Estafa amorosa: Del «Brad Pitt» falso al infierno viral.

Redacción Cuyo News
7 min
Cortito y conciso:

Una ciudadana francesa, Anne, fue estafada por un impostor que se hacía pasar por Brad Pitt, perdiendo una fortuna y sufriendo acoso online tras exponer su caso. Este incidente revela un patrón creciente de estafas románticas en línea, donde las víctimas son a menudo ridiculizadas, mientras que los estafadores ganan notoriedad. Expertos advierten sobre el daño psicológico y la vulnerabilidad emocional detrás de estas estafas, que afectan a personas de todas las edades y niveles educativos.

Anne creía vivir un romance de película, pero la realidad superó cualquier guion hollywoodense, aunque no del modo que esperaba. Ahora, Francia entera tiene una opinión sobre su historia, y no precisamente favorable. No se trata solo de que esta diseñadora de interiores quinquagenaria haya creído que Brad Pitt la contactó por Instagram, ni que haya dado crédito a un año de promesas amorosas aderezadas con fotos generadas con inteligencia artificial y excusas dignas de un culebrón venezolano para solicitarle dinero. Lo verdaderamente sorprendente es que, tras un divorcio, una estafa que asciende a la escalofriante cifra de 830.000 euros, una depresión severa y tres intentos de quitarse la vida, Anne se haya convertido en el blanco de una jauría en línea sedienta de escarnio. La cadena TF1, obligada a retirar de su plataforma digital el documental donde Anne compartía su calvario, víctima de una horda de insultos y convertida en el meme de la semana. Un patrón nauseabundo que se repite en estos timos, donde la víctima suele terminar en la picota pública mientras que el estafador, increíblemente, se transforma en una suerte de héroe para muchos.

Las estafas de amor en la web, un negocio en auge, según la Comisión Federal de Comercio de Estados Unidos, las pérdidas en 2021 superaron los 547 millones de dólares, un incremento del 80% respecto al año anterior. En Europa, aunque no existan cifras oficiales, la tendencia apunta en la misma dirección. Las redes sociales y las aplicaciones de citas, el caldo de cultivo ideal para estos delincuentes sentimentales, que hoy en día cuentan con herramientas mucho más sofisticadas para engañar que en los años noventa, cuando el chat y el correo electrónico eran las únicas vías de acceso. Antes, tiraban la caña, ahora despliegan redes de pesca de arrastre, enviando mensajes masivos con carnadas cada vez más elaboradas y convincentes.

Hay estafadores que exhiben su propio atractivo (caso de aquellos agraciados por la genética, como Albert Cavallé). Otros prefieren robar identidades de perfiles anónimos en redes sociales, inventando historias de vida. Los más recurrentes se hacen pasar por militares en misiones peligrosas, médicos humanitarios o ingenieros atrapados en zonas de conflicto (recordemos el espeluznante caso de las hermanas de Morata de Tajuña). Existe una tercera categoría que se apropia de la imagen de celebridades, siendo Brad Pitt el más falsificado. El modus operandi varía en complejidad, pero el esquema es el mismo. Primero, se ganan la confianza de la víctima, prometiéndole un futuro idílico. Ensalzan la honestidad y la generosidad como sus mayores virtudes, asegurando ser personas altruistas y adineradas. Luego, comienzan a solicitar dinero con excusas cada vez más descabelladas (y costosas). Una vez descubiertos, se esfuman sin dejar rastro.

En estos casos, según los que saben del tema, el golpe más duro no es el económico, sino el psicológico. La víctima pierde dinero y un amor que nunca existió. Descubre que fue manipulada, a veces durante años, y que desarrolló una dependencia emocional hacia su verdugo. El sentimiento de estupidez es amplificado por una turba de desconocidos que, al conocer su historia, no dudan en lapidarla públicamente.

## El sesgo de género en el escarnio público

Sheila Queralt, perito lingüista con experiencia en casos de estafadores del amor mediáticos, detectó este patrón hace tiempo. La experta analizó más de 300 comentarios en redes sociales sobre noticias relacionadas con estos casos, y descubrió que un 49% de los usuarios parecían apoyar al estafador, con frases como «menudo crack» o «es mi héroe».

«Se ve claramente un sesgo de género en la percepción de los estafadores y las víctimas», explica Queralt. «Los hombres tienden a apoyar más a los estafadores, muchos comentarios los justifican argumentando que es lo que las mujeres han hecho históricamente con ellos, ya sea a través del matrimonio o del divorcio».

El caso de Simon Leviev, «el estafador de Tinder», ilustra esta situación. Tras ser desenmascarado en un documental de Netflix, Leviev se reinventó como influencer de lujo y estilo de vida, cosechando un considerable éxito en redes sociales.

## ¿Por qué caemos en estas trampas?

«Vosotros también habríais caído», espetó Anne, la mujer francesa, a sus detractores. Y es que el fraude romántico explota vulnerabilidades emocionales y mecanismos psicológicos complejos. Por eso, el escarnio público posterior resulta especialmente cruel.

Monica Whitty, profesora de Ciberseguridad de la Universidad de Monash, investigó este fenómeno y perfiló a la víctima típica: mujeres de mediana edad, con estudios y propensas a la impulsividad. A menudo, personas emocionalmente vulnerables, con una fuerte necesidad de mantener la coherencia con sus compromisos anteriores, lo que las lleva a mantener la interacción con el estafador a pesar de sus dudas.

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