La relación entre la coyuntura política nacional y el contexto internacional es innegable. En un mundo occidental que experimenta un viraje político significativo, la figura de Javier Milei en Argentina se presenta como una manifestación local de un fenómeno global. Desde el inicio de su campaña, hace tres años, Milei fue enfático al declarar: «Yo soy Trump, soy Bolsonaro y Vox». Esta definición, pronunciada en un momento en que el regreso de Trump parecía improbable y la influencia de Bolsonaro y Vox más acotada, demostró una visión que, con el correr del tiempo, se materializó.
El triunfo de Donald Trump en Estados Unidos representa un factor de potencial impulso para la presidencia de Milei. Valiéndose de la posición asumida, el actual mandatario argentino logró establecer una conexión con figuras clave como Trump y Elon Musk. Adicionalmente, obtuvo un respaldo casi simultáneo del Fondo Monetario Internacional y del secretario de Estado de Estados Unidos, una confluencia de apoyos poco habitual. Esta estrecha relación con Estados Unidos, incluso más cercana que la sostenida por Carlos Menem con George Bush padre o Bill Clinton en la década del ’90, anticipa una incidencia significativa de los acontecimientos norteamericanos en la política argentina.
La trascendencia de esta relación, ya sea en beneficio del país o circunscrita a la proyección personal de Milei a nivel global, dependerá de su desenlace. La estrategia de Trump, calificada como una apuesta «a todo nada», contrasta con una visión que valora la moderación, virtud que, en el ámbito político contemporáneo, parece haber caído en desuso.
La posibilidad de un retorno de la moderación en la política es una incógnita. Si bien existe una dinámica pendular, definir cuándo y si este fenómeno se manifestará a nivel mundial es incierto. En la actualidad, la comunicación agresiva parece ganar terreno sobre un lenguaje moderado o coloquial que busca matices. Hasta 2016, la política occidental se caracterizaba por la convivencia y convergencia de la centroizquierda y la centroderecha moderada, que aislaban a los extremos. Ese año, el Brexit en Gran Bretaña y el primer gobierno de Trump en Estados Unidos marcaron el ingreso del populismo en el mundo anglosajón, un hito sin precedentes hasta entonces. Casi una década después, este cambio se observa con mayor intensidad y se extiende a diversas partes del mundo.
Desde una perspectiva de moderación, observar a una figura política como Milei expresarse con marcada agresividad hacia opositores y medios de comunicación resulta preocupante. Si bien se reitera la preferencia por un sistema basado en el diálogo, es imperativo comprender la transformación del escenario político global. El enfrentamiento de Milei con el periodismo presenta similitudes evidentes con la postura de Trump en Estados Unidos. Aunque no hay elementos concluyentes para afirmar una vinculación directa, la idea de construir la política a partir de la confrontación con un presunto enemigo, en detrimento de la construcción de acuerdos con aliados, parece ser parte de esta tendencia.
La actual relación entre el gobierno de Milei y los medios de comunicación parece desmarcarse de los ciclos habituales observados en los últimos 40 años de democracia argentina. Tradicionalmente, la relación gobierno-periodismo se deterioraba a medida que la gestión se desgastaba. En este caso, la confrontación parece ser una variable inicial. El uso del término «casta», ampliado a la noción de «casta periodística», sugiere una diferencia fundamental respecto a episodios pasados, como la detención de Rosendo Fraga en 1985 durante el gobierno de Raúl Alfonsín, que se inscribe más en un contexto particular que en un fenómeno generalizado como el actual.
El panorama electoral actual revela un cambio profundo en el sistema político argentino. El bipartidismo imperfecto que ha regido desde 1945 se encuentra en una clara crisis, con Milei actuando como un catalizador de esta transformación. La situación en la Ciudad de Buenos Aires, con tres fuerzas políticas con posibilidades similares, dos de ellas de centroderecha, evidencia un escenario inédito y una marcada dilución de identidades políticas tradicionales, tanto en el radicalismo como en el peronismo.
El futuro del peronismo, un actor dominante para generaciones anteriores, es incierto. Su correlación con sectores sociales como piqueteros y trabajadores sindicalizados, sumado a un incipiente intento de captar el voto de los jubilados, quienes históricamente no tuvieron un rol protagónico, configura un escenario complejo. Tras 80 años de historia, el peronismo atraviesa una crisis innegable, especialmente visible en las nuevas generaciones, para quienes ya no representa una fuerza dominante.
La relevancia de la elección actual con miras a 2027 es menor de lo que pudiera parecer. Ejemplos históricos como la derrota del kirchnerismo en 2009 tras el conflicto con el campo, seguida del triunfo de Cristina Kirchner en 2011 con el 54% de los votos, o la victoria de Macri en 2017 y su posterior derrota en las elecciones presidenciales, ilustran la volatilidad del escenario electoral. No obstante, independientemente del resultado, se proyecta que el oficialismo duplicará su representación legislativa.
La posibilidad de un acuerdo entre el PRO y La Libertad Avanza en la provincia de Buenos Aires parece compleja, dada la lógica no lineal de las relaciones políticas. La Ciudad de Buenos Aires se ha convertido en una suerte de interna abierta entre ambas fuerzas. La estrategia de Milei de evitar negociaciones, afirmando que «los votos son míos», contrasta con la visión tradicional del PRO, que espera una concertación política para definir cargos y ministerios. Esta divergencia en la concepción del hacer político dificulta un entendimiento.
La falta de una alianza electoral entre las fuerzas opositoras provinciales, si bien podría allanar el camino al kirchnerismo, depende también de la resolución interna del peronismo y la conformación de sus listas, que pueden generar fricciones. La estrategia de Milei, si Macri presenta una lista aparte y obtiene un porcentaje significativo de votos, podría enfrentar riesgos, recordando que las elecciones se definen por márgenes estrechos.
La situación económica, y en particular la inflación, se perfila como un factor determinante en la decisión del voto. Milei es consciente de ello; un escenario inflacionario elevado dificultaría sus chances de victoria. Adicionalmente, el manejo de la banda cambiaria se presenta como un elemento crucial para otorgar margen de maniobra al Gobierno. Si bien la macroeconomía presenta resultados mixtos, el haber logrado el apoyo de Estados Unidos se destaca como un éxito fundamental que, de no haberse concretado, habría complicado aún más el panorama.

La relevancia de la no sanción del proyecto de Ficha Limpia en la opinión pública, si bien no constituye un tema de interés mayoritario, no debe subestimarse. En un escenario electoral segmentado, cinco puntos pueden definir una elección. Existe un sector de la población que sigue estos temas, lo que podría tener un impacto, por ejemplo, en la elección de la Ciudad de Buenos Aires.
Más allá de las especulaciones sobre un posible acuerdo entre el kirchnerismo y el Gobierno para la caída de Ficha Limpia, el balance de la política legislativa de Milei en este año y medio evidencia que negocia políticamente. La modificación de su discurso, pasando de «casta política» a «casta periodística», confirma un cambio de objetivo, en línea con la teoría política marxista.
La competitividad de Cristina Kirchner en esta elección es incierta. Si bien en política «nunca digas nunca», el paso del tiempo afecta a todos. El desafío de Axel Kicillof se presenta como una dinámica compleja, similar a la de un hijo con una madre en términos políticos, planteando la duda sobre si su búsqueda de revitalizar su popularidad en la tercera sección bonaerense es una estrategia electoral conjunta o individual. A pesar de la declinación percibida del kirchnerismo como expresión política, no puede considerarse como un fenómeno terminado.
La mirada en 2050, la elección del nuevo Papa y una visión pesimista sobre Venezuela
Desde hace algunos años, Rosendo Fraga dedica especial atención a un tema que trasciende el análisis político coyuntural: la configuración del mundo en 2050. Este horizonte temporal de 25 años plantea interrogantes fundamentales.
«Hay que prepararse para la diversidad», sostiene, subrayando la importancia de la demografía como «una ciencia realmente importante». En este sentido, plantea que Argentina debe anticipar un contexto de diversidad que la caracteriza desde hace tiempo.
«Debemos ser el único país capaz de exportar reactores nucleares y, en simultáneo, tener índices de pobreza del 40%», grafica. Este dilema, a su juicio, no se resolverá en el corto plazo, sino que demandará un cuarto de siglo. La visión, entonces, debe orientarse hacia 2050, ya que «estas cosas no se resuelven año a año». En este horizonte, vaticina, «el Hombre seguramente va a llegar a Marte».
La muerte de Francisco y la hipotética designación de un nuevo Papa, León XIV, también son materia de análisis para Fraga. «Cuando se escriba la historia», afirma, «lo más importante del legado de Bergoglio será su mirada de la geopolítica». El hecho de que este sea el cuarto Papa consecutivo no italiano, según Fraga, es «todo un dato».
Este fenómeno, explica, refleja «una Iglesia católica que fue híper eurocéntrica desde el siglo V hasta casi el XXI y que ha dejado de serlo para referenciarse en otros lugares del mundo, porque Europa hoy es el 7% de la población mundial». Francisco, a su entender, comprendió esta transformación, y un nuevo Papa no europeo sería un ejemplo de esta línea.
La situación en Venezuela genera un marcado pesimismo en Fraga. La ve «muy dura». Al citar el modelo cubano, plantea que mientras Nicolás Maduro mantenga el control del sistema militar y de seguridad, «no va a caer el régimen», una perspectiva que refleja la complejidad y el estancamiento de la situación en el país caribeño.
Itinerario

Rosendo Fraga, descendiente de una familia con tradición en la vida pública y militar, es un periodista, analista político, historiador y abogado con una destacada trayectoria. Próximo a cumplir 73 años, ha sido distinguido con el Premio Konex de Platino y actualmente preside la Academia Nacional de Ciencias Morales y Políticas. Dirige la Fundación Centro de Estudios de la Fundación Nueva Mayoría y es miembro del CARI. Autor de más de 50 libros, se encuentra trabajando en dos nuevas obras. Su experiencia académica incluye la docencia en Derecho Laboral e Historia Argentina. Su opinión es valorada en medios de comunicación a nivel nacional y regional.
Al toque
Un sueño: Tener más tiempo para leer.
Un desafío: Terminar los dos libros que empezó a escribir.
Un proyecto: Que la Argentina mejore su autoestima.
Un libro: Las memorias de Winston Churchill sobre la Segunda Guerra Mundial.
Una película: 55 días en Pekín.
Una serie: La embajadora.
Un prócer: Julio Argentino Roca.
Un líder: El que pudo haber sido, Arturo Frondizi.
Una comida: Revuelto de gramajo.
Una bebida: Agua sin gas.
Un recuerdo de la infancia: La Revolución del ’55, tenía tres años, le impactó lo que pasó.
Una sociedad que admire: La de Mongolia, un enorme país.