Feriantes de La Salada: ¿Hay solución a la vista?

Redacción Cuyo News
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Feriantes y otros trabajadores de La Salada volvieron a la carga este martes, tras los incidentes que sacudieron ayer el Puente La Noria. Esta mañana, la asamblea en el predio tuvo el tinte de las grandes definiciones: qué hacer ante el predio cerrado desde el 22 de mayo, cuando la figura de Jorge Castillo fue puesta bajo la lupa de la Justicia y, de paso, puertas adentro.

La resolución fue tan clara como el sol del mediodía: movilización hacia la municipalidad de Lomas de Zamora, sito en Manuel Castro 220. Desde las 10, el ritmo de bombos, el pito desafinado y los carteles con mensajes directos marcaban el paso. Paralelamente, una pequeña comisión, de esas que siempre tienen la misión de negociar con los ‘señores de traje’, ingresó al edificio municipal. El objetivo: conversar con las autoridades, buscar un guiño político que apacigüe la furia judicial que tiene al predio cerrado.

En el cónclave municipal, la representación fue amplia y diversa: un representante de cada una de las tres cooperativas ‘oficiales’ que conviven dentro de La Salada (Ocean, Punta Mogotes y Urkupiña), más un vocero por los carreros, otro por los remiseros y, por supuesto, alguien que represente a quienes calientan el morfi en los puestos de comida. Un verdadero seleccionado de la economía popular, o al menos, de la economía del predio.

La reunión tuvo su punto cúlmine con la confirmación de que fueron recibidos por el propio intendente Federico Otermín. Un encuentro que, según Wilson, uno de los integrantes de la comitiva, tuvo frutos.

El resultado más tangible fue la promesa de una audiencia para este jueves con la fiscal Cecilia Incardona. Y no solo eso: se sumarán a la reunión autoridades del Gobierno de la provincia de Buenos Aires. El pedido, según Wilson, será claro y contundente: «para que determinen la inmediata apertura de la feria«. Una expresión que suena a deseo más que a certeza, pero que en el contexto de La Salada, es casi un grito de guerra.

«Este problema no lo generó el municipio, pero como nosotros pagamos nuestros impuestos municipales al centro de Lomas venimos y pedimos que ellos intercedan por estos problemas que estamos pasando«, esgrimió otro comerciante ante los micrófonos de TN. Una declaración que, nobleza obliga, busca deslindar responsabilidades al tiempo que apela a la colaboración de la estructura estatal más cercana.

Y en un intento por derribar mitos o, al menos, por actualizar la percepción pública, aseguró que la informalidad en La Salada es cosa del pasado. «Para ser comerciante, tenemos que ser monotributistas y pagar impuestos. Hace 10 o 15 años atrás podíamos hablar de informalidad, pero hoy no«. Sobre la situación de Jorge Castillo, la postura es firme si se quiere: «Los comerciantes estamos ajenos a este tema, investiguen, pero no perjudiquen a la gente que trabaja». Una forma elegante de decir: ‘Si hay lío en la cúpula, que no nos salpique a los de abajo’.

El rostro humano de la protesta lo puso una mujer frente a la municipalidad: «Tengo 7 hijos, uno discapacitado, y hace 27 años trabajo en Punta Mogotes, necesito trabajar por mis hijos«. Una frase que condensa la angustia de cientos que ven en el cierre del predio un golpe directo a su sustento familiar.

Una vez finalizada la reunión en la municipalidad, un grupo de feriantes, con la energía intacta o quizás revigorizados por la promesa de la audiencia, se trasladó hasta la fiscalía N.º 2. La misión: coordinar el horario del encuentro del jueves y, no menos importante, asegurarse un «papel firmado» que confirme la convocatoria. Porque en estas lides, la palabra es elocuente, pero el papel, si está firmado, es ley.

Mientras tanto, el grueso de los manifestantes, pasado el mediodía, mantenía firme la posición frente a la municipalidad, con cortes intermitentes del tránsito en la siempre transitada avenida Hipólito Yrigoyen, a la altura del cruce con la calle Sáenz. Una táctica que, aunque genera bronca en los automovilistas, garantiza visibilidad al reclamo.

Y en medio del bullicio, Isabel, una feriante con la palabra afilada, le envió un mensaje directo al Presidente. «Necesitamos que llegue a los oídos de nuestro Presidente, que nos diga algo, porque todos acá tenemos cuatro o cinco hijos que han votado por Milei. Acá somos gente de trabajo. Que nos dé una respuesta porque estamos dudando de lo que dijo, que apoyaba a la gente de trabajo. No nos sentimos representados en este momento y sé que le va a afectar en los votos».

«Queremos que Argentina se ponga de pie, somos aportantes, venimos a exigir al municipio que muestre las boletas que pagamos, para que no digan que acá es todo ilegal, se viene abajo la economía y nosotros estamos firmes trabajando para vender mercadería económica y defender el país de la gente humilde», remató Isabel en diálogo con LN+. Un discurso que mezcla el drama personal con el análisis macroeconómico, a la altura de cualquier analista de televisión, pero con el plus de vivirlo en carne propia.

Sobre la causa que mantiene cerrada La Salada e investiga a Jorge Castillo, Isabel apuró: el empresario «no está más» en la administración y, de pasada, denunció que tiene «otras propiedades que no están cerrando». Un dardo que busca poner de manifiesto una supuesta inequidad en la aplicación de las medidas judiciales.

Mientras los feriantes copaban la escena en Lomas, sobre Puente La Noria, un fuerte operativo de seguridad buscaba garantizar la circulación, un alivio para quienes ayer quedaron atrapados durante al menos 6 horas en el caos vehicular. Por ahora, el martes fue de relativa calma en la autopista, pero el futuro, como un producto sin garantía de La Salada, es incierto.

La jornada del lunes había tenido como epicentro la zona de Camino Negro, en el acceso a la Ciudad de Buenos Aires. Allí, puesteros, cafeteros y carreros, entre otros, decidieron cortar todo desde las 7 de la mañana hasta bien pasado el mediodía.

El mensaje era unívoco: la reapertura de La Salada es una necesidad primaria. Y sobre Castillo, detenido por lavado de dinero y evasión, la distancia era marcada: «nada tienen que ver». Una postura que busca salvar al soldado, o en este caso, al predio.

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