En el apacible barrio Las Pampas de Pocito, donde la mayor emoción suele ser la llegada del camión de la garrafa, la tarde de ayer se convirtió en una escena digna de una película de acción (con final feliz, afortunadamente). Un llamado al 911 alertaba sobre un bebé de un año vomitando sangre, una imagen que ni Dr. House en sus peores días hubiera querido diagnosticar.
Al llegar al lugar, los policías se encontraron con una situación crítica: el pequeño, además de vomitar, no reaccionaba. El color amarillento y los ojos en blanco indicaban que la cosa estaba fea . Ante la emergencia, y con la ambulancia más perdida que aguja en un pajar, los uniformados decidieron tomar cartas en el asunto.
Olvidándose de las multas por mal estacionamiento y la persecución de pungas, se pusieron el traje de héroes y aplicaron sus conocimientos de primeros auxilios (seguramente aprendidos en un curso acelerado). Las maniobras de reanimación comenzaron, con la tensión digna de un partido de la Selección en el minuto 90. El bebé, ajeno al drama que protagonizaba, seguía sin reaccionar.
Finalmente, con la ambulancia aún en camino (probablemente atascada en un embotellamiento causado por una carretilla), la decisión fue tajante: subir al pequeño al patrullero y salir disparados al Hospital Federico Cantoni. Imaginen la escena: un patrullero a toda velocidad, esquivando lomos de burro y perros siesteros, con un policía haciendo de enfermero y otro manejando el movil.
Gracias a la heroica intervención de estos improvisados médicos, el bebé llegó al hospital con un hilo de vida y fue estabilizado por los profesionales. Una historia con final feliz que demuestra que, a veces, la policía no solo sirve para pedir documentos y sacarte fotos para el prontuarial. ¡Un aplauso para los héroes Sanjuaninos!
