Dos estudios recientes revelan un panorama preocupante sobre el uso de pantallas en adolescentes. Uno, publicado en JAMA, vincula el uso adictivo de redes sociales, móviles y juegos con problemas de salud mental e incluso tendencias suicidas. El otro, de la OMS, estima que un 11% de los jóvenes tiene su vida afectada negativamente por estos dispositivos, y un 32% está en riesgo de desarrollar un uso problemático. Los estudios resaltan la importancia de regular el acceso a estas tecnologías y promover hábitos saludables, a la vez que generan debate sobre el impacto real de las pantallas en la salud mental de los jóvenes.
El debate sobre el impacto de las pantallas en la salud mental de los adolescentes vuelve a encenderse. ¿Estamos frente a una generación enganchada o simplemente adaptándose a una nueva realidad digital? Dos estudios recientes intentan arrojar luz sobre este interrogante, aunque sin ofrecer respuestas definitivas.
El primero, publicado en la prestigiosa revista JAMA, establece una conexión inquietante entre el uso adictivo de redes sociales, teléfonos móviles y videojuegos, y el aumento de ideas y comportamientos suicidas, así como futuros problemas mentales en los jóvenes. El segundo, un trabajo auspiciado por la Organización Mundial de la Salud (OMS), revela que un 11% de los menores ya experimenta alteraciones significativas en su vida debido al uso de dispositivos electrónicos, mientras que un 32% se encuentra en la antesala de un uso problemático.
¿Adicción o adaptación? El dilema de la era digital
Uno de cada diez adolescentes, según estos estudios, presenta un uso problemático de las tecnologías, una categoría que se define cuando el consumo de pantallas interfiere negativamente en la vida cotidiana, afectando relaciones, estudios o bienestar emocional. Pero, ¿es esto una señal de alarma o una simple consecuencia de crecer en un mundo cada vez más conectado?
Los datos son preocupantes: un tercio de los adolescentes se considera usuario intensivo de pantallas, lo que significa un consumo elevado en términos de tiempo, frecuencia o dependencia. Sumado al 11% que ya presenta un uso problemático, casi la mitad de la población en edad escolar podría estar en riesgo.
Diferencias de género y la presión social online
El estudio de la OMS también revela diferencias significativas entre chicos y chicas. Las chicas tienden a un mayor contacto continuo online y un uso problemático de las redes sociales, mientras que los chicos se enganchan más a los juegos. Esta disparidad plantea interrogantes sobre el impacto de las redes sociales en la autoestima y la imagen corporal de las adolescentes.
"Parece que las redes sociales tienen un mayor impacto en ellas. Por lo menos, por ahora, los datos muestran que tienen más tendencia a dejarse evaluar por sus pares", explica Francisco José Rivera, catedrático de la Universidad de Sevilla y uno de los responsables del estudio. Rivera también apunta a la presión por alcanzar estándares de belleza y éxito poco realistas que se promueven en las redes, un factor que podría estar contribuyendo a los problemas de salud mental en las jóvenes.
Regulación vs. Responsabilidad: ¿Quién debe actuar?
Los informes coinciden en la necesidad de "fortalecer medidas y regulaciones sobre el acceso [a estas tecnologías] para los jóvenes", así como de promover estilos de vida saludables. Pero, ¿es la regulación la única respuesta? ¿O se necesita un enfoque más integral que involucre a la industria, las familias y las escuelas?
Los autores del estudio de la OMS reclaman que "la industria sea responsable del seguimiento y cumplimiento de las restricciones de edad" y de eliminar "los mecanismos de recompensa" que fomentan un uso más intenso y frecuente. Sin embargo, algunos expertos advierten sobre el riesgo de demonizar las pantallas y señalan que el problema podría residir en otros factores, como el estrés familiar o escolar.
Más allá del tiempo de pantalla: la importancia del contexto
La profesora Lisa Henderson, jefa del Departamento de Psicología de la Universidad de York, destaca que "la evidencia existente sugiere que el tipo (no solo la cantidad) de actividad digital es importante al considerar los riesgos para la salud mental". En la misma línea, Chris Ferguson, profesor de psicología de la Universidad de Stetson, considera que el tiempo de uso "no predice la salud mental", aunque sí puede ser una señal de alerta.
"El uso excesivo de las pantallas puede ser una señal de que los niños están estresados en otras áreas. Otros estudios sugieren que esto generalmente proviene de las escuelas y las familias, no de las pantallas en sí", advierte Ferguson.
En definitiva, el debate sobre el impacto de las pantallas en la salud mental de los adolescentes está lejos de cerrarse. Los estudios aportan datos valiosos, pero también generan nuevas preguntas. ¿Cómo encontrar un equilibrio entre los beneficios de la tecnología y los riesgos potenciales? ¿Cómo educar a los jóvenes para un uso responsable de las pantallas? Y, sobre todo, ¿cómo abordar los problemas de salud mental que subyacen al uso problemático de la tecnología? Estas son las preguntas que debemos empezar a responder si queremos proteger a la próxima generación.