Científicos españoles presentaron «Explorer», un exoesqueleto pediátrico para uso doméstico, prometiendo revolucionar la vida de niños con movilidad reducida. Desarrollado por Marsi Bionics y el CSIC, este dispositivo busca integrar la rehabilitación en la vida cotidiana, permitiendo a los niños participar en actividades familiares y escolares. ¿Será este el futuro de la rehabilitación infantil o solo un costoso gadget?
El «Explorer»: ¿Un antes y un después para la movilidad infantil o una promesa inflada?
Elena García Armada, ingeniera industrial y fundadora de Marsi Bionics, lo plantea así: «lo primero que un niño con movilidad reducida pide cuando se monta sobre un exoesqueleto es jugar». Y ahí radica, supuestamente, la magia del Proyecto Explorer, un exoesqueleto pediátrico que se presentó este martes en Madrid. ¿Pero estamos realmente ante una innovación disruptiva o ante una jugada marketinera que busca conmovernos?
Desarrollado por 45 investigadores de Marsi Bionics, el CSIC y hospitales universitarios madrileños, Explorer promete llevar la tecnología hospitalaria al hogar. La pregunta del millón es si realmente podrá cumplir con las expectativas que genera.
Todo se remonta a Atlas, el primer exoesqueleto biónico para niños con atrofia muscular espinal. «Vimos que con ese prototipo, el mundo de los niños cambiaba», afirma García. Sin embargo, Atlas tenía limitaciones, y solo podía usarse en entornos controlados. De ahí la idea de crear un robot «todoterreno».
Un exoesqueleto «todoterreno»: ¿verdadera inclusión o costosa ilusión?
Explorer cuenta con cuatro motores que imitan los músculos y un asiento automático que se transforma en silla de descanso. Se adapta al crecimiento del paciente, abarcando desde los 2 hasta los 17 años. Suena prometedor, pero ¿será accesible para todos los que lo necesiten?
El dispositivo está en proceso de obtener el marcado CE para su comercialización en la Unión Europea. La idea es que actividades como ir de compras o jugar en el parque se conviertan en parte del tratamiento, integrando a los niños con movilidad reducida a la vida diaria.
Minerva, una niña de seis años con parálisis cerebral, es uno de los 50 participantes en los ensayos de Explorer. Roli Arias, su madre, asegura que «ella se encuentra muy a gusto en el exoesqueleto, los disfruta», y que esta tecnología «la relaciona con su entorno de una manera especial». ¿Pero es suficiente la experiencia de una familia para validar una tecnología que pretende revolucionar la rehabilitación?
Ciencia al servicio de las personas: ¿o al servicio de los fondos europeos?
Eloísa del Pino, presidenta del CSIC, destaca que «el exoesqueleto es un testimonio del poder de la ciencia cuando se pone al servicio de las personas». Y remarcó que Marsi Bionics «es un ejemplo exitoso de la creación de una empresa basada en el conocimiento surgida de una institución pública». Suena todo muy lindo, pero ¿cuánto de este discurso es marketing y cuánto es realidad?
El desarrollo de Explorer requirió una inversión de 2,2 millones de euros provenientes de los Fondos Europeos Next Generation EU, el CSIC y varios hospitales. Inversión considerable que, esperemos, se traduzca en una mejora real en la calidad de vida de los niños que podrán acceder a esta tecnología. Porque, seamos honestos, si el «Explorer» termina siendo un lujo inalcanzable para la mayoría, ¿de qué inclusión estamos hablando?