Dos jóvenes de 21 años fueron detenidos en Rawson acusados de robar una garrafa de una vivienda. Tras ser capturados, se culparon mutuamente y protagonizaron una pelea dentro del patrullero, causando daños al vehículo. Uno de ellos confesó luego dónde habían ocultado el objeto sustraído, que fue recuperado por la policía. Ambos enfrentan cargos por hurto agravado, amenazas y violación de domicilio.
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En San Juan, parece que el manual del buen ladrón está agotado o, directamente, nunca llegó a imprenta. Imaginen la escena: dos jóvenes promesas del hampa local, Rojas y Ángel, deciden que una garrafa de 10 kilos es un bien de primera necesidad ajeno. Hasta ahí, un martes cualquiera en la crónica policial. Logran su cometido en calle Chaco, Rawson, pero la astucia les dura menos que un sueldo a fin de mes. Un vecino los ve, llama al 911 y el Comando Radioeléctrico Sur, más rápido que delivery en hora pico, los localiza. ¿Fin de la historia? ¡Para nada! Acá empieza lo bueno, el verdadero sainete. Ya con las esposas puestas, dentro del patrullero –ese espacio sagrado de reflexión para el malviviente–, en lugar de planear la defensa o lamentar su torpeza, deciden que es el momento ideal para dirimir diferencias internas. '¡Fue tu culpa!', '¡No, tuya!'. Y de las palabras pasan a las manos, o mejor dicho, a las patadas, porque las manos las tenían ocupadas con el metal policial. En medio de la gresca digna de una película clase B, le propinan tal puntapié a la butaca del conductor que la dejan para el tapicero. ¡El pobre móvil, víctima inocente de la incompetencia societaria! La tensión era tal que uno de los socios del efímero emprendimiento delictivo, quizás harto de la falta de profesionalismo de su compañero o simplemente buscando un poco de paz en medio del caos automotriz, decide cantar mejor que Pavarotti: 'La garrafa está escondida allá'. ¡Eureka! La policía, que hasta ese momento debía estar entre atónita y divertida, fue, chequeó y recuperó el botín. Ahora, Rojas y Ángel no solo enfrentan cargos por el hurto, las amenazas y la violación de domicilio, sino que quizás deberían sumar 'daños a la propiedad estatal' y 'disolución violenta de sociedad ilícita'. Un caso que demuestra que, a veces, la mayor amenaza para un ladrón... es su propio cómplice. Y un asiento de patrullero.
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