Bruselas, la pionera en la regulación global de la Inteligencia Artificial, propone una prórroga de un año para la aplicación de sus normas más sensibles: las obligaciones de transparencia para la IA generativa y las sanciones por su incumplimiento. La decisión llega tras una fuerte presión de empresas tecnológicas, Estados Unidos y figuras influyentes, planteando interrogantes sobre la firmeza regulatoria europea frente a la «simplificación» y la carrera tecnológica.
Europa, ese faro regulatorio que suele presentarse como la vanguardia en la protección de ciudadanos y mercados, parece haber encontrado un tope en la vertiginosa carrera de la inteligencia artificial. Apenas un puñado de meses después de haber parido la primera ley del mundo destinada a ponerle límites a la IA, especialmente a la generativa como ChatGPT, Bruselas asoma con una propuesta que huele a tregua: dar un año más de gracia a las empresas para que se adapten a las normativas de transparencia y a las temidas multas. Un borrador de la Comisión Europea, al que pudimos acceder, adelanta que el tan mentado «agosto del año que viene» para la entrada en vigor de disposiciones clave se moverá, al menos, hasta 2027.
La noticia, aunque no oficial del todo, genera un escalofrío: ¿Es la UE cediendo a las presiones o un movimiento estratégico? Porque la verdad de la milanesa es que la caja de resonancia de Bruselas ha estado a tope. No solo las grandes corporaciones tecnológicas han hecho sonar sus campanillas, sino que hasta el mismísimo Mario Draghi, expresidente del BCE y gurú de la competitividad europea, se sumó al coro. Detrás de bambalinas, se percibe el eco de una batalla mayor: la de Europa por no seguir perdiendo terreno frente a Estados Unidos y China en la carrera tecnológica, de la cual la inteligencia artificial es la última, y quizás la más crucial, posta.
¿Simplificación o un «tiempito» para la adaptación?
Este «tiempito» adicional se vende bajo el paraguas de un ambicioso programa de simplificación que impulsa la Comisión. La idea oficial es clara: no se trata de desregular, sino de alivianar cargas administrativas que poco valor agregan y que, según el discurso oficial, lastran la competitividad de las empresas. Una suerte de «ordenemos la casa» después del aluvión normativo de la legislatura anterior. Sin embargo, la mirada escéptica no puede evitar preguntarse: ¿cuánto de esta simplificación es genuina necesidad y cuánto es una forma elegante de bajar la guardia ante intereses poderosos?
Desde Bruselas alegan que es crucial otorgar «tiempo suficiente a los proveedores de sistemas de IA generativa sujetos a las obligaciones de marcado (…) para que adapten sus prácticas en un plazo razonable sin perturbar el mercado». El borrador es explícito: un «periodo de gracia de un año» para aquellos sistemas ya comercializados antes del 2 de agosto de 2026. Este aplazamiento apunta directamente a las «obligaciones de transparencia», que exigen a los sistemas de IA que generen contenido sintético (audio, imagen, video o texto) la capacidad de ser detectados como artificiales mediante un marcado o etiquetado claro.
Las presiones: el pulso de la ley pionera
La propuesta, que se espera sea presentada esta semana, llega tras semanas de rumores y desmentidas. Fuentes comunitarias habían jurado y perjurado que el Ejecutivo europeo no tenía «intención alguna» de «rebajar» la legislación de IA ni del GDPR. Pero la presión ha sido implacable. Más de cincuenta compañías europeas, incluyendo gigantes como Siemens, habían enviado una carta abierta a Ursula von der Leyen, clamando por «la necesidad de posponer la implementación de la ley de IA» para permitir una «implementación razonable» y una «mayor simplificación».
Pero la estocada más fuerte llegó del otro lado del Atlántico. Desde Washington, el gobierno —en la era Trump, una crítica que no es menor— no ha disimulado su malestar con cualquier intento europeo de regular a sus campeonas tecnológicas. Las acusaciones no se hicieron esperar: «prejuicios ideológicos» y una legislación «excesiva» contra la IA. Un choque de titanes donde Europa, que pretendía dictar las reglas del juego global en este nuevo Far West digital, ahora parece repensar su mano. ¿Es esta prórroga una muestra de pragmatismo o el primer paso hacia una desregulación más profunda? La pregunta queda flotando en el aire, invitando al debate.