaja en las elecciones legislativas de septiembre de 2025, pero su actual fragmentación deja abierta una ventana de oportunidad para el oficialismo nacional libertario. “No se trata solo de quién convence más, sino de quién logra articular mejor sus fuerzas”, concluye el análisis.
El único consenso parece ser el desencanto: en el distrito más poblado del país, el electorado está cada vez más exigente, más crítico y menos dispuesto a perdonar promesas incumplidas.
