El Senado le bajó el pulgar a García-Mansilla para la Corte Suprema con una votación aplastante que haría sonrojar hasta al mismísimo Padrino. ¿Su primera reacción? Preguntarle a sus colegas si seguía siendo juez o si debía devolver la toga y el martillo. Un papelón digno de un capítulo de Los Simuladores, pero sin el final feliz.
Tras un fin de semana de reflexión (y seguramente varios litros de mate), García-Mansilla decidió renunciar con una carta digna de análisis literario. ¿Aceptó el cargo por decreto porque es un patriota o porque le erró al pronóstico? La historia lo juzgará, pero mientras tanto, el sillón de la Corte sigue vacío.
¿Y ahora quién podrá defendernos? Bueno, quizás Rosatti y Rosenkrantz, que dicen que con tres jueces alcanza y sobra. Mientras tanto, el peronismo festeja haberle ganado una pulseada a Milei, aunque con el riesgo de quedar como el perro del hortelano: ni come ni deja comer.
El Senado rechazó el pliego de García-Mansilla para la Corte Suprema con una contundente votación de 51 votos en contra. Tras una inicial reacción ambigua, el ahora exministro presentó su renuncia.
Una designación controvertida y un final abrupto
La designación por decreto de Manuel García-Mansilla como ministro de la Corte Suprema por parte del presidente Javier Milei generó controversia desde el principio. El Senado, dominado por la oposición peronista, retrasó el tratamiento de su pliego y el de Ariel Lijo durante casi un año. Finalmente, el rechazo del Senado, con una amplia mayoría de votos provenientes de diversos bloques políticos, precipitó la renuncia de García-Mansilla. En su carta de renuncia, el exministro justificó su aceptación inicial del cargo por decreto, argumentando circunstancias diferentes a la designación en comisión de Rosatti y Rosenkrantz durante la presidencia de Mauricio Macri. También cuestionó la postura de Rosatti y Rosenkrantz, quienes sostenían que la Corte podía funcionar con tres miembros.
La «chanchada» política y la impunidad de Cristina Kirchner
La decisión del Senado estuvo marcada por la «chanchada» política, como la calificó la diputada Victoria Villarruel. El peronismo, buscando la impunidad de Cristina Kirchner en sus causas judiciales, utilizó los pliegos de la Corte como moneda de cambio para negociar una posible ampliación del máximo tribunal y la designación de jueces afines. Incluso se llegó a mencionar el nombre de Miguel Ángel Pichetto como posible candidato, propuesta que este declinó.
El lobby de Lijo y el desenlace inevitable
El juez federal Ariel Lijo, designado junto con García-Mansilla, realizó intensas gestiones para conseguir los votos necesarios en el Senado. Sin embargo, estas acciones, que incluyeron presiones a gobernadores y senadores, terminaron perjudicando a ambos candidatos. La necesidad de Cristina Kirchner de mostrar una victoria política frente a Milei, sumada a la impavidez del gobierno ante la inminente derrota en el Senado, sellaron el destino de García-Mansilla. Un amparo presentado por el juez Alejo Ramos Padilla y una posible denuncia penal hicieron insostenible su continuidad en la Corte. Finalmente, García-Mansilla, «un académico brillante sin padrinos ni compromisos políticos», presentó su renuncia. Su breve paso por el máximo tribunal terminó de manera abrupta, dejando un vacío en la Corte Suprema y un escenario político aún más complejo.