Un sargento de la policía de San Juan fue apuñalado con un destornillador en Villa Calingasta. El agresor, con quien la víctima había discutido previamente, fue detenido.
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En Villa Calingasta, la tranquilidad dominical se fue al tacho más rápido que una reunión familiar. Resulta que un sargento de la policía, después de unas copitas de más con un amigo (porque hasta los policías tienen derecho a relajarse, ¿vio?), terminó con más agujeros que un queso gruyere. Pero no, no fue un tiroteo ni una persecución a alta velocidad. El arma usada fue… ¡un destornillador! Sí, señores, un humilde destornillador. Parece que al amigo del sargento, después de la discusión y los golpes de puño, le picó el bichito de la venganza y decidió convertir la noche en una película de terror . El pobre sargento, con más mala suerte, terminó en el Hospital Rawson, con el cuerpo más pinchado que un muñeco de vudú. Y el agresor, bueno, ahora está en la comisaría reflexionando sobre la importancia de controlar la ira… y de usar las herramientas para lo que fueron diseñadas. En fin, una historia que demuestra que la realidad supera a la ficción, y que en Argentina, hasta un destornillador puede ser un arma letal. Así que ya saben, amigos, si van a tomar, asegúrense de que su cumpa… no tenga un destornillador a mano. Nunca se sabe cuándo la noche puede terminar en tragedia… o en una anécdota digna de un programa de chimentos.
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