Un nuevo estudio propone usar los baremos de consumo de alcohol para medir el uso problemático de pantallas en adolescentes, generando debate entre los expertos. Mientras algunos ven la comparación como acertada para dimensionar el problema, otros la consideran simplista y arriesgada, enfatizando la importancia del contexto y el contenido consumido, más allá del tiempo frente a la pantalla.
¿Pantallas o birra? El nuevo debate que incendia la adolescencia digital
La ciencia sigue rascándose la cabeza con los efectos del celu en los adolescentes. Mientras los pibes le dan al «scroll infinito» como si no hubiera mañana, los cerebritos se pelean entre los que ven «beneficios posibles» y los que gritan por «daños exagerados». En este quilombo, dos investigadores tiraron una bomba: ¿y si usamos los parámetros del alcohol para medir cuándo el uso de pantallas se pone turbio?
«Para la mayoría de las sustancias adictivas, como tabaco o drogas, siempre hablamos de abstinencia total, pero eso no podemos ni debemos hacerlo con las pantallas», explicó Dimitri A. Christakis, profesor de la Universidad de Washington en Seattle y coautor del estudio. «El alcohol es una sustancia que, si se consume, tiene que hacerse con mucha conciencia. Las pantallas son esenciales y pueden mejorar nuestra vida, pero también necesitamos usarlas con moderación», remató.
¿Se nos fue la mano con la analogía? Christakis banca la parada: «Es una analogía muy acertada. Hay que ver las pantallas como una sustancia adictiva, y no haber transmitido esto ha hecho que muchos niños desarrollen hábitos problemáticos».
## ¿Cinco horas al día es la nueva «copita»?
Los investigadores no se anduvieron con chiquitas y propusieron una tabla basada en los baremos del Instituto Nacional sobre el Abuso del Alcohol y el Alcoholismo de EE.UU. ¿Los parámetros? Uso moderado (menos de 5 horas al día), uso de alta intensidad (12 horas en un día), uso excesivo (9 horas o más al día o 60 horas semanales), consumo en atracón (más de 4 horas seguidas), uso indebido (muchas horas + contenido o momentos inapropiados) o trastorno por uso (incapacidad de parar).
«Quiero replantear el debate para que entendamos que sí existen patrones de uso problemático», disparó Christakis. «Algunos académicos discuten si realmente existe o no, pero la verdad es simple: pasar nueve horas o más al día frente a una pantalla es excesivo. Todos lo sabemos», sentenció. ¿Todos lo sabemos? Ahí está el debate.
### Cuando el «Me gusta» no es suficiente
Pero no todos mordieron el anzuelo. Hay quienes ven la comparación con el alcohol como simplista. «El consumo de alcohol en adolescentes es en principio siempre nocivo, el tiempo de internet tiene en cambio muchos más matices», opinó Maialen Garmendia, coordinadora del grupo EU Kids Online en España.
David Smahel, profesor de la Universidad Masaryk (República Checa), fue más allá: «Si no sabemos cómo se está usando el móvil, no podemos evaluar bien su impacto. El tiempo online no suele ser un criterio para diagnosticar adicción a internet o uso compulsivo. Se usan otros criterios, como el impacto que tiene: si genera conflictos con amigos o familia, cambios de humor o recaídas».
## ¿Etiquetar para solucionar, o para asustar?
Verónica Donoso, investigadora asociada en la Universidad Católica de Lovaina, también puso el grito en el cielo: «Es reducir el problema y tratar de ofrecer una solución única para todos los niños, de todas las edades y contextos. No se puede reducir a una tipología que cumpla todo eso. Reducir el problema a un marco donde te diga que más cantidad o menos es problemático no me parece realista. ¿Solo usar el móvil durante mucho tiempo es tener un problema? No necesariamente. Sin entender el contexto, es muy difícil entender si algo es nocivo».
Gemma Martínez, investigadora de la Universidad del País Vasco, cerró la polémica: «Me preocupa comparar el uso inapropiado de internet con las sustancias peligrosas. Estamos empeñados en ofrecer una escala que nos aporte la causalidad de riesgo o daño basado en el tiempo de pantalla. No se puede. Hay que tener mucho cuidado en no considerar el factor tiempo como fin, sino para qué se emplea. La gente se preocupa más por el tiempo que por los contenidos».
Así las cosas, el debate está abierto: ¿necesitamos un «semáforo» para el uso de pantallas, o corremos el riesgo de simplificar un problema complejo y generar más pánico que soluciones? La última palabra, como siempre, la tenés vos.