Insfrán: el arte de la longevidad política y la adaptación al poder

Redacción Cuyo News
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La leyenda de Gildo: el gobernador inacabable

Cuando asumió, juró achicar el 40 por ciento de la estructura estatal. No, no estamos hablando del actual inquilino de la Casa Rosada, sino de un Gildo Insfrán un tanto más joven y con el cabello menos cano. Corría el año 1995, y a sus 44 primaveras, el formoseño se hacía del despacho más encumbrado del poder provincial. Ya entonces, con Carlos Menem en la presidencia y vientos de cambio soplando, Insfrán, curtido con ocho años como vicegobernador y cuatro como diputado, demostraba su pericia para los matices: “No implicará reducción de personal, pero sí la reubicación de empleados”, advertía con la serenidad de quien sabe que una verdad a medias es una verdad más digerible.

Apenas cuatro años después, sorteando impugnaciones judiciales con la misma destreza con la que un ilusionista hace desaparecer un conejo, Insfrán logró ser reelegido por primera o tercera vez —dependiendo del punto de vista y de la cantidad de vasos de agua que se hayan tomado previamente—. En un giro digno de un culebrón político, colmó de elogios al flamante mandatario Fernando de la Rúa, calificándolo de ‘demócrata’, olvidando convenientemente que había sido uno de los primeros en empujar la re-reelección de Menem y le había negado el apoyo a Eduardo Duhalde. En política, parece que la memoria es un músculo selectivo, y el de Insfrán está muy bien entrenado.

Del tango con Kirchner al desafío con Milei

Con olfato de sabueso político, fue también el primero en apostar por un gobernador que, como él, también avalaría una reforma constitucional para blindar su reelección indefinida: Néstor Kirchner. El santacruceño, ni lerdo ni perezoso, le devolvió el favor con creces apenas asumió la presidencia. Tres meses después de jurar, viajó a Formosa para rubricar el Acta de Reparación Histórica, un documento que se tradujo en una lluvia de miles de millones de pesos en obras. Tal vez Insfrán tiene un GPS interno para detectar caudales de dinero federal.

Con Cristina Fernández de Kirchner, el entendimiento fue más complejo, como un matrimonio con altibajos, pero lograron una sintonía. A Mauricio Macri, el “ingeniero” de Cambiemos, le arrancó obras y sonrisas forzadas en una relación tensa en la Casa Rosada, digna de un reality show. Javier Milei, el “libertario”, no le concedió ni las horas del día, pero el Presidente que usa Twitter para insultar mandatarios provinciales curiosamente no ha dedicado ningún adjetivo peyorativo al que ostenta el récord de permanencia en el cargo. Insfrán, sin embargo, no dudó en apuntar a Balcarce 50: “Hacemos lo que los libertarios le niegan al pueblo”, sentenció el jueves pasado, en la inauguración de la última obra antes de los comicios que decidirán su suerte. Siempre y cuando la Corte Suprema no le haga alguna de las suyas, claro.

Insfrán, cual Houdini de la política, ha logrado mantenerse en el poder con una mezcla que incluye clientelismo, una mano firme que no tiembla, y una generosa dosis de empleo público. Un combo que, para la oposición, es una mezcla digna de un thriller, y para sus votantes, una garantía de estabilidad. Los politólogos Iván Jacobshon (UNSAM) y Carlos Gervasoni (UTDT) no se equivocan al afirmar que Insfrán podría ser el gobernador democrático con mayor tiempo consecutivo en el poder en toda Latinoamérica. ¿Será que tiene una silla ultra-cómoda hecha a medida?

El semillero familiar y “El Tío” invencible

Al principio, hubo una ruptura con su antiguo mentor político, el gobernador Vicente Joga. “El momento agonal de la política”, como diría el inefable Miguel Pichetto, quien, en un acto de sabiduría maquiavélica, no cree en las traiciones en el universo de los pactos y las bancas. Para llegar a la cúspide, hubo un toque de nepotismo (o de “familia en la política”, si le suena más delicado): el apoyo de su entonces suegro, un dirigente político de peso en Laguna Blanca, el pueblo natal donde Insfrán aún vota, y padre de Teresa Baldus, su ex esposa y madre de sus tres hijos. Parece que el árbol genealógico político es más frondoso de lo que uno imagina. Y en el horizonte, la tradición familiar podría continuar: su hija Yanina ya es diputada provincial, al igual que el hermano del gobernador; y Grisel Insfrán, la secretaria legal y técnica que cuida su firma con celo de leona, es candidata a convencional constituyente este domingo. El ADN político, al parecer, muta y se replica con facilidad.

Nacido hace 74 años, Insfrán se formó como veterinario en Corrientes, donde, en una ironía del destino, incursionó en la política a través del Partido Comunista Revolucionario, para luego afiliarse rápidamente al PJ, cuyo congreso nacional todavía preside hoy, con Cristina “presa”, dicho con la mordacidad que caracteriza al chismorreo político.

El tío”, como lo apoda cariñosamente la juventud de su partido (o al menos, la juventud que no quiere pasar dos días en una comisaría), aún recorre los fines de semana la costanera formoseña con la ventanilla baja de su camioneta blindada. No, no es un descuido, es una declaración de principios. Es un político diferente, un espécimen único que, incluso en un país que adora las marchas y contramarchas, logra movilizar a miles. Y sí, dato no menor: no le teme a un escrache. El último joven que se atrevió a insultarlo, según cuentan las malas lenguas, pasó dos días en “pensamiento profundo”. En Formosa, parece que la libertad de expresión a veces viene con un plazo fijo.

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