Ojo al piojo con los cambios que se vienen desde el Norte. Las tecnológicas aflojan con la moderación del discurso de odio, onda «vía libre a bardear». Y Zuckerberg, para colmo, tiró la bomba de recuperar la «masculinidad» en las empresas, como si no tuviéramos suficientes problemas. ¿Será que nos quieren hacer retroceder a la época de las cavernas?
En las últimas semanas, el panorama en EE. UU. y sus gigantes tecnológicos se puso, por decirlo suavemente, interesante. Para algunos, preocupante. Uno de los focos de conflicto es el relajamiento en la moderación de contenido en plataformas como Facebook. Ahora, parece que comentarios que antes eran impensables, como calificar a musulmanes de «perros callejeros», pasarán sin pena ni gloria. Y uno se pregunta, ¿no aprendimos nada de la historia? ¿O acaso olvidamos el papel que jugaron estos discursos en tragedias como el genocidio de los rohinyás en Myanmar?
Pero no solo se trata de mensajes polémicos. Parece que hay algo más profundo, un cambio cultural que se avecina.
¿»Energía Masculina» en la era digital?
Mark Zuckerberg, el capo de Meta, soltó una frase que dejó a más de uno con la mandíbula desencajada: que sería deseable que la «masculinidad» regrese a las empresas, incluyendo, según sus palabras, la «agresividad». Acá es donde uno se pone a pensar si estamos hablando en serio. ¿En un mundo ya de por sí complicado, estos magnates quieren tirar por la borda décadas de lucha por la igualdad y el respeto?
Ojo, que nadie se confunda. Los valores asociados tradicionalmente a la masculinidad, como el coraje y el honor, no son el problema. El tema es esa versión berreta de masculinidad que encarnan figuras como Trump o Musk, donde la arrogancia y el show mediático tapan inseguridades galopantes. Si el patriarcado nos dejó algo negativo, es esa obligación de aparentar fortaleza, esa incapacidad para conectar con las emociones.
El costo de la «masculinidad» tóxica
Hay mil razones por las que esa idea de masculinidad está obsoleta, pero una resuena con fuerza: la dificultad que tenemos los hombres para pedir ayuda. Y acá va una confesión que quizás los haga reflexionar: entre mis conocidos, tengo varias amigas que van al psicólogo por temas de ansiedad o depresión. Pero, curiosamente, no conozco a un solo tipo que haga lo mismo. ¿Será que estamos todos bárbaro? No, muchachos, simplemente nos enseñaron que eso es «de débiles».
Este es solo un síntoma de un problema mucho más grande que nos afecta en muchos aspectos, desde la dificultad para construir relaciones sinceras hasta la imposibilidad de abrirnos y ser vulnerables. Y no es «ideología woke», son datos duros: según las estadísticas, en España, de los miles de suicidios que hubo en 2023, la gran mayoría fueron hombres. ¿Esa es la masculinidad que Zuckerberg quiere recuperar?
¿Europa debe plantar bandera ante los retrocesos?
Si en EE. UU. quieren vivir en el pasado, allá ellos. Pero acá en Europa, y me atrevo a decir, en este lado del charco, tenemos que demostrar que la verdadera fortaleza está en la empatía, en la conexión humana, no en la agresividad y la competencia despiadada. Es hora de ponerle un freno a este intento de involución y construir un futuro donde todos, hombres y mujeres, podamos desarrollarnos plenamente sin caer en estereotipos dañinos.