Las grandes tecnológicas, tras años de evitar lazos públicos con el sector militar, parecen haber cambiado de opinión. Con el regreso de Donald Trump y su ambicioso plan de inversión en defensa, empresas como OpenAI, Google y Meta están firmando contratos millonarios con el Pentágono y reclutando ex-funcionarios militares. Este acercamiento levanta cejas y genera debates sobre la ética, el poder de las tecnológicas y el futuro de la guerra.
## ¿Silicon Valley se alista? Las Big Tech y su romance con el Pentágono
Las tecnológicas, antes tímidas ante la idea de ser vinculadas al complejo militar-industrial, ahora parecen decididas a entrar en el campo de batalla. La sombra de Donald Trump en la Casa Blanca y su promesa de inyectar un billón de dólares en «modernizar» las fuerzas armadas, impulsando la inteligencia artificial (IA) en la defensa, han sido el detonante para un cambio radical. ¿Será que el aroma a billete es más fuerte que cualquier dilema ético?
OpenAI, Google, Anthropic y xAI, la criatura de Elon Musk, ya están festejando contratos de hasta 200 millones de dólares cada una para potenciar la IA en el Departamento de Defensa. ¿Coincidencia? Lo dudamos.
El desfile de funcionarios del Pentágono hacia las tecnológicas y viceversa es la prueba irrefutable de este nuevo romance. Meta, por ejemplo, ha estado reclutando ex-mandamases del Pentágono para vender sus servicios de realidad virtual e IA al gobierno federal. Pero la verdadera bomba fue el anuncio del Ejército con el nombramiento de cuatro tenientes coroneles en la reserva para el Destacamento 201, también conocido como el Cuerpo Ejecutivo de Innovación. Entre los elegidos figuran nombres pesados como Adam Bosworth, jefe de tecnología de Meta, y Kevin Weil, capo de producto de OpenAI. ¿Se están diluyendo las fronteras entre Silicon Valley y el Pentágono? Parece que sí, y a una velocidad vertiginosa.
### El cortejo tecnológico-militar: ¿un matrimonio por conveniencia?
El cortejo entre las tecnológicas y el Pentágono es un culebrón que suma capítulos a diario. Google, en febrero, eliminó de su código de conducta la restricción a desarrollar armas o herramientas de vigilancia masiva. Microsoft admitió, sin ponerse colorado, haber vendido tecnología avanzada de IA y servicios en la nube al ejército israelí desde el inicio del conflicto en Gaza. OpenAI, por su parte, se embolsó otro contrato de 200 millones de dólares para facilitar sus herramientas de IA generativa al Pentágono, modificando su política de uso para permitir su tecnología en tareas «militares y de guerra». ¿Casualidad o causalidad?
Meta no se queda atrás. La empresa de Zuckerberg dio luz verde para que sus modelos de IA estén disponibles para contratistas militares como Lockheed Martin y Booz Allen, además de firmar un acuerdo con Anduril para desarrollar gafas de realidad virtual y mixta para los soldados. ¿El futuro de la guerra será en realidad virtual?
### ¿»Economía del genocidio» o seguridad nacional? El debate ético en el centro de la tormenta
Francesca Albanese, relatora especial de Naciones Unidas, denunció en un informe cómo la tecnología corporativa está profundamente entrelazada en una «economía del genocidio». Según Albanese, empresas como Microsoft, HP, IBM, Google y Amazon estarían implicadas en tecnologías de vigilancia desplegadas en territorios palestinos. Un tiro por elevación que generó polémica y sanciones para la relatora.
Lorena Jaume-Palasí, experta en ética y filosofía del derecho aplicadas a la tecnología, pone el dedo en la llaga: «Nuestro concepto occidental de tecnología moderna tiene su génesis en el ámbito militar o de la seguridad». ¿Es este acercamiento tecnológico-militar una simple continuación de la historia o un peligroso punto de inflexión?
La influencia de las tecnológicas es innegable. Han logrado que el desarrollo de una IA cada vez más potente sea considerada una cuestión de seguridad nacional, aunque el ánimo de lucro esté detrás y se perjudique al medioambiente. Trump lo dejó claro: las empresas estadounidenses deben ganarle a China la carrera armamentística de la IA. ¿Y los derechos humanos? ¿La ética? ¿Quedarán sepultados bajo la montaña de dólares?
Heidy Khlaaf, científica jefa de IA en AI Now Institute, advierte que presentarse como protagonistas de una cruzada casi civilizatoria protege a las tecnológicas de «fricciones regulatorias», tildando cualquier llamado a la rendición de cuentas como «un perjuicio a los intereses nacionales». ¿Demasiado grandes para caer?
### La rebelión interna: ¿voces disidentes en Silicon Valley?
Pero no todo es color de rosas en este idilio tecnológico-militar. Algunos empleados de las grandes tecnológicas han alzado la voz, organizando protestas e incluso renunciando por la vinculación de sus compañías con el sector militar. Las manifestaciones en Google contra el proyecto Nimbus y los despidos en Microsoft por protestas contra el suministro de IA a Israel son ejemplos concretos de la tensión interna que genera esta nueva orientación.
Demis Hassabis, fundador de Google DeepMind, justificó el cambio de rumbo de la compañía argumentando que tienen el deber de ayudar en aquello en lo que están especialmente capacitados. ¿Una justificación válida o una simple fachada para tapar intereses económicos?
Raquel Jorge, del Real Instituto Elcano, señala que el nuevo contexto de defensa, marcado por la guerra en Ucrania, el conflicto en Gaza y el regreso de Trump, facilita que las empresas tecnológicas se sientan más cómodas hablando de este tema. ¿Un matrimonio por conveniencia o una necesidad estratégica? La respuesta, como siempre, estará en los hechos. Lo que es seguro es que este romance tecnológico-militar recién comienza, y promete generar más debate que certezas.