El telón de la política bonaerense se levantó con un acto que, más allá de la formalidad, dejó entrever las intrigas y negociaciones propias del poder. En un escenario marcado por la ausencia de Mauricio Macri, quien optó por un fugaz escape al glamour neoyorquino, la hermana presidencial, Karina Milei, se erigió como la figura central en la formalización de la alianza entre La Libertad Avanza y el PRO en la provincia de Buenos Aires. Una sonrisa en su rostro, inmortalizada por el lente de un fotógrafo de Clarín, captó la magnitud del momento, amplificada por el curioso detalle de un sticker animado enviado por el propio Presidente, un judío ortodoxo danzando con algarabía, símbolo incierto de la euforia política o del surrealismo reinante.
La cúpula allí reunida, con Cristian Ritondo, Diego Santilli y Guillermo Montenegro a la cabeza, junto a Sebastián Pareja, presidente del partido violeta bonaerense, selló un pacto que luce más como una fusión. Este acuerdo, no exento de ironías, se gestó mientras Macri posaba con leyendas del fútbol internacional, ajeno a las realidades del «barro de la política local», un contraste que no pasó desapercibido para los observadores más agudos.
la interna libertaria y el rol de karina
La injerencia de Karina Milei fue, una vez más, determinante. Como única articuladora de su espacio, su figura eclipsó otras voluntades, dejando en claro la estructura jerárquica que impera en La Libertad Avanza. Las palabras de Pareja, un «tiro por elevación a Agustín Romo y el sector de Santiago Caputo», evidenciaron las fricciones internas por el reparto de cargos y la guerra por los lugares en las delegaciones de PAMI. La secretaria general de Presidencia no solo impuso su visión estratégica en la política provincial, sino que también reafirmó su preeminencia sobre figuras de peso como Guillermo Francos y el propio Caputo en la esfera nacional, incluso en medio de choques frontales con el Congreso, donde la tentación de la confrontación parece ser una constante que pone en riesgo la gobernabilidad y el plan económico.
Ritondo, por su parte, logró mantener la precaria unidad de su partido, aunque la mitad de los intendentes macristas aún amagan con desoír la directiva orgánica y jugar con un armado propio. Las promesas previas de un 75 por ciento de las listas para los alcaldes del PRO en sus distritos parecen desvanecerse en el aire. La intendenta de Vicente López, Soledad Martínez, aunque inicialmente reticente, terminó avalando el acuerdo tras tensas reuniones con referentes libertarios, un claro síntoma de que la desconfianza impera, pero la necesidad, a fin de cuentas, siempre triunfa.
resistencias y negociaciones subterráneas
El hartazgo de algunos intendentes del PRO trasciende las figuras cercanas a Jorge Macri. Lisandro Matzkin, de Coronel Pringles, no encontró suficiente respaldo en Santilli, uno de los promotores más entusiastas del acuerdo. Ni siquiera Daniel Angelici, figura influyente en el PRO, pudo blindar a Javier Martínez de Pergamino, quien amenaza con un portazo ante las exigencias libertarias. Paradójicamente, el propio Angelici, conocido por su cercanía con el oficialismo nacional y su rol de mediador, busca tender puentes en la Ciudad de Buenos Aires antes del 26 de octubre, reforzando la idea de que los intereses siempre encuentran su camino, incluso por los laberintos más extraños.
En el ajedrez de las candidaturas, emergen nombres que van desde la experiencia hasta la novedad. Santilli, con línea directa con Karina Milei, resiste las presiones para postularse como senador por la primera sección electoral, aspirando a un tercer lugar en la lista de legisladores nacionales. La posibilidad de que Diego Valenzuela y Guillermo Montenegro sean candidatos a senadores provinciales añade intriga. Y en un guiño a los nuevos tiempos, o quizás a la desesperación, el nombre del tiktokero presidencial Iñaki Gutiérrez, vecino de Colegiales y amigo del Presidente, asoma como una opción impensada para la tercera sección, bastión kirchnerista donde el oficialismo presagia una derrota contundente. Mientras tanto, en el PRO bonaerense, la palabra «sumisión» se evita con ahínco, recordándose que en política, a veces, es necesario esconderse detrás de un nombre ajeno para alcanzar un «bien común mayor».