La investigadora Katarzyna Nowaczyk-Basinska analiza el impacto de la inteligencia artificial en la muerte y el duelo. Empresas en EE. UU. y China ya ofrecen avatares póstumos con IA, generando debates éticos y legales sobre la gestión de datos personales y el consentimiento. ¿Estamos ante una revolución en la forma de relacionarnos con los fallecidos, o frente a un negocio que necesita regulación urgente?
¿Fantasmas digitales o el negocio de la nostalgia? La IA y el futuro de la muerte según Katarzyna Nowaczyk-Basinska
La muerte, ese tabú que la tecnología parece decidida a desafiar. Katarzyna Nowaczyk-Basinska, investigadora del Centro Leverhulme para el Futuro de la Inteligencia en Cambridge, lleva casi una década analizando cómo la inteligencia artificial (IA) está redefiniendo nuestra relación con el más allá. Y lo que está descubriendo es tan fascinante como inquietante.
¿Cementerios virtuales en el horizonte? ¿"Chatbots" que nos permiten charlar con nuestros difuntos? La idea, que hasta hace poco parecía sacada de una película de ciencia ficción, hoy es una realidad tangible impulsada por empresas –principalmente en Estados Unidos y China– que ven un jugoso negocio en la "industria del más allá digital".
Nowaczyk-Basinska, quien dirige el proyecto de investigación Imaginarios de inmortalidad en la era de la IA, no se anda con rodeos: la IA generativa está abriendo la puerta a los "bots de duelo" o avatares póstumos, una tecnología que, según ella, podría "cambiar de manera profunda la forma en que nos relacionamos con nuestros seres queridos fallecidos y también las normas y prácticas culturales alrededor de la muerte".
¿Adiós al cementerio, hola videollamada con el abuelo?
La investigadora polaca plantea un escenario que, para muchos, podría resultar distópico. "¿Al cementerio vamos poco, no? Pero si además tenés a tus seres queridos muertos en el móvil y podés chatear a cualquier hora, eso cambiará cómo nos relacionamos con ellos", señala. Un panorama donde la visita a la tumba se vuelve obsoleta frente a la inmediatez y la interactividad de un avatar digital.
Pero, ¿es esto realmente lo que queremos? ¿Estamos preparados para una relación con la muerte mediada por algoritmos? La pregunta resuena con fuerza en un contexto donde la tecnología parece avanzar a un ritmo vertiginoso, dejando a la sociedad y a los gobiernos corriendo detrás.
El negocio de la inmortalidad digital: ¿quién pone los límites?
La accesibilidad de estos servicios es un tema que preocupa a Nowaczyk-Basinska. Con solo "buscar una empresa, darle acceso a tus datos personales o a los del ser querido que haya fallecido", uno puede contratar una "versión virtual" del difunto, usualmente bajo un modelo de suscripción.
Pero, ¿cuáles son las consecuencias de esta práctica? La investigadora admite que aún no hay estudios concluyentes, pero advierte sobre el potencial adictivo de estas tecnologías, diseñadas para "atraparnos como usuarios".
"Hace cinco años, cuando lo comentaba con gente o leían artículos en los medios, la expresión que más me decían era ‘qué mal rollo’. Ahora ya no se percibe tanto así", reflexiona Nowaczyk-Basinska. La normalización de la idea, impulsada por el avance de la IA, es un terreno fértil para las empresas del sector, que ven en la inmortalidad digital un mercado en expansión.
Dilemas éticos y la falta de regulación: un cóctel explosivo
La principal preocupación de la investigadora es la falta de regulación y la concentración de poder en manos de empresas privadas. "¿Quién decide si se pueden usar tus datos personales? ¿Quién tiene la última palabra para crear un avatar póstumo de alguien?", se pregunta, anticipando escenarios complejos como disputas familiares por el "legado digital" de un fallecido.
Nowaczyk-Basinska propone el "principio del consentimiento mutuo" como una posible solución, donde todos los miembros de una familia deben estar de acuerdo con la creación de un avatar póstumo. Pero la cuestión es mucho más profunda. ¿Estamos preparados para lidiar con las implicaciones éticas de "retocar el pasado" digital de nuestros seres queridos? ¿Deberíamos tener "embalsamadores digitales" que "curen o modifiquen" los restos digitales de los difuntos?
Si bien la IA ofrece la posibilidad de "crear nuevas formas de comunicación entre generaciones", como un "archivo interactivo" de la vida de una persona, también plantea interrogantes inquietantes sobre cómo la tecnología puede moldear nuestra memoria y nuestra relación con la muerte.
La pregunta final, quizás la más importante, es si estamos dispuestos a ceder el control de nuestra narrativa vital a los algoritmos. ¿Queremos ser recordados por lo que fuimos, o por la versión idealizada que una IA puede construir a partir de nuestros datos? La respuesta, como la muerte misma, sigue siendo un misterio.