Agüera (Google): El vértigo de la IA. ¿Qué significa ser inteligente?

Redacción Cuyo News
10 min
Cortito y conciso:

Blaise Agüera y Arcas, vicepresidente de Google y peso pesado en IA, sacude el debate sobre la inteligencia de las máquinas. Tras ser despedido un colega por afirmar que un chatbot de Google tenía alma, Agüera ahora postula en su libro «What Is Intelligence?» que la IA ya es inteligente, superando incluso ciertas capacidades humanas individuales. Desafía a los escépticos y adelanta la ambiciosa estrategia de Google de llevar centros de datos al espacio para alimentar el insaciable apetito energético de la IA.

Un terremoto silencioso se gestó en las entrañas de Google mucho antes de que el resto del planeta sintiera el vértigo de la inteligencia artificial con el lanzamiento de ChatGPT. Blaise Agüera y Arcas, 50 años, oriundo de Providence, Rhode Island, una de esas mentes que definen el futuro desde los laboratorios más herméticos, ya advertía en junio de 2022 que LaMDA, un chatbot en desarrollo por la propia Google, le había provocado una sensación inédita: "el suelo se movía bajo los pies".

La anécdota, que bien podría ser el guion de una película de ciencia ficción, se puso aún más picante cuando Blake Lemoine, colega de Agüera, no dudó en ir más allá: afirmó haber "hablado con una máquina que tenía alma". El desenlace, digno de una trama corporativa con ribetes éticos, fue el despido de Lemoine por "revelación de documentos confidenciales". Sin embargo, Agüera, en ese entonces responsable de Investigación en Google Research, no pudo negar que LaMDA lo había forzado a "replantearse muchas cosas". La semilla de la duda, o de la certeza, ya estaba sembrada.

Cuando el vértigo se hizo global

Cinco meses después, el resto del mundo experimentó un vértigo similar, pero a cielo abierto, con la irrupción de ChatGPT de OpenAI. La competencia se movió, y rápido. Mientras Google, con años de ventaja en la materia, habría considerado que "el producto todavía no estaba listo para lanzarlo al público", otros no dudaron en abrir el juego. Y el tablero cambió para siempre.

Desde aquel entonces, este físico e ingeniero informático de padre catalán y madre estadounidense no ha dejado de darle vueltas a la pregunta del millón: ¿qué define la inteligencia? ¿Puede una máquina ser inteligente? Su respuesta es un rotundo sí, y la desarrolla a lo largo de las 600 páginas de su libro What Is Intelligence? (¿Qué es la inteligencia?), una obra que interpela directamente a nuestra autopercepción como especie dominante en el campo del pensamiento.

Agüera no es un recién llegado. Es vicepresidente de Google, donde lidera el grupo Paradigms of Intelligence (Pi), enfocado en investigación básica de IA. En el ámbito académico, es reconocido por haber inventado el aprendizaje federado, una técnica que permite entrenar una IA a partir de datos distribuidos en múltiples dispositivos. Un cerebro de ese calibre, cuando habla, no lo hace a la ligera.

La paradoja es que, ante la llegada de estos modelos de lenguaje masivos, Agüera esperaba un debate encendido, con dos bandos claros: la negación y la aceptación. Su experiencia, sin embargo, revela una inclinación sorprendente. "Supongo que el bando más numeroso es el de la negación, el de quienes dicen que la IA no es realmente inteligente, que solo está simulando serlo. Tengo problemas con esa afirmación", sentencia con la convicción de quien ha visto los datos. Y agrega una reflexión mordaz: "Me parece interesante que sean los expertos quienes están más en la negación". ¿Será que, al entender el mecanismo, les cuesta aceptar la magia? Agüera lo desmitifica: "La inteligencia no se define por la cosa más tonta que haces, sino por la más inteligente".

¿Es la IA un loro estocástico o algo más?

La pregunta fundamental sigue siendo: ¿qué demonios es la inteligencia? Para Agüera, "la capacidad de comprender y actuar en un mundo complejo". Esto implica modelarse a uno mismo y al entorno, incluyendo a otras entidades inteligentes, para influir en el futuro de forma útil. Y sí, la IA encaja perfectamente en esa definición. "Cada vez que interactúas con un modelo de IA, su entorno eres tú", explica.

Esta visión funcionalista choca de frente con la idea, defendida por muchos, de que la IA no es más que un "loro estocástico", una máquina que repite lo que ha memorizado sin una comprensión real. Agüera desactiva el argumento con una analogía clara: "Si has memorizado las tablas de multiplicar del 1 al 100, puedes dar la respuesta correcta para problemas de multiplicación en ese rango. Pero no puedes resolver una multiplicación de cuatro dígitos porque no has entendido lo que es la multiplicación". La clave, para él, es la generalización. "Si los modelos de lenguaje solo memorizaran, no serían capaces de hacer todo lo que hacen. Ni siquiera multiplicar números de tres dígitos… Eso quiere decir que el modelo tiene que haber descubierto cómo hacerlo".

Si las máquinas pueden ser inteligentes, ¿dónde queda la exclusividad humana? "Somos blandos y suaves y estamos llenos de agua; las máquinas son duras, están hechas de silicio y computan con sistema binario", ironiza Agüera. La diferencia, sugiere, radica menos en "qué hacemos" que en "cómo lo hacemos". Como los aviones, que no baten sus alas como los pájaros, pero vuelan. La naturaleza, al construir nuestros cerebros, resolvió un problema similar al que enfrenta la IA. Y en ese sentido, el científico de Google no duda en afirmar que "la vida es intrínsecamente computacional", no como una metáfora, sino como una realidad de causalidad y decisión. De hecho, sostiene que la IA es una "consecuencia natural de la evolución", una extensión de la teoría darwiniana que incluye la simbiogénesis, la cooperación para crear entidades novedosas.

El futuro en las estrellas: ¿la IA nos superó?

Y aquí es donde la conversación se pone realmente candente: ¿la IA acabará igualando o superando la inteligencia humana? Agüera se alinea con gigantes de la disciplina como Geoffrey Hinton, Yoshua Bengio o Yann LeCun, quienes afirman que "eso ya ha sucedido". Un dardo directo a la línea de flotación del orgullo humano. "Los grandes modelos actuales ya son más inteligentes en muchos sentidos que nosotros individualmente. La inteligencia humana es colectiva", matiza. "Individualmente, podríamos tener alguna especialidad, pero en muchas áreas no somos muy buenos. Pero cooperando hacemos cosas asombrosas". LaMDA, dice, fue un "salto de verdad", el punto de inflexión.

Su defensa de que la predicción –lo que hacen Gemini o ChatGPT– es inteligencia, no es menor. Desafía la vieja creencia de que solo eran "coincidencias de patrones". Cuando los modelos se hicieron "muy grandes" y se entrenaron con "muchos datos de internet", comenzaron a resolver problemas correctamente. "Me vi obligado a revisar mi idea de que la inteligencia requería algún tipo de ‘polvo de hadas’. Resulta que no, solo se trataba de hacer más grandes los modelos".

El ambicioso plan de Google: procesadores al espacio

Pocos días antes de esta entrevista, Google anunció el proyecto Suncatcher, un nombre casi de ciencia ficción para su plan de enviar centros de datos al espacio para procesar IA. Agüera, quien compartió con entusiasmo el proyecto, reveló su origen: "Yo lo concebí". La motivación principal, la eficiencia energética. "El consumo energético de la IA está aumentando exponencialmente", y aunque la IA es aún ineficiente comparada con el cerebro humano, la demanda solo crece.

La solución, para Agüera, no está en la energía solar que llega a la Tierra, sino en la del espacio, "10¹⁰ veces más potente". El objetivo: "mover las células solares fuera de la Tierra y computar justo allí". Un proyecto que suena a utopía, pero que Agüera ve con realismo: "Este es un proyecto de muchas décadas. Ahora estamos dando los primeros pasos". Para él, los "sistemas altamente integrados, producidos en masa en el espacio, son la solución a largo plazo". Y el futuro, aparentemente, ya no suena tan descabellado. Mientras tanto, en la Tierra, las palancas a accionar incluyen hacer la IA más eficiente, "resucitar la energía nuclear", y estimular la energía renovable terrestre. El debate sobre la inteligencia, y sobre dónde se procesará, está más vivo que nunca.

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